Capítulo 6

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—¿Puedo pintarte?

—¡¿Qué?!

Nuestra primera tarde de convivencia había empezado muy tranquila. Un poco de lectura, algo de tele y mucho sueño reparador por parte de Elsa.

—Suelo aprovechar las vacaciones para hacer cuadros libres. En clase siempre es todo muy estructurado y a mí me gusta más ir a mi bola.

—¿Qué estudias exactamente?

—Estoy en primer año de Bellas Artes.

—Oh. Impresionante.

—No, no lo es. Probablemente acabe mis días mendigando y viviendo de la fortuna que gane Elsa en sus investigaciones por la Antártida, pero me gusta.

—Y, ¿qué es lo que te gusta hacer?

—Mis especialidad son los paisajes al óleo, pero no tengo mucho que pintar ahora mismo. Si pinto lo que se vé por la ventana va a resultar un lienzo muy... blanco.

—Y, ¿una foto?

—Es otra opción. Pero... tengo algo nuevo y real que pintar ante mí.

—¿Yo?

—Ahá...

—No sé, Anna. No lo veo.

—Vamos, será divertido.

—¿Para quién?

—Para mí, por supuesto. Tú tendrás que pasar horas intentando no cambiar de postura ni expresión.

—Qué tentador...

—Pero te enfocaré un calefactor.

—¿Por qué...?

—Para que no te quedes frío estando desnudo.

—¡Será broma! Me niego.

—¡¿Qué?! ¡¿Por qué?!

—No voy a posar desnudo, Anna.

—Venga... Tienes un cuerpo espectacular y dijiste que tenías confianza en ti mismo.

—No... no en ese sentido.

—Pues así la ganas.

—Definitivamente, la respuesta es no.

—Y, ¿dejándote la ropa?

—Hm... No lo sé.

—¿Tienes algo mejor que hacer?

—¿Qué tal lanzarme a la nieve a ver si me hundo y quedarme allí atrapado hasta que se derrita?

—Parece un buen plan, pero en ese no hay tarta de zanahoria para desayunar.

—No me vas a comprar con una tarta.

—Eso está por ver. Soy terrible guisando, pero soy brutal con la repostería.

Anna corrió a la nevera y volvió con un pellizco de tarta en la mano.

—Abre la boca.

—¿Para q...?

Antes de terminar mi frase, su mano estaba parcialmente metida en mi boca junto con la tarta.

—¡Joddder!

—¿Qué tal está?

—Pero no me quito la ropa.

—Sólo la parte de arriba.

—Hm...

No podía creerme lo que estaba a punto de hacer a cambio de tarta, pero aquello era un jodido pedazo de cielo.

RehénDonde viven las historias. Descúbrelo ahora