Sobre un tequila y un vodka

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-Un capítulo, por si no tienen mucho que hacer esta noche, como yo-


Cerca de la media noche, estaban ambos saliendo del edificio. Hacía un frío horrendo afuera, y los dos chicos se encogieron en su lugar al sentir la primera ráfaga de viento helado que los golpeó. Miguel ofreció que pasaran la noche en su casa, que estaba dentro del campus, pero Hiro se negó argumentando que no podía dejar a su tía pasar la noche sola.

Miguel se desorientó un segundo, preguntando si no había dejado a su tía sola antes en casa, puesto que él sabía que muchos días -al menos del primer mes que estuvo trabajando en el café- Hiro no dejaba ni rastro en el local. Este, riendo, le explicó que aunque llegara realmente tarde a casa nunca había faltado a dormir.

Caminaron hasta la entrada hablando aún sobre el proyecto de los mini-Baymax. Se habían pasado la noche entera en ello -bueno, Hiro mas que nada- y cantando canciones de Fall Out Boy y de rock viejo en español. Alguna vez congeniaron, cantando juntos con gran entusiasmo y otras muchas veces uno guiaba al otro en una letra complicada que salía como balbuceos. Miguel iba relajado, con las manos metidas en los bolsillos, olvidando el frío de la madrugada. Hiro iba con una sonrisa en los labios y bromeaba con frecuencia a causa del mexicano.

Se detuvieron en la acera frente a la Universidad, Hiro a punto de despedirse. −Gracias por acompañarme en mi aburrida noche de trabajo en domingo...

Miguel negó con la cabeza, divertido −Sabes que voy a llevarte a tu casa, ¿verdad?

Hiro hizo una graciosa mueca con los labios, fingiendo molestia −Puedo cuidarme solo− el mexicano alegó lo contrario y se enfrascaron en una tonta discusión al respecto. El americano recordándole que él era dos años mayor y que conocía la ciudad como a la palma de su mano; mientras Miguel repetía una y otra vez que Cass lo mataría si se enteraba que lo había dejado volver solo en la madrugada, teniendo la oportunidad de haberlo acompañado. El pelinegro comentó algo como que se parecía a Fred en su afán de acompañarlo a todos lados y a Miguel no le agradó ni un poquito la idea.

Al final el americano no pudo quitarse de encima al Rivera y ambos partieron calle abajo, hacia la parada de autobús más cercana, donde Miguel tomaba el transporte público de lunes a sábado para llegar al café. Se sentaron al lado del otro en la pequeña banca, después de asegurarse de que alcanzaban el último viaje. Pasaron al tema de la carrera del mexicano. Ahora le tocó a Hiro quedarse callado mientras escuchaba atentamente al chico emocionado hablando sobre su amor por la música y sus sueños de convertirse en un gran productor y escritor de canciones.

Después de unos cinco minutos de espera llegó el autobús. Este se encontraba vacío, pero decidieron sentarse alejados del conductor, para seguir conversando. −¿Siempre eres tan insistente?− Preguntó Hiro de repente.

Miguel se rió entre dientes encogiéndose de hombros. Su espalda era ancha así que ocupaba parte del asiento del contrario, quien era también más robusto de lo que aparentaba, y por tanto se esforzaba en mantener su distancia con Miguel, pegado a la ventana.

−Es un rasgo Rivera− Comentó orgulloso.

Hiro rió entre dientes, sin embargo, al mirar hacia su lado notó la expresión nostálgica pintada en el rostro de Miguel −¿Los extrañas mucho?− Preguntó. Su tono aterciopelado sorprendió al chico. No sabía que estaba siendo tan obvio.

Asintió, concentrando su mirada en sus manos, que se movían nerviosas entrelazándose y liberándose de tanto en tanto −Nunca había estado tanto tiempo separado de ellos− Dijo. Su voz bajó un par de escalas, raspando su garganta en un esfuerzo por no echarse a llorar. Aun le dolía mucho extrañarlos tanto. −Somos todos muy cercanos...

Sobre dos amores ⟨Higuel⟩Donde viven las historias. Descúbrelo ahora