Sobre el silencio y un extraño encuentro

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Un grito agudo despertó a Miguel a la mañana siguiente. Se levantó sobresaltado, a pesar de su dolor de cabeza, solo para encontrarse a Cass de pie en el inicio de la sala de estar. La mujer, ya completamente vestida y lista para iniciar con su rutina diaria, pareció haber descargado un peso de encima en cuanto le reconoció la cara. −Perdona yo... no sabía que estabas aquí...

El muchacho se puso en pie, bastante avergonzado, arreglándose las ropas arrugadas pobremente con ayuda de las manos, mientras se disculpaba por su imprudencia. Sin embargo, a pesar de la impresión inicial, Cass parecía verdaderamente contenta con su presencia. Interrumpió las explicaciones revueltas de Miguel para obligarlo a pasar al comedor, alegando que ya le contaría todo cuando tuviera el estómago lleno.

No importó cuántas veces le dijo el chico que aquello no era necesario, la mujer hizo caso omiso y se adentró a la cocina para prepararle unos panqueques para desayunar. Miguel habló entonces. Ella ya sabía que habían ido juntos a ver un partido en el campus universitario y el mexicano partió desde ahí, comentando sobre su noche en vela en el laboratorio de robótica y como habían llegado tan tarde que había terminado por perder el último autobús y que por ello había tenido que quedarse en su casa. Omitió a sabiendas la parte que confería al alcohol y la charla de ayer, aunque sabía que Cass notaría tarde o temprano las botellas de alcohol rebajadas casi a la mitad que habían quedado en el mostrador la noche anterior.

Ella le agradeció por acompañar a Hiro a casa y preguntó con entusiasmo sobre el partido y como habían pasado la noche. Miguel contó lo que creía que podía contar y se calló el resto, aun así muy conmovido con el cariño que profesaba Cass por su sobrino. −¿Te importaría llamar a Hiro para desayunar?− Preguntó desde la cocina −Es la puerta del fondo.

Miguel asintió, levantándose de la mesa del comedor y siguiendo su camino ya familiarizado con este. Se restregó las manos contra el incómodo pantalón de mezclilla, de repente sintiéndose nervioso. No había visto a Hiro desde ayer y, después de sus pensamientos aturdidos de anoche y el sueño raro que había tenido, no estaba listo para encontrarse con él todavía.

Llamó a la puerta con un suave toque. Se quedó de pie, moviendo la pierna izquierda a causa de la ansiedad y esperó. Nada ocurrió dentro. Volvió a llamar, esta vez un poco más fuerte, y se inclinó hacia la madera esperando poder percibir aunque sea un sonido. Nada ocurrió nuevamente.

Golpeó la puerta con los nudillos una tercera vez, aún más fuerte y llamó el nombre de Hiro. Sabía que no debía entrar a su habitación sin permiso, pero no parecía que fuera a salir si no entraba él mismo por el pelinegro. Se debatió un segundo -solo uno- antes de girar la perilla y entrar en la recamara.

A la luz del día esta era bastante diferente. La cama de Hiro se encontraba en una esquina, paralela a una pared plegable que daba paso a otra parte de la habitación que parecía encontrarse vacía. Había, a un lado de esta, una estantería llena de figurillas de acción y al frente de la cama se encontraba solo un escritorio con su silla giratoria, lleno de un sinfín de papeles y partes robóticas -justo como el escritorio de su laboratorio-. Solo le dio una mirada rápida antes de dirigirse al cuerpo desplomado en la cama, que apenas parecía respirar. −Hiro− su mano se posó en el hombro del contrario, pero este ni siquiera reaccionó. Miguel pensó que a lo mejor el muchacho se había muerto de un coma etílico... temió por su vida; Cass iba a matarlo −Hiro, por favor, despierta. Tu tía está haciendo el desayuno.

Esta vez lo zarandeó un poco, pero el otro siguió sin moverse. Miguel se alejó con nerviosismo, a lo mejor si le había pasado algo y él se había limitado a botarlo en su cama la noche anterior e irse. Esta vez recurrió a medidas más drásticas; de un momento a otro despojo al chico de las mantas que lo cubrían y lo alejó de su antigua posición de un pequeño ovillo en el medio de la cama. Esta vez Hiro se quejó y gruñó en el medio de su sueño, pero no abrió los ojos.

Sobre dos amores ⟨Higuel⟩Donde viven las historias. Descúbrelo ahora