Sobre lo real y lo ficticio

184 31 12
                                    

Después de aquella revelación, Miguel Rivera fue consciente de todas las pequeñas cosas que le gustaban de Hiro Hamada y, aunque no sentía esas traviesas mariposas que todo el mundo siempre describía como la sensación de estar enamorado, Miguel creyó que había sido muy tonto como para no haberse dado cuenta hasta aquel momento.

Hiro, sentado a escasos centímetros de él, parecía no haber reparado en lo callado y absorto en sus propios pensamientos que había quedado su compañero, y comenzó a parlotear sobre lo duro que había sido trabajar todos esos días hasta altas horas de la noche en el laboratorio. Miguel le miró suspirar con cansancio, reír cuando recordaba algo divertido que habría ocurrido en el transcurso de su semana, y le vio enfadarse de nuevo por cosas que no habían salido bien.

Le vio, en silencio, hablar tan fluidamente como aquella noche en que se habían quedado juntos en su laboratorio... y sonrió. Los cabellos de Hiro se mecían cuando este reía y había tenido que interrumpirse de vez en cuando solo porque las gafas, que no estaba acostumbrado a usar, amenazaban con caérsele sobre el regazo. Miguel quiso alargar la mano y ayudarle a empujar aquellos anteojos sobre el puente de su pequeña nariz, pero se contuvo.

Su mano hormigueaba con la sensación de querer tocar la mejilla del contrario, con solo acercarse, y Miguel se preguntó cuánto tiempo llevaba ese sentimiento ahí, como para que ahora que lo sabia sintiera aquella necesidad tan tonta, tan absurda como era simplemente sentirse más cerca del peli-negro.

Los nervios le hacían removerse de cuando en cuando en su lugar, y provocaban que su risa sonara rasposa y no tan cantarina como solía ser. Pero, tampoco era esa ansiedad que había sentido antes en el estomago y que tantas veces había llegado a confundir con estar enamorado, tampoco eran las dichosas mariposas, era solo el hecho de que, ahora más que nunca, Miguel sentía que estaba a punto de soltarle a Hiro que le gustaba. Si, ahora que lo sabía, Miguel entendía que había sido aquella sensación de antes cuando creyó que necesitaba ocultarle algo a Hiro.

−¿Qué, te estoy aburriendo? – La voz de Hiro le arrastró fuera de su ensoñación. El chico parecía un poco angustiado, quizá por la verdadera preocupación de estar siendo una compañía pesada.

Miguel negó rápidamente con la cabeza, lo que menos quería era que Hiro creyera ahora que no podía contarle sobre las cosas que le pasaban por temor a que el mexicano las encontrara poco interesantes –No, claro que no− Balbuceó primero. ¿Era una broma? El Rivera se regañó a sí mismo por estar actuando tan tontamente y se obligó a armar las palabras con coherencia. –Es solo que también he estado pasando algunas noches despierto y no tengo muy buen aspecto...

Hiro le miró un tanto extrañado, pero le dejó pasar. Miguel suspiró aliviado −¿Fue la canción? – Preguntó el mayor torpemente. El Rivera no notó como Hiro tuvo que apartar la vista de él, solo para mencionarle algo sobre la canción que había estado escribiendo, porque el chico había fingido acercarse la caja de jugo de naranja, antes de volver a servirse otro vaso. O quizá el Rivera simplemente estaba tan distraído observando la forma en que el cabello del chico había caído sobre su cara, como para haber notado aquel sutil movimiento.

−Si, bueno...− No podía decirle que no solo había sido la canción la que le había mantenido todas aquellas noches despierto, sino también él... y Captain. Miguel reaccionó ante la sola aparición del héroe en sus memorias y definitivamente prefirió no mencionarle a Hiro sobre ello. Primero porque parecía que al chico no le agradaba mucho el superhéroe, y segundo, porque sus encuentros con Captain eran una parte de su vida que no podían mezclarse con su vida real, su vida cotidiana. Mucho menos después de haberle dicho a Hiro que tenía una especie de flechazo por el superhéroe la última vez que habían hablado sobre él. –Es solo que suelo perderme mucho en la música cuando estoy componiendo− Dijo, no siendo realmente una mentira, sin embargo. No había razón para mentirle al chico a su lado –Y en realidad es por eso que no he tardado tanto en escribirla.

Sobre dos amores ⟨Higuel⟩Donde viven las historias. Descúbrelo ahora