Aun si había recibido una respuesta, Miguel no pudo pegar el ojo en toda la noche pensando en Hiro. ¿Cómo había podido decirle tan calmadamente que andaba metido en un asunto ilegal? Se preguntó si Hiro era verdaderamente tan descarado como se presentaba ante él o si simplemente era un tonto. Definitivamente no sabía qué pensar acerca del chico, para el Rivera, Hiro Hamada era una misteriosa y espeluznante caja de sorpresas. Tanto así que definitivamente el chico había terminado por botar fuera de sus pensamientos a sus tan admirados héroes citadinos y sobre todo a aquel misterioso hombre de traje purpura.
Tampoco sabía qué pensar sobre sí mismo. Puesto que no importaba cuantas veces se dijera que iba a dejar todo fluir y esperaría con paciencia a que el americano decidiera si quería mejorar su relación o no, él seguía una y otra vez entrometiéndose en la vida del chico, curioso sobre él, decidido a desentramar todo lo que tenía que ver con el Hamada.
Gracias a dios el día siguiente era domingo, por lo que durmió gran parte de la mañana, se puso en regla con los deberes y descargó el estrés hablando largas horas con su familia; así el lunes por la mañana tuvo las energías renovadas para no morir en el camino a su primera clase.
Aquel día estaba lloviendo mucho para tratarse del mes de octubre y maldijo a los cuatro vientos por no ser tan listo como para haber comprado antes un paraguas. Andaba por todos lados completamente empapado, escurriendo agua en los salones de clase y siendo objeto del cuchicheo de sus compañeros.
Nunca le habían gustado los días lluviosos. El alma se le volvía triste y las ganas se le iban de a poco. Llegó casi muerto a la hora del trabajo. Leo, quien sí parecía ser una persona de días nublados como aquel, andaba revoloteando alegre por los alrededores hasta que lo vio llegar. El cabello castaño oscuro escurriendo agua, las botas llenas de barro, el abrigo pesado a causa de la humedad y el semblante sombrío y cabizbajo.
Al chico no le quedó más remedio que darle una buena regañina. Que como se le ocurría andar como si nada bajo la lluvia, que si no le tenía miedo al catarro, que si no pensaba en la de ropa que tendría que lavar después de eso, que si acaso se quería morir de hipotermia con ese abrigo tan delgado. Que si... que si...
El Rivera le dijo que no había problema y a Leo no le faltaron ganas de jalarle las orejas. En cuanto Cass lo vio, lo mandó de inmediato al baño a cambiarse de ropa. Le pasó unas prendas, que obviamente pertenecían a su sobrino y no esperó a que Miguel refutara. No estaba objeto a discusión, se iba a enfermar si pasaba un segundo más con esa ropa toda mojada y ella no iba a permitir eso.
Dado que era más ancho y un poquito más alto que el menor de los Hamada, la ropa le venía pequeña. Salió del baño con los pantalones por arriba de los tobillos y la sudadera apretada en torno a los hombros. A Leo se le escapó una risita al verlo salir, y tanto Cass como él lo fulminaron con la mirada.
Se puso a trabajar entonces, a paso rápido, porque había mucha gente a pesar de la incesante lluvia -o quizá a causa de ella- y su compañero no se daba abasto solo. Era un tanto incomodo andar de aquí para allá con la ropa de una -o dos- tallas más pequeñas que la suya, pero sabía que la ropa húmeda no habría sido mucho mejor.
A eso de las seis de la tarde entró Hiro. No venía de la calle, sino de arriba y su tía le reprendió por haber salido de la cama en cuanto lo vio parado al pie de las escaleras. Él alegó que ya se sentía mucho mejor y que solo había bajado porque se estaba muriendo de hambre. Pasó de largo de Miguel, sin siquiera echarle encima una mirada. Aquello le enfadó demasiado, quizá más de lo que debería.
No esperaba más que los agradecimientos de anoche, pero al menos había estado pensando que podrían seguir desde donde lo habían dejado antes; en los saludos cordiales y las charlas vacías. Se ahorró el drama y se tragó el orgullo malherido, fingiendo que no le importaba. A él que le importaba si había querido ser amable y había ayudado al muchacho en lo que parecía ser su peor momento. No le importaba en lo absoluto que el otro no le hubiera ni querido mirar después de ello. ¿Y que si él se había verdaderamente esforzado en ser su amigo? Pequeñeces que a él, definitivamente, no le importaban.
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Sobre dos amores ⟨Higuel⟩
Fanfic«Miguel ve en Hiro Hamada a un genio testarudo, huraño, solitario; una caja de secretos hermética que lo intriga a cada minuto que pasan juntos. Quiere descubrirlo todo de él, hundirse en el nuevo universo que es el muchacho de tez blanca y rasgos d...