Capítulo I: El oficio y el recién llegado

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Lunes, lunes por la mañana. El comienzo de otra jornada laboral, el comienzo de otra semana. De otro día.

Zhongli se encontraba alistándose para su trabajo. Mientras se cepillaba los dientes, observaba en el espejo su ojeroso rostro. Odiaba su trabajo y la rutina que implicaba. Ser explotado 10 horas diarias semanalmente no era para nada agradable. Apenas tenía tiempo ni para respirar. Era trabajar hasta la exhaustación para que en sus limitadas horas libres se vea tan cansado que no le quedaba energía para más nada. Y no solo eso, trabaja a cambio de miserias que apenas cubrían sus necesidades. Si seguía con ese estilo de vida se iba a desgastar rápidamente.

Miró la hora en su reloj de muñeca, genial, estaba llegando tarde. Se arregló como pudo y salió corriendo a la oficina.

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Luego de un embotellamiento camino a la oficina, un ascensor descompuesto y seis pisos más tarde, Zhongli por fin pudo llegar a su cubículo, casi una hora tarde si no más. El día ni siquiera había empezado y ya se sentía exhausto. Se dejó caer en su silla mientras encendía el ordenador. Cerró los ojos y planteó en echarse una renovadora siesta de cinco minutos. Por una parte había llegado terriblemente tarde; por otro lado así de cansado no podía trabajar. Mientras discutía consigo mismo de si dejarse caer dormido o no, sintió un portazo.

― Zhongli, ¡buenos días! ―pronunció una animada voz femenina; la joven de ojos carmesí se encontraba parada en la entrada con una sonrisa de oreja a oreja. Como si no fueran las siete y media de la mañana.

―¿Qué quieres Hu Tao? ―preguntó frotándose las sienes. Era muy temprano y ni siquiera había bebido su café.

― Tch, que amargado ―reclamó la castaña―. Venía a infomarte que el nuevo supervisor vendrá hoy.

Antes que Zhongli pudiera responder, Hu Tao salió de la habitación con un portazo, dejándolo aturdido. Nuevamente se repitió: es muy temprano para esto.

― Con que un nuevo supervisor...

Zhongli era consciente de que no hace mucho su empresa había sido comprada por una mucho más grande y que los cambios administrativos no tardarían en llegar. Su ex supervisora, la señorita Ningguan había sido una excelente jefa, aunque en si no era su jefa, se imponía como una. Le era agradable, si bien su relación se limitaba a un ámbito puramente profesional, era una persona ordenada y trabajadora con gran determinación y capacidad. Si bien nunca fue capaz de pedirle un aumento, de seguro cedía. Que cobarde. Ahora con su nuevo supervisor han de cambiar las reglas de seguro. Desconocía si la señorita Ningguan había sido despedida o simplemente transferida, en una empresa tan grande es complicado estar al día con todo el chisme.

Según los rumores, esta empresa a la que ahora pertenecía tendía a acomodar gente, es decir, posicionar gente no apta para sus puestos simplemente porque tenían el favoritismo del dueño. Eso le generaba cierta preocupación, su nuevo supervisor podría tranquilamente llenarlo de papeleo por la misma paga y no podría ni rechistar.

Solo estaba agradecido que había conservado su puesto.

Comenzó a teclear peresozamente en el ordenador. Tenía una pila bastante grande de papeleo que ni de casualidad iba a terminar ese día. Suspiró. Trataba de recordar porque seguía en este puesto para mantenerse firme y no decaer.

De todos modos iba a ser una larga mañana.

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Cuando sonó la alarma casi le da un infarto. Estaba haciendo su trabajo en modo automático, casi sonámbulo. Apagó de un manotazo la alarma y se limpio la baba de su mejilla de su estado zombie. Se retiró los lentes y apretó el puente de su nariz, demonios, realmente parecía un robot.

Incógnito | Zhongli X Tartaglia/Childe (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora