Capítulo XXI

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CAPÍTULO XXI: “Hablemos ahora a los Mendoza…”

AUTORÍA: Regina

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Armando no lo podía creer, “su Betty” lo había aceptado y delante de sus papás y, que forma de demostrarle que estaba contenta con su proposición, si ese beso lo dejo anonadado. ¡Guau como que su niña, era muy fogosa cuando se lo proponía!

A regañadientes Don Hermes acepto la relación y fijaron fecha para la boda en seis meses, luego de recuperada la empresa y devuelta a sus dueños. Después de ser aceptado por sus suegros, Armando decidió que le debía una razón a sus padres y como hacia ya un tiempo que había aprendido que con la verdad se gana mucho, decidió enfrentar toda la situación, por supuesto que Betty lo presiono para que enfrentaran a los señores Mendoza juntos... Don Roberto escuchaba anonadado toda la historia y con lujo de detalles de boca de su propio hijo. Esta sumamente molesto y enojado.

DR: ¿Cómo Armando, como pudiste?

A: Papá, he aprendido que soy responsable de lo que hago, cualquiera que sea el sentimiento que tenga y que no siempre es suficiente ser perdonado por los otros; a veces tengo que perdonarme a mí mismo y eso, eso me lo enseño esta maravillosa mujer que tengo a mi lado y que ha aceptado ser mi esposa en seis meses.

DR: Pues yo no tengo su capacidad de perdón y menos de comprensión Armando, lo lamento, pero no puedo, no puedo perdonarte (Sin decir más y dejando a todos en una profunda angustia, se retiro de la sala).

DM: Hijo, Beatriz, no lo tomen a mal, ya le pasará, ha sido demasiado fuerte para él, denle tiempo. Ahora… ustedes están seguros de lo que van a hacer?

A (toma la mano de Betty y la mira con adoración) : Yo nunca estuve tan seguro de algo en toda mi vida, de que amo a esta mujer, mas que a mi propia vida y que moriré en el intento de hacerla feliz.

B: Armando! (Mira a su futura suegra)... Si doña Margarita, yo también estoy segura de que su hijo es un gran hombre y que solo deseos su felicidad para toda la vida.

DM: Bueno solo me queda desearle que sean muy felices y cuenten conmigo para los preparativos de la boda.

Betty mira a Armando y ambos contestan con un escueto gracias. Ese momento pasó y, contrariamente a lo que pensó Betty, fue mejor de lo que esperaba, solo le quedo la angustia por la actitud de don Roberto, pero pronto tendría la ocasión de hacer reflexionar a su suegro.

Salieron de la mansión Mendoza, abrazados. Armando fingiendo una alegría que no sentía, aun le retumbaban en su mente y en su corazón los reclamos de su padre.

B: Estas bien amor?

A: Siempre que estoy a tu lado lo estoy, mi vida.

B: No finjas Armando, tu estas triste… por tu papá…

A: Lo tengo merecido Beatriz, él tiene razón, que tu seas un ángel que me ha perdonado, no quiere decir que me merezca el perdón de todos a los que arrastre conmigo. Fui un inconsciente, un canalla, un loco, no se… Pero bueno… ya no tiene remedio, lo único que me queda es tu amor y doy gracias a Dios por ello…

B: No hables así mi amor, tú tienes mucho, eres mucho más de lo que piensas y con el tiempo se los podrás volver a demostrar a todos y en especial a ti mismo (Se detuvo, tomo su rostro entre las manos y lo miro profundo a los ojos)... Tu Armando Mendoza, eres el mejor hombre que conocí en mi vida, el mejor que hubiera podido desear y tener, te amo y, no me importa nada ni nadie que no seas tú.

A (abrazándola muy fuerte contra su pecho) : Te amo, cielo, no se que hubiera sido de mi sin tu amor.

B (lo mira con picardía y esbozando una sonrisa le dice) : Pues creo que estaría seduciendo a una belleza mejor que otra, doctor Mendoza, oj, oj, oj

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