Jaith

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Jaith McCall.

Nacionalidad: Inglés.

Fecha de Nacimiento: 12 de enero de 1993.

Edad: 24 años.

Universidad: Imperial College of London.

Eso era todo lo que podía recordar acerca de aquel chico que fácilmente se había colado en la habitación de Zareck hacía un par de días atrás. Su padre le había dado la orden de abandonar el caso de Zareck ese mismo día en la mañana.

Pero, su respuesta había hecho que incluso el mismo Cristopher, considerara la opción de no opinar acerca de la reputación de Ariadne. Ella se tomaba muy enserio lo que dirían de ella en el futuro y había reclamdo la ineptitud de su padre.

¿Qué crees que dirán de mí en un futuro? — prácticamente le había gritado a su progenitor, pero no le interesó en lo más mínimo. — Me vale mierda lo que digan de ti papá, pero es mi reputación y Ariadne Kohler nunca, escúchame bien, — su mirada se heló. — Nunca se rinde. 

Por lo que a las 3:15 de la tarde se encontraba caminando por los pasillos del hospital psiquiátrico en busca de cierto chico de cabellos tan oscuros como la noche. Después de un par de minutos de busqueda, por fin lo encontró en una de las mesas de la cafetería.

—Jaith, — lo llamó suavemente, mientras se sentaba frente a él.

—Señorita Kohler, — pronunció con reconocimiento.

— Aún hay cosas que quiero saber sobre tu relación con Zareck, — lo miró desde arriba. — Ese día ni si quiera pudimos comenzar a platicar.

Jaith miró al rededor, cómo si buscara algo. 

 —Deberíamos hablarlo en otro lugar, — le dijo, mientras tomaba la botella de jugo y se ponía en pie. — En estás paredes nadie está a salvo.

Lo siguió por los pasillos, hasta los jardines traseros del hospital. El chico eligió una mesa vacía un poco alejada de las personas normales. Aquellas personas que nunca causaban disturbios, por alguna razón comenzaba a pensar que Jaith no quería que nadie en el hospital supiera.

Y una vez que estuvieron sentado los dos, Jaith sintió la mirada de Ariadne sobre él. La mirada fría y pesada hizo que algo dentro de él se estremeciera por completo. Jamás, había sentido tanto peso en un sólo gesto.

—Crees que yo lo hice, ¿cierto? — fue lo primero que preguntó después de haber notado aquel gesto.

Ariadne se sintió bien de que al menos el chico quisiera cooperar, estaba segura de que sí hacía las preguntas correctas obtendría la información que necesitaba. Debía admitir que el chico era inteligente, ella aún no había olvidado la amenaza que le había dedicado.

—Tengo mis dudas, — esa fue la respuesta.

Estaba a una distancia prudente del chico de vivos ojos grises, sentada en una de las bancas que le permitía mirarlo de frente, pero dejando un espacio prudente entre ambos. Y aunque, al principio se sentía intimidada, realmente agradecía que no hubieran muchas personas en el lugar.

—Nunca le haría daño a Zareck, aunque con ello pusiera en juego mi propia vida, — afirmó el chico en completa seriedad.

Araidne fue capaz de captar la sinceridad en cada una de las palabras del chico. Pero, no se dejaría llevar por un tono que cualquiera era capaz de imitar a la perfección. Sabía que no podía confiar en nadie y las acciones del chico le parecían sumamente sospechosas.

—Seré directa, porque no tengo deseos de peder mi valioso tiempo contigo, — su sinceridad pareció aplastar al chico frente a ella. Lo miró directo y enarcó una ceja. — ¿Qué es lo que pretendes?

Requiem FinalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora