Dudas

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Se sentó en una de las bancas más apartadas del jardín trasero. La brisa fresca le pegaba de lleno en el rostro, mientras recordaba lo que había hablado con Jaith el día anterior. Aún cabía la posibilidad de que el chico le estuviera mintiendo.

Su móvil sonó, haciendo que saliera rápidamente de sus pensamientos y sacará el estruendoso aparato del bolsillo del jersey. Miró la pantalla y una sonrisa se dibujó en su rostro. Sin embargo, ella había ganado.

 —Hey, — ese fue el saludo para su hermanito. Podía imaginarlo con esa sonrisa tan caractéristica de él. —Te he escrito esta mañana.

—Lo sé, — la voz de Criss se escuchó con algo de alegría. — ¿Cómo te sientes?

Ariadne sintió una punzada extraña en su cabeza. No era como un dolor de cabeza, sino algo más leve. Y sólamente duro unos cuantos momentos, nada más.

—Muy bien, — le dijo ella con el mismo tono alegre. Quizá, hasta rayaba en lo ridículo.

—¿Estás segura que te sientes bien? — volvió a preguntarle el chico de cabellos oscuros.

—Me siento perfectamente bien, Criss, — fue lo único que atinó a responder, pero sus palabras estaban cargadas de una sinceridad que realmente no sabía de donde había salido.

—¿Segura, segura, Ari? — volvió a preguntar.

—Estoy bien, Criss,— le dijo ella con el mismo cariño que una madre le tiene a su hijo. — ¿Por qué insistes?

Era la primera vez desde que había despertado que Criss la llamaba. Durante la noche, satisfecha con lo que había conseguido por parte de Jaith, había intentado recordar lo que había sucedido antes de caer en ese agujero negro.

Nada.

Eso fue lo único que acudió a su mente.

Aunque la amnesia no era algo que la preocupara, considerando que era muy poco lo que podía recordar acerca de su infancia y de su adolescencia, la situación nunca había sido tan grave. Estaba consciente de que había olvidado días enteros y eso no solía pasarle.

—Porque estoy preocupado.

—¿Por qué estás preocupado? — le preguntó como lo haría cualquier psiquiatra.

—Después de lo que sucedió, cualquiera estaría paranóico, — la respuesta de Criss tenía un punto, realmente. — Por lo que sé, fue un intento de asesinato.

Touché.

—Criss, estoy bien, — le dijo, dándose por vendida. En algunas ocasiones su hermanito era tan intenso como ella. —  De verdad, hermanito.

—Si tu lo dices, — lo escuchó suspirar profundamente. — ¿Ya puedes recordar algo? ¿Lo que dijiste sobre mamá?

Aquello la sorprendió por completo. ¿Sobre su madre? ¿Qué le había podido decir ella sobre su madre? Intentó recordar, por todos los medios intentó traer ese recuerdo a su mente. Sin embargo, no pudo recordarlo.

Ni si quiera podía recordar como había empezado ese día.

—No, Criss, — le dijo en un tono triste. — No puedo recordarlo.

¿Qué mierda le pude haber dicho sobre nuestra madre?

Pero, al no escuchar una respuesta por parte de su hermanito se animó a preguntarle acerca de lo que, tal vez, pudo haberle dicho acerca de su madre. Eso pondría en evidencia muchas cosas y podría arruinar un millón más.

—¿Qué fue lo que dije Criss?

La sospecha estaba creciendo en su interior y parecía no querer irse. No quería pensar que le había dicho a Criss la verdad acerca de su madre. Durante una decada y más, había evitado a toda costa contarle la verdad.

Requiem FinalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora