Ari

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Ariadne salió de su habitación tan rápido como pudo y caminó hacia otro lugar en su departamento. Empujó la puerta y el polvo y las cajas la recibieron con los brazos abiertos.

Las manos aún le temblaban, al igual que todo el cuerpo. Sin embargo, el dolor de cabeza había desaparecido súbitamente, dejándola pensar y sacar conclusiones que tal vez, no serían acertadas.

Aquello que había visto hacía apenas unos cuantos minutos atrás tenía que ser una jodida broma de los oji azules y del último invitado. Ella había estado con Calleigh durante ese tiempo.

Pero, no recuerdo nada - se dijo a sí misma, mientras contenía las lágrimas en sus ojos. - Cómo siempre, no puedo recordar lo que sucedió.

Caminó hacia una de las cajas y la abrió con sus propias manos, presa de la angustia y la rabía que habían estado dormidas durante mucho tiempo y que ahora, pedían a gritos salir.

Tomó el único libro que le podría hablar brevemente acerca de una parte del pasado de Zareck que hasta ella misma desconocía y que no estaba segura de que nadie más conociera.

-Cal - pronunció, mientras se sentaba en el suelo y pasaba las páginas.

El rostro de Zareck le dio la bienvenida una vez más, mientras una chica realmente hermosa lo abrazaba por detrás, haciendo que sus manos descanzaran sobre el pecho del castaño.

-¿Quién es ella? - y entre un montón de preguntas, un rostro conocido se abrió paso entre sus pensamientos. - Tú tienes las respuestas.

Cerró el pequeño album de fotografías y se dirigió con pasos firmes hacia el único lugar donde estaban las personas que sabían las respuestas a todas sus incógnitas.

Me mintió - se dijo furiosa, mientras una idea tétrica atravezaba su cabeza. - Y se me ocurrió contar con él.

El cuerpo lleno de cicatrices de Zareck comenzó a dibujarse en su mente una vez más. Tomó sus llaves y cerró la puerta de su departamento, recordando perfectamente como había dejado cada cosa.

Calleigh - susurró en su mente.

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Sus ojos azules miraban fijamente hacia la puerta del lugar. Las paredes blancas eran el único paisaje que podía admirar en esos momentos, pero también le hacía pensar en la visita de Jaith una y otra vez.

El desierto de los tártaros - se dijo a sí mismo, mientras veía la pequeña tapa del libro.

-La vida decidió que es el momento de partir - su voz resonó en todo el lugar. - El tren de mi destino seguiré.

Tenemos muchas cosas de las que hablar, ¿no? - las palabras de Jaith hacía unos cuantos segundos.

-Soy un navegante de este barco en alta mar - sus brillaron brevemente, dejando que una lágrima resbalara por su mejilla. - Esta tormenta me hace daño, pero estoy...

La risa feliz de Uriah volvió a hacer eco en su mente y con ella, las lágrimas se volvieron más fuertes al igual que el deseo inexplicable que comenzaba a hacerse perceptible en su corazón.

¿Cómo se llamaba este sentimiento? - se preguntó en completo silencio, dejando que las lágrimas cayeran sin remedio alguno.

Se limpió las lágrimas que delataban su verdadero estado de ánimo y volvió a sentir la presencia tétrica de hacía unos cuantos años atrás. Aquella que lo había aseschado cada tarde después de clases, aquella sombra que lo había reclamado como posesión de la muerte.

-Ari - la llamó con un susurro desesperado, mientras atraía sus piernas hacia su pecho. -Ayúdame, por favor - suplicó, mientras enterraba su rostro entre sus brazos, presa del pánico y el terror.

La muerte nunca falla - el susurro se combinó con el olor a cigarrillo.

Estaba seguro de que alguien estaba en la habitación con él y sin embargo, cuando levantó la mirada se encontró completamente solo, en medio de un lugar completamente oscuro y desolado.

Su cuerpo comenzó a temblar cuando sintió frío y buscó, por inercia, la manta que le había dado Ariadne hacía algunas semanas atrás. Ella era la única que no le había mentido y la única que parecía confiar en él ciegamente.

-Ari - llamó su nombre en un susurro suplicante. - Ayúdame.

Las lágrimas comenzaron a caer con más fuerza cuando sintió como la cámara que lo vigilaba se movió suavemente hacia el lugar donde él estaba. Podía escuchar el leve sonido en toda la habitación, cómo un chillido desolador.

-Ayuda - susurró la más bajo que pudo, sintiendo como su piel se erizaba.

Sin embargo, se quedó completamente quieto de un momento a otro. El sonido se había ido y el silencio volvía a reinar en toda la habitación, dejando un sentimiento de constante peligro en el chico de cabellos castaños.

Zareck - el susurro contra su oreja, parecía real y supo que era verdad cuando sintió la lengua cálida lamer su cuello.

Cerró los ojos y tragó en seco, apretando el agarre sobre la cobija que le dio Ariadne. Las lágrimas picaban furiosa dentro de sus ojos azules, pugnando por salir y hacer más grande la humillación del chico.

El agarre fuerte sobre su cabello lo devolvió a la realidad que tanto negaba y al pasado siniestro que quería negar con todas sus fuerzas. Un mordizco fuerte lo hizo gemir y sus lágrimas salieron.

-Sabes que te mereces todo esto - susurró la voz suave, pero rústica a la vez.

Sin embargo, no respondió, simplemente apretó más fuerte el agarre sobre su cobija. Podía sentir como la comezón se apoderaba del área lastimada y la sangre comenzaba a brotar sin piedad.

Y tal como en el pasado, no se atrevió a luchar.

Un tirón más hizo que los huesos del cuello le traquearan y se le hiciera dificil concentrarse, mientras un nuevo dolor explotara a un lado de su cabeza. El mundo dio vueltas en esos momentos.

-Si aún no has entendido el concepto de la palabra amor - le dijo empujándolo contra el suelo. - Amor significa que tu eres mio y yo puedo hacer contigo lo que me plazca.

Pero, ese no era el amor que él recordaba.

-Tu no me amas - le dijo en un susurro apagado, intentando concentrarse en lo que haría. - No amas a nadie.

-¿No? - le preguntó, y clavó sin piedad el cuchillo en una de las costillas de Zareck. - Sí, sí lo hago. Yo te amo, como tu no imaginas.

Zareck, no dijo nada mientras intentaba que el aire llegara a sus pulmones. Pero, cada respiración dolía más que la anterior y su mundo se desvanecía con cada segundo que pasaba.

-Si no vas a ser completamente mío, - Zareck sintió una lágrima caer sobre su mejilla. - Entonces...

La palabra sonó tan lejana, mientras sentía como el arma era sacada sin compasión de su tórax. Comenzó a jadear y a intentar no perder la cordura, mientras sentía que se hundía en un charco de sangre.

-No serás de nadie más - susurró su acompañante entre sollozos que se combinaron con una sonrisa diabólica. - De nadie más.

Se quedó inmóvil, mientras la observaba en completo silencio como una jeringa era introducida en su carne. La sensación de adormecimiento y de fátiga se hizo presente en todo su cuerpo.

-Si esa herida no te mata - sintió un nuevo corte. - Te juro que esto si te matará.

Con un leve movimiento de su cabeza, Zareck vio como la persona se marchaba, usando una gabacha blanca, como la que usaba Ari. Pero, notó la diferencia. La gabacha de Ari siempre estaba planchada y tenía un suave aroma a flores y perfume de mujer.

Ari - conjuró una imagen de la pelinegra antes de voltearse y comenzar a luchar, dejando un camino rojo trás de sí.- Quiero vivir - una lágrima resbaló. - Quiero vivir contigo, Ari.

Requiem FinalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora