𝐃𝐞𝐛𝐨 𝐡𝐚𝐜𝐞𝐫𝐥𝐨

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Todo era frío y oscuro

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Todo era frío y oscuro. Las corrientes de aire en esta temporada baja, podían erizar cada vello de mi piel, pero no tan tanto como la frialdad que se desprendía en cada espacio de esta mansión. Podía estar de día o noche, no habría diferencia en temperatura... Bueno, sólo después de las doce, cuando ya se iniciaba nuevo conteo de otro día, justo ahí, podría decir que la densidad era avasallante como mis ganas de correr fuera de este lugar.

No era cómodo. No lo era, y mucho menos para alguien cuyo casamiento con persona amada fue hace un par de semanas y sólo requería consumar tal acto en un espacio íntimo. Y vivir rodeada de la familia de mi esposa, no lo era. Admito que los primeros días fueron tensos pero llevaderos, mi cuerpo se negaba a adaptarse. Y hasta ahora, nada a cambiado. Incluso todo es como si el entorno, me atacara.

Miradas adornadas de algún gesto presuncioso e intimidante como una ceja alzada, donde la reprehensión por parte de mi suegro a cualquier inquisición de mi parte era "No hay necesidad de saber más allá de lo que te compete, Manoban. Sólo has tu trabajo". Correcciones y limitaciones como el lugar donde ejercer aquello de lo cual era tan de mi libertad en una oficina ubicada en lo más alto de un rascacielos en Busan, ahora eran unos metros cuadrados donde el ambiente se impregnaba del olor a madera y libros viejos. Ironía que ahora mi avistamiento sólo se saciara de alguna planta de sauco tras larga ventana, donde el color verde de la grama, me cortaba mi inmensidad y poder tan avistado en gran ciudad a mis pies, anteriormente.

Mi alimentar era limitado a la dieta impuesta por el Señor Kim a la servidumbre, cuya elaboración ya era de rutina para ésta al punto de elaborarla con los ojos vendados. Cuanto extrañaba mi paladar una explosión de sabor que me hiciera gemir de felicidad. O compartir en cualquier lugar a las afueras con ella.

Ella.

Podría cambiar mi rutina y dedicarme a explorar tal mansión que me haría perder entre una puerta y otra, incluso llevándome a cualquier espacio tan extraño y... quizá temeroso de mi inoportuna paranoia. Pero no. Sólo tenía conocimiento de aquella biblioteca, lugar de trabajo; el comedor, donde me era de incomodidad siquiera tal acto de comer tras la mirada de tres pares de ojos, cuales siempre seguían mis acciones; y mi habitación, donde la penumbra era violentada por la luz azulada de la luna cual invité al correr las cortinas y me acompañara a la espera de ella.

¿Por qué no podía salir? Pregunta tonta para alguien mayor acreditada con potestad absoluta de hacer lo que le plazca. Claro, pero no para quien tras amor incuestionable y cegador le absorbieron en el aceptar vivir aquí. Porque estaba ella. Sólo quería estar a su lado, pero a solas. Por razón tan entendible, es que decidí conversar con ella sobre irnos. Y a su espera me encontraba al filo de la cama, jugando con mis manos tan inquietas como la idea que necesitaba vaciarse de mi mente en palabras.

—No lo entiendes. No has sabido llevar las cosas. Y esto, es lo mejor para ella...

Mi rostro giró sobre mi hombro y mi mirada aterrizó sobre el filo de luz amarillenta que se colaba por debajo de la puerta, observando unas sombras moverse. Aquel murmullo pareció callar, pero persistía cierta movilidad de aquellos cuerpos. Así que a pasos livianos me dirigí de manera sigilosa tras la puerta; mi cuerpo y acciones adoptaron una actitud de asecho, pues los murmullos entre los Kim, a mis espaldas, siempre estaban presentes.

𝐄𝐋 𝐌𝐈𝐒𝐓𝐄𝐑𝐈𝐎 𝐃𝐄 𝐋𝐀 𝐌𝐀𝐍𝐒𝐈𝐎́𝐍 𝐊𝐈𝐌 ➤𝐉𝐄𝐍𝐋𝐈𝐒𝐀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora