Ir por unas margaritas

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Supongo que llega un momento donde nos sentimos cansados de luchar contra algo, al punto de ya dejarlo ser, ¿no? Supongo que más de una persona pasó de ello. Y es lo que hice por un momento; desconectar mis locas ideas y dejar que sucedieran las cosas. Hasta ahora, nada cambiaba. Par de días después de aquella fallida psicoterapia, nada cambió en cuanto al contexto y mis sueños. Pero sí a mi alrededor, donde la tensión fue mayor. Parecía sentir más ojos escépticos sobre mí, pendientes de cada movimiento de mi parte. 

¿Qué habrá dicho aquella mujer? De seguro nada bueno. No fue buena idea mencionarle sobre el nombre de Jennie inmiscuido en mis sueños.

Jennie.

¿Por qué debía dejar que nuestra relación se fuese al subsuelo gobernante de los Kim? Claro, eran ellos lo que querían que tal situación pasase. Que me rindiera y alejara de ella. De la menor de los Kim. ¿Pero por qué? Esa es la pieza que no me encajaba en todo el asunto y es que tampoco contaba con esa pieza, no sabía de qué tamaño y forma era. Sé que no soy bien aceptada por ellos, que estoy con Jennie porque fue ella la que decidió dejar fluir nuestro amor. ¿Será por aquello que no recuerdo, que ya no me quieren al lado de ella?

Dejé caer mi mano empuñada sobre el marco de la ventana, allí donde observaba la tarde caer desde mi habitación. Ella ya estaba por llegar... Bueno hoy estuvo conmigo hasta el mediodía, luego ya no la vi partir. Creo que mi actitud hace par de días no fue muy madura y receptiva con la tal Irene. Pero me es difícil sopesar aún, el simple hecho de que olvidé algo. El hecho de estar aquí. El hecho de no estar afuera compartiendo hasta simple cena con ella. Yendo por ella a su trabajo, comprando unas flores, esas que quiere para adornar su escritorio...

Flores.

Claro. Debo por lo menos salir y comprarle unas flores, prepararle la cena y pedirle disculpas por todo. Por someterla a mi comportamiento que, quizá pueda ser entendible, pero no es el mejor para mostrarme ante ella. Ella me ama, sólo lo hace por mi bien. Y yo, iré por flores y haré la cena, porque la amo y por el bien de nuestra relación.

—Flores... —agudicé mi mirada tratando de ver entre mis recuerdos cuáles eran sus favoritas—. Vamos, Lisa, recuerda. La flor favorita de tu esposa, esa que... le gusta, que tiene un significado especial, y que siempre le llevas en su... cumpleaños. ¿Margaritas? ¿Eran esas? Si..., deben ser margaritas.

Y de nuevo aquel vahío que desconcertaba mi cuerpo que ahora buscaba donde estabilizarse, llevando consigo una jarra que estaba sobre la pequeña mesa dispuesta a un lado de la ventana.

—Demonios... —el agua que contenía la jarra, se desplazó sobre la superficie. Agachando mi cuerpo para reponer la jarra en su lugar, sentí aquel fuerte vahío nuevamente. Pasaba siempre que trataba de recordar hasta lo más mínimo—. Vamos, Lisa, concéntrate. Ir por unas margaritas.

Dejé aquello así mientras buscaba algún calzado, dando con unas zapatillas deportivas blancas. No eran muy cómodas para época de frío, pero no sabía dónde dejó Jennie la mayoría de mis cosas personales, supongo que están en mi departamento. Quizá no quiso traerlas todas porque tampoco acepta el hecho de mudarnos aquí. Calcé las zapatillas, y busqué de mi fiel gabardina, tanteando, luego, en los bolsillos.

—Dinero... —Me reprimí ante el deseo de buscar en mi mente algo, pero ésta ya había dado con algo—. Soy Lisa Manoban. Tengo líneas de créditos abiertas en distintas tiendas, puedo dar con ello.

Aquello no sería un problema, el problema estaba en tratar de salir de aquí. ¡Sólo sería una salida por unas margaritas y algunas compras para una cena! ¿Por qué tendría que haber problema en ello? Regresaría aquí, de nuevo. No quería causar más discusiones con Jennie.

𝐄𝐋 𝐌𝐈𝐒𝐓𝐄𝐑𝐈𝐎 𝐃𝐄 𝐋𝐀 𝐌𝐀𝐍𝐒𝐈𝐎́𝐍 𝐊𝐈𝐌 ➤𝐉𝐄𝐍𝐋𝐈𝐒𝐀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora