PARTE CUATRO: EL ARREPENTIMIENTO

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Al ver a su hijo con cuchillas en sus manos, se asustó profundamente y no pudo articular palabras, Leo notó esto rápidamente y de manera sutil pero acelerada desvió la atención de su madre de lo que estaba sucediendo.

LEO ¡No te alarmes Ma'! Solo estaba buscando algunas cosas para un proyecto de la universidad.

­HELEN – Un proyecto de leyes... ¿con navajas? Exclamó su madre incrédula.

LEO – Si Ma' es un caso sobre homicidio y debemos buscar en nuestras habitaciones posibles armas homicidas. Dijo el chico entre risas nerviosas.

Su madre lo tomó como algo totalmente valido así que se tranquilizó, segundos después se sentó en la cama al lado de su hijo y puso la mano sobre su espalda acariciando levemente. Leo sentía que algo no estaba bien, su madre solía hacer esto cuando quería hablar de algo que no era cómodo para alguno de los dos, como aquella vez que lo sorprendió viendo pornografía y masturbándose. Les tomó dos semanas enteras volver a dialogar como madre e hijo y al principio fue igual de incomodo que en este preciso instante. Así que Leo rompió el silencio diciendo.

LEO – ¿Pasa algo?

Su madre lo miró a los ojos y le regaló una sonrisa triste. Leo no sabía qué estaba sucediendo exactamente, pensaba que tal vez aún estaba preocupada por la cuchilla.

LEO – En serio es para un proyecto. Dijo el chico señalando la cuchilla.

HELEN – No es eso mi amor... Exclamó su madre y añadió. – Quería hablarte sobre lo que dijiste el otro día viendo esa noticia sobre la chica de tu universidad.

Leo se asustó un poco creyendo que tal vez su madre sabía algo, pero se decía a si mismo que no era posible, no habría razón para que su propia madre sospechara de él... ¿tal vez el policía que lo interrogó en la universidad había venido primero a su casa? o ¿acaso las mamás tienen poderes psíquicos para saber lo que hacen sus hijos? Leo ya empezaba a sudar cuando su madre continuó diciendo.

HELEN – ¿En verdad crees que las chicas son las culpables de los abusos que sufren? Preguntó.

Leo se quedó petrificado por unos segundos, ya había sacado de su mente lo que su padre le había dicho un par de días atrás. Era suficiente con sentir ese dolor interno que no sabía de dónde provenía y con estar estresado por el crimen que había cometido.

Su madre lo miraba con ojos de decepción esperando una respuesta pero ante el silencio de su hijo decidió continuar hablando ella.

HELEN – Tu padre ya te lo mencionó, pero es hora de que yo te lo cuente por propia mano. Dijo su madre mientras le tomaba de las manos al joven. – El hermano de mi padre... mi tío, abusó sexualmente de mí durante cinco años. Dijo la agobiada señora.

La expresión de Leo era de incomodidad, vergüenza pero al mismo tiempo tristeza.

HELEN – Yo solo tenía doce años, ni siquiera me había terminado de desarrollar físicamente, vestía con vestidos infantiles y me peinaba como la niña que era. Contaba la madre de Leo, quien claramente se veía más afectada conforme avanzaba en la historia. – Yo no sabía qué era el contacto sexual, no tenía interés en los chicos todavía, era tan inocente que cuando todo empezó no entendía qué estaba pasando ni la gravedad del asunto.

Leo escuchaba atentamente su madre con un nudo en la garganta, recordaba sus palabras cuando vio la noticia de Rachel y empezaba a entender porque su madre lloraba en silencio ante el abuso de una desconocida.

El PenitenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora