PARTE OCHO: EL CAMBIO

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Segundos después de ver la imagen que le había enviado Carl, Leo sintió un terror indescriptible y un vacío gigante en su estómago. ''Va a pasar de nuevo'' pensó para sí mismo, así que de inmediato llamó a Carl por celular. Los segundos de espera se tornaron eternos, hasta que por fin el joven friki atendió el teléfono.

CARL – Pensé que jamás responderías, no sabes de lo que te hubieras perdido si no me llamas. Dijo el chico con una evidente emoción en su voz.

Leo escuchaba repugnado lo que decía Carl y antes de emitir sonido, respiró hondo y trató de calmarse, pues no quería alarmarlo y perder la oportunidad de evitar todo lo que estaba sucediendo.

LEO – ¿Se puede saber qué estás haciendo Carl? ¿Estás con Jamal y los otros? Preguntó Leo indagando.

CARL – ¿Pues qué crees que estoy haciendo? Y no, los otros no saben nada ¡Y no vayas a decirles tampoco! Exclamó Carl a modo de reclamo.

LEO – Sé que estás a punto de abusar de otra chica, solo me refiero a ¿cómo lo hiciste? ¿Por qué me avisas a mí y no quieres que los otros sepan? Seguía cuestionando Leo.

CARL – Preguntas muchas cosas León ¿Vas a venir o no? La carne está servida. Dijo Carl dejando escapar una sonrisa burlona.

Leo se sintió inmensamente impotente por lo repentino de la situación, no sabía qué hacer ¿debía llamar a la policía? No, podía ser contraproducente para él y Jamal podría darse cuenta. ¿Debía decirle a alguien? No tenía con quien hablar de algo tan delicado. La cabeza del joven era un torbellino de ideas en cuestión de segundos y aunque lo estaba evitando, la resolución era clara. Tenía que ir él mismo a impedir lo que estaba a punto de hacer Carl.

LEO – Ehh... ¡Espera! ¡Espérame! No toques la chica hasta que yo llegue ¿entendido? Dijo Leo muy afanado.

CARL – Sabía que querías compartir la experiencia... Está bien, no le haré nada pero apúrate... ¡Y entra por detrás! Para que los vecinos no te vean. Terminó Carl y colgó.

Leo se arregló lo más rápido posible y salió disparado hacía la casa de Carl, fue tan rápido que sus padres ni se dieron cuenta que salió. El desaliñado joven no vivía muy lejos, así que en cuestión de unos diez minutos Leo se encontraba en la parte trasera de la casa del chico.

Se detuvo antes de entrar porque realmente no tenía ni idea de que iba a hacer, tenía en la mente la imagen de la chica desnuda, amordazada y amarrada a la mesa, aquella que había visto en la fotografía enviada por su compañero criminal. Las imágenes se mezclaban y por momentos veía a Rachel de nuevo como aquella vez que abusaron de ella, tal vez por eso sintió la urgencia de venir a hacer algo al respecto.

A pesar de todos sus pensamientos no lograba idear algo, así que decidió entrar e improvisar sobre la marcha.

Leo ingresó a la vivienda sigilosamente y se dio cuenta que estaba completamente vacía, los padres de Carl parecían estar ausentes, siendo un sábado en la noche, no era tan raro. Subió las escaleras y desde ahí escuchó una voz que le gritó.

CARL – Por fin llegaste ¡sube rápido para que veas esto! Sonaba emocionado el joven.

Leo siguió ascendiendo hasta llegar a la segunda planta y después de tragar hondo, caminó hacía la habitación de Carl, ya había estado en un par de ocasiones en la casa del chico, así que conocía bien la casa.

Al llegar a su cuarto y empujar la puerta, pudo divisar perfectamente la escena: Era un cuarto digno de un otaku y friki, había posters de anime y videojuegos por todas las paredes, una katana colgada a un lado de la puerta, figuras de acción en repisas distribuidas por toda la habitación, habían mangas y comics en el piso, una consola de videojuegos y un televisor en una esquina, en la cama había peluches de chicas anime, pero el contraste estaba en el centro, lo que resaltaba en aquella habitación tan peculiar era la pequeña mesa en el centro.

El PenitenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora