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"Vigilar nuestras acciones, para no crear daños irreparables en otros"

—¿Por qué la dejaste entrar a mi casa? —pregunta papá.

—¿Qué haces aquí? —pregunto molesta.

—¿Mamá? —inquiere mi hermano.

—Que lindo recibimiento, gracias familia —saluda la que dice ser nuestra madre.

—Ya saludaste, te puedes largar —respondo cortante.

—Siempre fuiste la más amable de la familia, Hanan, gracias —responde con ironía.

—Y tú siempre fuiste la mejor de las madres. Gracias, Melisa — le devuelvo con la misma ironía.

—¿Qué haces aquí, Melisa? —pregunta papá—. Sabes que no eres bien recibida en mi casa.

—Solo vengo a ver como esta mi mamá —responde con voz inocente—. Sabía que Hanan a la primera de ver lo dura de la situación la abandonaría, así que vine a verla.

—¿De qué estás hablando? —pregunto sin entender.

—Sabía que no durarias nada al lado de tu abuela —me mira con rabia—, que cuando todo se complicara te irías y la dejarías sola.

—¿De qué hablas, loca? —cuestione cada vez más molesta— ¿Me podrías explicar de qué habla ella, papá?

—Nada, Hanan —responde mi padre mirando con furia a Melisa—. Si quieres...  —es interrumpido.

—¿Es que ni siquiera lo sabe? —pregunta con burla—. Que asco de persona das, Hanan. Tanto que dices amar a tu abuela y no sabes que el cáncer volvió con más fuerza.

—Ella siempre ha tenido cáncer, Melisa. No es nada nuevo —responde papá molesto.

—Si, pero no sabe que está de nuevo en Estados Unidos por tratamiento.

—¿Qué? — preguntó horrorizada.

—Si, está en la clínica de tu padre —dice con burla.

—No —me tapo la boca la agonía carcomiendo, a la vez que lágrimas empiezan a salir—. Eso es mentira, eres una mentirosa

—¿Por qué te mentiría, Hanan? —frunce el ceño.

—Si mientes, porque no vivimos en Canadá lejos de mi hermano por mero gusto —explicó entre lágrimas—. No viajamos de vacaciones a Alemania y Rusia porque es nuestro lugar favorito.

—No, no lo hacen por gusto —su respuesta me sabe a burla.

—Eres una escoria para la sociedad —le digo—. Crees que porque estés ahora con ella eres una buena hija, haces esto para que la gente diga «que buena hija es», «que bueno como cuida a su mama», pero no eres más que uno aprovechada que dices por dentro «¿Cuándo será el día que se muera esta vieja para poder heredar su dinero?».

—Que bueno que me conozcas —suelta con burla.

—Siempre he pensado y todo esto parece confirmar; que quien actúa mal le va mal —limpio mis lágrimas y respiro para calmarme.

—Igualmente, que también va para ti, porque yo recuerdo como mamá dejaba de dormir para irte a buscar por las calles para encontrarte drogada —me saca en cara.

—Siquiera te interesa mi vida, Melisa —le reprocho—. Siquiera te intereso cuando tu estupido marido me intento violar —todo hacen sonidos ahogados y ella abre sus ojos—, pero si te intereso que tu marido estuviera solo para ti, porque me echaste a la calle como si de un perro se tratará y esta vez mi abuela tuvo que salir a la calle a media noche por tu culpa y no por la mia.

—Pero, ¿Qué hablas tú? —pregunta histérica—, si saliste más loca que todos.

—Si, gracias a que salí más loca que todos te digo que te alejes de mi abuela —la amenazo—. Estoy agradecida por hacer tu obra de caridad e informarme. Tranquila que de aquí en adelante me hago cargo yo misma de mi abuela.

—Si a duras penas sabes valerte por ti misma —se burla de mí.

—Mas que tu se hacer. Por lo menos tengo dieciocho años y no tengo dos niños en brazos a los cuales voy a dejar abandonados —me mofo de ella—. Al menos soy lo suficientemente madura para saber como no quiero ser, y definitivamente no quiero ser una escoria como tu.

—¡A mi respetas, Hanan! —se abalanza para golpearme, pero mi papá la intersecta interponiéndose entre las dos.

—Basta, Melisa. Suficiente por hoy —dice molesto.

—Por hoy y por la vida porque te quiero a diez metros de mí y de mi familia —ahora soy yo la que se ríe—. Gracias por la visita, pero no eres bien recibida en casa —me doy la vuelta y están todos mi hermano, Katlyn, Kevin y Margaret.

—¿Qué vas a hacer, Hanan? —se interpone Harold en mi camino.

—Me voy porque estoy harta de está farsa —estoy alterada y siento que me ahogó—. Estoy harta de que mi vida cambiará de la noche a la mañana, de que todo el mundo sepa que mi abuela se está muriendo cuando en vez de estar aquí debería estar con ella. Estoy harta de que tú —señaló a mi madre—, solo aparezca y desestabilices mi vida. Estoy harta de que tú —señalo a mi padre—, quieras tapar el sol con un dedo, cuando el mundo se está viniendo abajo, que quieres protegernos a mi hermano y a mi, pero que yo estoy rota desde hace años y que Harold está mal desde que dejaste a entrar a esta familia —señaló a Margaret y sus dos hijos—, a nuestra casa. Estoy harta de que me quieras poner cadenas cuando soy un alma libre y mi misión en esta vida es volar alto, dejar que todo lo que tenga que pasar pase y dejar que la vida siga su curso —como puedo salgo de la casa y marcó el número de Ezra.

Primer tono, segundo tono, muchas veces mientras me monto en el auto y lo enciendo, pero nada que contesta, así que decido llamar a Ruslan, él no tarda en contestar.

—¿Dónde estás? —le pregunto sin saludar.

—Estoy camino a tu casa a ver a Harold —me responde.

—¿Sabes dónde está Ezra? —estoy en modo automático.

—No lo veo desde la mañana, pero debe estar en su lugar —me responde sin dudar.

—Vamos allá, necesito tu compañía —es lo único que le digo.

—De acuerdo, estoy llegando, espera ahí —me cuelga.

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Pido perdón por desaparecer, Pero doy gracias por todo el cariño que le han dado a mi historia todo esté tiempo.

Deja Que OcurraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora