El Reino de la Noche

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22 de diciembre de 202x

Invité a mis amigos a dormir a mi casa.

Nuevamente somos los únicos conscientes que dos mundos están en riesgo invisible, y creí que sería una buena forma de volver a hablar de todo esto, pero Kris enfermó gravemente anoche intentando entrar una última vez, y me gustaría saber que sucedió. Estuve a su lado durante el día e insistía en que se pondría mejor para acompañarnos. A pesar de su febril estado, aún me daba con cariño su amor sincero, a través de sus dulces palabras, y su mirada llena de gratitud infinita.

-Ralsei, eres tú quien puede salvarnos. Siempre espera lo mejor. Tu dulzura y fe, te llevarán a la salida, ya lo verás. Si vencimos una vez, lo haremos de nuevo, solo porque estás a nuestro lado.

Cuando llegó la tarde, comenzamos la pijamada improvisada. Susie comió feliz lo que mi mamá y yo preparamos de cenar, y antes de que entrara la noche, cayó rendida del cansancio en el sofá de lana del salón. Así que le arropé y me dirigí a mi saco, para alcanzarla en el camino, si es que se abría.

Y lo conseguimos al fin.

Llegamos rápidamente al mismo lugar, pero Kris no estaba ahí, aunque podía ver pasos borrosos entre la gravilla que conducía hacia adelante. El Valle Crepuscular regalaba sus tonos naranjas y morados, pero al pisar el Reino de la Noche, el escenario mutó a colores azules y violáceos, repletos de estrellas, más la impecable luna que era la única luz que reflejaban los edificios.

El silencio gobernaba al pequeño pueblo que antecedía al enorme castillo de plata. Estaba algo preocupado porque aquí no había ningún habitante.

Sinceramente aquel bello lugar me dio una sensación de nostalgia bastante poderosa, ya que era muy parecido a mi antiguo hogar, cubierto por la oscuridad, la melancolía y la soledad, salvando aquello por la esperanza que aún quedaba en mis amigos.

Aquí para conocer a su regente, tuvimos que subir unas escalera en forma de caracol hasta llegar a la cima de una torre. En la cúspide había un alto joven de cabellos rizados con ropas de seda azul y blanco, esperando con gran porte real. Sin quitarme la vista de encima se presentó tímidamente.

-Bienvenidos, héroes de la luz ¿Qué los trae por aquí? Soy Hōld, el Principe que gobierna la Noche.

- Príncipe Hōld, venimos de parte de Soare, el soberano del Día porque su reino se está petrificando, y no sabe si aquí usted y los suyos sufren el mismo destino. Lo cierto es que en el mundo de donde venimos, la gente ya no sueña nada y vinimos a ayudar a devolver el equilibrio a estas tierras.- dije, tratando de explicar todo lo que hemos vivido hasta el momento.

-¿Soare que dijo ante esta situación, preciosa criatura?- preguntó el amable príncipe, mientras miraba hacia el Valle Crepuscular, desde la terraza de la torre, su salón del trono.

-Dijo que lo último que se pierde en este mundo es la fe, y aunque me pareció algo cursi y estúpido, hasta ahora ha tenido razón...- respondió Susie antes de que yo pudiera contestar.

-Eso es típico de él. Sabe aliviar con sus palabras. Pero lo cierto es que estamos en graves problemas.

Con un suave gesto nos pidió que viéramos por nosotros mismos lo que estaba ocurriendo. En la lejanía, el sol del Reino del Día estaba siendo drenado por una extraña criatura de mirada espantosa y sanguinaria, cubierta de monstruosas sombras como la sangre infectada escurriendo desde una herida. Su hogar parecía ser un cementerio lleno de lápidas, pero viendo mejor, notamos que todos aquellos eran personas petrificadas.

- ¡A la mi*rda! ¿Qué demonios es esa cosa? No me digas que esa es la jodida c*gada que me manda de vez en cuando al monstruo perro de cinco ojos y dos cabezas que no habla y solo me sigue...- dijo Susie, sin esconder su rechazo y algo de miedo.

-Esa bestia que ven, antes fue la Princesa Mareridt. Era la encargada de traer los terrores nocturnos a los soñadores, con el propósito de hacerles ver que la vida que viven es mucho mejor y que las ilusiones son algo que no deben temer. Siempre trabajó junto a Soare para fabricar las ensoñaciones más diversas y bellas, que después yo y mi pueblo entregábamos a todos ustedes. Pero peleó con él, ya que últimamente se le estaba pasando la mano con una persona en particular, y además hizo luchar cada día de su vida en sueños a otra.- Dijo con un dejo de pena en su mirada. - Mi pueblo desapareció por su gran poder y odio, y quiere hacer lo mismo con el Reino del Día, pero el Sol que los alumbra nos ha protegido hasta hoy. Necesitamos al ser más noble de la tierra para hacerla entrar en razón, y esa persona eres tú, pequeño Príncipe de la Oscuridad.

Antes de que pudiera decir algo, tomó mi mano con delicadeza y me entregó un prendedor dorado.

- Cuando vayan para allá, muéstrate con esta reliquia. Así ella no podrá dañarte. Su magia y su fuerza se deshacen por el poder de este objeto. Esto me ha mantenido bien hasta ahora, pero ahora tú lo necesitas: Salva con tu gran poder a Mareridt, a Soare... y a Kris.

Apenas cerré mi mano con el valioso objeto, en nuestra presencia, el príncipe quedó hecho una estatua, que miraba eternamente hacia el Reino del Día y al monstruo acechando, cercanos en conflicto colosal.

Como si fuera una avalancha de imágenes monstruosas, pude ver por fracciones de segundo, las más horribles imágenes de pesadilla, y a mi caballero en cada una de ellas, luchando para que nadie más las sufra.

-¿Kris?... (¡Hijo, despierta, hijo!) Pero él está enfermo... No está aqui. Él sonríe para mí, siempre sonríe (Ralsei, hijo, tranquilo, estás soñando).

Abrí los ojos ahogando mi incertidumbre. Susie ya había despertado y me miraba con preocupación. Mi mamá me abrazaba para que despertara protegido. Me dijo que comencé a gritar su nombre con los ojos cerrados, como si buscara llamarlo en la oscuridad.

Son las 4 de la mañana y todos volvimos a dormir, aunque yo no puedo.

Quiero hablar más con Hōld pero es imposible volver a su reino, por más que cierro los ojos.

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