Mareridt

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Mareridt se paseaba por ambos reinos con maliciosa alegría. El silencio y la soledad eran visibles en todos los confines del Mundo Onírico, donde sólo habían miles de estatuas a su alrededor llano y vacío. El sol estaba por consumirse y la oscuridad se cernía, aumentando su horrorosa apariencia.

Había dos esculturas que movió al centro del Valle Crepuscular, lugar que parecía conservar todavía la misma mística belleza. Con una mueca de desdén masculló hacia allá, acercándose amenazadoramente como un recio vendaval a un par de botes atados:

-¡Véanse bien, ahora que pueden estar juntos! Oh, es cierto: no pueden. Ni siquiera como estatuas pueden mirarse a los ojos, esto es irónico y divertido.

La estatua de Soare miraba hacia el cielo con los ojos cerrados, como esperando un milagro y la de Hōld parecía mirarla a ella, con profunda melancolía. Aquella visión le hizo enfadar aún más, por lo que se acercó para palpar la dura piedra en la que parecía haber sido tallado.

-¿Por qué me pones esa cara? ¿no elegiste a mi hermano por sobre mí? Su encanto es molesto, extraño e imposible; yo podía escabullirme en tu noche y compartirla contigo, pero te negaste. Realmente me repugnan ustedes y sus ideales de bien. Y luego está ese otro principito, ¿Seguro que ese delicado ser hará la diferencia?

Miró luego a su hermano, y con un puño cubierto de odio trató de derribarlo, pero la dureza de su postura lo mantuvo en su sitio. Flotando y envolviendo su cuerpo en lóbregas tinieblas, se acercó para apreciar su rostro y dirigirle su indigesto monólogo.

-Ay, mi perfecto hermano: Nuestra cara es casi la misma, pero la tuya resplandece, incluso ahora, que entregaste tu vida a esos niños que según tú son héroes. Te lo diré de una vez ¡Eres patético y realmente un idiota! Tu lumbrera será consumida y cuando eso pase, todos los mundos enloquecerán en pesadillas que se harán realidad. Sigue esperando un milagro, porque nadie llegará.

Sin embargo, su postura fue detenida por una brillante luz que podía distinguirse en el horizonte. El sol fatuo pareció recobrar fuerzas y clamar por los elegidos, que se acercaban a paso firme hacia donde estaba ella junto a los monumentos de los que fueron su hermano y su amigo.

- Princesa Mareridt, venimos en paz. Queremos ayudarla. ¡No siga haciendo daño a su propio hogar! -dijo Ralsei, ofreciendo su amabilidad desde el comienzo. Temblaba un poco ante la siniestra visión, pero la calma volvía, al sentir en sus hombros las manos de sus compañeros de batalla, apoyándolo con firmeza.

- ¿Cómo osan siquiera tratar de detenerme, niños soñadores? Con los dos príncipes fuera de combate, destruir el Mundo Onírico y el vuestro será sencillo. Gasten palabras. Simplemente hay una opción, ¿cierto Kris?: Luchar, perder la razón y luego la vida.

Como un torbellino rodeó a cada uno con las visiones espectrales más aterradoras: ojos inyectos en sangre, gusanos devorando sus carnes y manos oscuras que buscaban dañarlos. Pero como era de esperarse, Ralsei y Susie solo veían nubes negras, gracias a las reliquias.

Kris por otra parte, comenzó a gritar.

-¡No, no NOOO! ¡Lo último que se pierde es la fe, lo último que...!- la bestia calló sus palabras cubriendo su boca y apretando su cuerpo con asquerosas cuerdas que parecían surgir de la tierra como enredaderas podridas.

- ¡No vuelvas a repetir eso, niño estúpido! Abre bien los ojos y déjate llevar por la locura. Adelante, saca tu espada y trata de matarme por lo que haré con tu preciado príncipe.

- ¡Aléjate de mi amigo! Gritó Susie, que con un movimiento de su prodigiosa hacha, lo liberó de su prisión y lo cargó sobre su espalda, ya que se había desmayado.

Ralsei completamente paralizado, sintió como su corazón rebotaba en su pecho por la adrenalina contenida. Ver todo eso le hizo meditar en lo que habían aprendido en este extraño sitio: aquí las armas y las opciones están a la distancia de un deseo. Realmente su voluntad se había endurecido como el acero y estaba más determinado que nunca en su vida. Esta vez era su turno de defender a sus amigos.

Entonces hizo lo impensado. Se acercó al inconsciente muchacho y sin pensarlo, entregó su reliquia, que acomodó rapidamente en su corazón, besando su mejilla con ternura.

- ¡Para, para, PARA! ¿Qué c*ño haces? ¡Ralsei, no! Eso es lo que ella busca: tomarte a tí. No seas estúpidamente valiente tu también.- gritó Susie, quien dejó a su amigo en el suelo y tomó bruscamente los hombros del príncipe para evitar que continuara.

-No puede. Estoy deseando lo mejor, y eso es salvarlos a todos.

Tras eso se acercó cada vez más. Las piernas le flaqueaban y sus ojos se llenaron de lágrimas por las pesadillas en su camino, pero continuo hasta estar a tan solo unos pasos de la asquerosa bestia que alguna vez fue princesa.

-¿Qué? No me hagas reír pequeño monstruo, no es el momento. Soare sabe lavar cerebros, pero es inútil. Tu presencia no me afecta en lo más mínimo. No soy débil como ellos.

Fuera de todo pronóstico, él se acercó lo suficiente para tomar una de sus horribles garras y acariciarla como si buscara regalarle confianza y paciencia.

-¡¿Q-qué estás haciendo?! Impertinente monstruo, destruiré tus sueños.

-Princesa, ¿por qué haces esto?, ¿Qué te hicieron ellos para que desees el fin del mundo? Sé que ellos me tenían cariño, y me regalaron su favor, pero hay algo más... Déjame saberlo, solo busco ayudarte.

El horrible cuerpo de ella comenzó a cambiar de forma lentamente, y la horrible zarpa empezó a tener proporciones humanas, hasta convertirse en una mano lisa y perfecta.

-No te incumbe en lo más mínimo, pequeño metiche. Es solo que jamás podrías entender lo que siento, somos de Mundos muy diferentes...- dijo, mientras su rostro colosal empezaba a deshacerse en lágrimas, y dejando entrever su pálida belleza.

- Me importa. No eres la única que ha probado la soledad, el dolor y la resignación, sin importar el mundo al que pertenezcamos.


🌌Bitácora de un Nuevo Mundo🌌Donde viven las historias. Descúbrelo ahora