Capítulo 07 | ¿ᴘᴏᴅᴇʀᴇꜱ?

120 27 30
                                    

Dax parecía una sombra, pasando de vigilante en vigilante, mordiendo cabezas, arrancando brazos y cortando piernas, mientras yo todavía estaba ahí, petrificada en el mismo lugar en el que hace un rato estaba acariciando la melena de Dax.

De dónde salieron los primeros seis vigilantes, salieron al menos veinte más y yo solo podía pensar en lo que posiblemente le había pasado a Guido, como es que seguían llegando por ese mismo sendero.

Me di cuenta de que Dax comenzaba a cansarse, varios de los vigilantes le habían lanzado flechas y aunque Dax pudo esquivar la mayoría de ellas, algunas le habían atinado. Cada vez notaba como su respiración se agitaba y como lanzaba miradas en mi dirección.

Tenía que moverme, tenía que ayudar de alguna manera o moriríamos en este sitio los dos. Mirando a mi alrededor busqué algo que pudiera servirme de arma, cualquier cosa que me ayudara a dar algunos golpes.

De pronto, escuché un aullido lastimero que sentí en todo mi cuerpo, cuando di vuelta buscando a Dax, pude ver cómo perdía fuerza en una de sus patas, una flecha le había dado justo en el medio de su pata y se veía como que había cavado profundo. Fue puro instinto lo que me llevó a correr en su dirección, por puro instinto grite el nombre de Egan y no el Dax, por puro instinto llegue a él intentando amortiguar la caída que parecía inminente.

Al escuchar el nombre, Dax volteó en mi dirección y supe con certeza, en ese momento, que Egan, de alguna manera, estaba aquí, viviendo a través del lobo. Sus ojos estaban llenos de rabia e impotencia, sentí el olor dulce, mezclado con algo quemado, como el olor de las velas que estaban en el templo.

Llegué a él y cuando intenté ayudarlo se puso más firme y gruñó a nuestros atacantes, siempre intentando ponerse delante de mí.

—Egan por favor, Dax está lastimado, van a matarlo, tienes que parar —volteó a mirarme y solo podía sentir lo pesada que era su respiración, mi guardián estaba exhausto y en poco tiempo iba a caer sin fuerzas.

Justo en ese momento otra flecha dio en el hombro del animal —¡NO! ¡EGAN! —los sonidos que hacía desgarraban mi corazón y de pronto sentí todas esas puyas punzando en mí, desde las puntas de mis pies hasta mi cabello.

—¡BASTA! ¡LO VAN A MATAR! —con mi grito vinieron dos segundos de silencio y de pronto todas las raíces de los árboles cercanos parecían cobrar vida, como con Dax, fue puro instinto lo que me hizo dirigirlas a los atacantes, cada una de ellas los tomaba por los brazos, piernas y cuellos, algunas de ellas parecían conspirar entre ellas y tomaban varias partes de un mismo vigilante.

Uno a uno fueron cayendo, Dax había acabado con las menos veinte vigilantes, pero más estaban aún en pie. En mi piel sentía una punzada cada vez que intentaba dirigir un ataque, pude ver a uno de los vigilantes intentando llegar a nosotros por mi lado izquierdo y con un movimiento de mi mano, creció una raíz de púas que paró en seco al vigilante atravesando su cabeza.

En lo que parecieron pocos minutos, todos los soldados estaban en el piso, todos muertos y desmembrados, sus partes por todo el lugar. No pare a ver a ninguno, enfoqué toda mi atención en Egan o más bien en Dax.

—No sé tú, pero presiento que de dónde vinieron estos, vendrán más, necesitamos movernos, por favor Egan, dime qué Dax puede levantarse.

El hermoso animal estaba sobre sus patas traseras intentando mantener su peso, cuando mire sus ojos eran de ese hermoso tono verde y sabía que era a Egan a quien le hablaba, él se quejó, seguro sintiendo el dolor del animal que ya no pudo mantenerse más de pie, cayó en el piso con un duro golpe, con sus ojos cerrándose y respirando profundamente.

—No, no, no, no. Vamos, por favor levántate, tenemos que salir de aquí y salir juntos —busqué por todo su cuerpo señales de heridas, estaba sangrando de varios lugares, pero esa flecha de la pierna tuvo que haber dado en algún lugar importante, porque de ahí brotaba sangre constantemente.

𝙉𝙖𝙘𝙞𝙙𝙖 𝙙𝙚𝙡 𝙍𝙤𝙗𝙡𝙚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora