Capítulo 12 | ʟᴏꜱ ᴄᴀꜱᴀɪꜱ + ᴘᴏᴅᴇʀᴏꜱᴏꜱ

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Fiel a su palabra, habíamos partido a primera hora de la mañana con destino a Rocareid. Llevábamos tres días de cabalgata, con apenas descanso. Esta vez la legión era enorme, había más mil hombres a nuestro alrededor. Egan me había dicho que esta legión era comandada por Iker y que muchos más se habían quedado en Tulai, otros estaban esparcidos por todo el territorio, solo en Rocareid estimaban que hubiese el triple de los que tenemos hoy con nosotros.

Mientras seguíamos avanzando, Dax trotaba cerca de él, siempre mirando a sus alrededores, siempre pendiente de todo. En ocasiones venía quién estaba ahí realmente, la primera vez, tenía sus hermosos ojos marrones. Se acercó a mí en una de las paradas, dándome golpecitos con su hocico para que lo acariciara.

Otras veces venía a mí con esos ojos verdes que hacían que me derritiera, esos acercamientos se sentían más íntimos. Siempre que llegaba lamía desde mi mano hasta mi antebrazo, no sabía qué hacer con el hormigueo que sentía.

Rossane lo había visto y había notado el cambio en sus ojos, había visto como me dejaba hecha papilla. Cuando Dax se fue me dijo —Tienes que darle algo de su propia medicina Delia, ven, te diré qué hacer.

La siguiente vez que se acercó con ojos verdes, fui yo la que se inclinó en el caballo y acaricié la parte de atrás de sus orejas, cuando ronroneo y estaba por irse, hice un sonido con mis labios para que volteara, en lo que sus ojos se dirigieron a mí, le di un guiño con mi ojo derecho cómo me había enseñado Rossane y le aventé un beso.

Esa fue la primera vez que vi a Dax tropezar en sus patas, golpeó al caballo que estaba a su lado, casi tumbando al hombre. Cuándo volteó nuevamente a verme, sus ojos se mostraron extraños y yo no pude evitar levantar mi mano y despedirme con el movimiento coqueto que había practicado.

La siguiente vez no fue Dax quien vino, envió a Iker, quien le pidió a Alcander que se mantuviera cerca de mí, junto con Guido, mientras que a Rossane le pidió que siguiera con sus clases de seducción. Rosanne y yo, no pudimos evitar reír a carcajadas.

—Estoy impresionado con tu capacidad Delia, ya puedes leer frases completas sin problemas. A mí me costó bastante —me decía Guido con esa dulzura que siempre veía en sus ojos. Se había dado la tarea de enseñarme, a leer y lo había logrado, a veces lo hacía mientras parábamos, pero el estar en movimiento no se lo impedía. Siempre estaba al pendiente de mis lecciones de lectura y de historia.

—A ti te costó hasta salir del vientre de tu madre Guido —Alcander estaba cada vez más suelto con nosotros, hablaba y hacía bromas, siempre intentaba aligerar el ambiente cuándo las conversaciones se ponían muy pesadas. Atrás había quedado ese estoico hombre que conocí el día de mi nacimiento.

Guido resopló —Salir del vientre debió ser una cosa sencilla, quisiera verte a ti recibir lecciones de Cícero. El hombre me enseñaba mientras tenía una vara de madera en la otra mano. Créeme, a cualquiera le costaría aprender con ese tipo de presión.

La risa de Alcander acompañó a la de todos nosotros —Sí, el hombre no tiene reparo en lanzar uno de sus golpes.

—¿Lo veremos en Rocareid?

—No Delia, Egan dijo que se dirigía a Onela. Según lo que se sabe, llegó a Rocareid llevando la noticia de tu pronta llegada. Se espera que nos encontremos con él ahí, en Onela. Si las cosas salen como planeamos claro. —Alcander tenía esa mirada en sus ojos, esa que decía que estaba ya haciendo un plan B, por si algo salía mal.

—Tengo algunas preguntas que me gustaría hacerles, solamente con ustedes me siento segura de poder hacerlas.

Fue Rosanne la primera en contestar —Por supuesto, Delia, pregunta todo lo que necesites.

𝙉𝙖𝙘𝙞𝙙𝙖 𝙙𝙚𝙡 𝙍𝙤𝙗𝙡𝙚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora