"Pensé que me llevaría más tiempo encontrarlo. Viajé poco más de la mitad del mes de noviembre en dirección fija hacia el este. ¿Por qué hacia el este? Yo también me lo pregunto, no lo sé con exactitud."
Kurapika entró a una taberna de mala muerte, repleta de hombres lanudos, mugrientos, descorteses y grotescos. Cuando cruzó la puerta, varios de ellos murmuraron boberías, él era del tipo de persona que inusualmente era vista en la cantina. Su aspecto tan prolijo de estrecha complexión, su cabello rubio como los rayos de sol, sus ojos marrones, expresivos y de rasgos felinos, todo esto lo descoordinada bestialmente del ambiente.
Su representativo tabardo ocasionó ciertos comentarios como "señorita o chica ardiente", a modo de burla de parte de alguno que otro sujeto.
Naturalmente, el rubio no prestó atención, mucho menos invertiría tiempo molestándose por los detalles.
Caminó al fondo del establecimiento, dobló a la izquierda y cuando llegó a la mesa que estaba buscando, su mano colisionó contra la superficie del mueble.
-Nos volvemos a encontrar. – dijo una voz que transmitió bastante confianza y familiarización con el recién llegado.
Kurapika enarcó una de sus cejas, tiró de la silla instalada enfrente del comensal. Con diligencia se sentó sin ceremonias en ella.
Los ojos de Kurapika y los de Kuroro se confrontaron, ambos hombres se limitaron a irradiar vehemencia en ese insólito cruce de miradas.
El primero en romper la incómoda escena de rivalidad fue el líder de la araña. -¿Bebes un trago?
Kurapika estaba a punto de escupir algunas pestes, cuando una camarera sensual y voluptuosa aparece lanzando la misma pregunta.
-¿Alguna bebida? – la mujer le sonrió con atrevimiento, sus pechos estuvieron a nada de saltar desde su escote, Kurapika ignoró este pormenor, él responde sin apartar sus ojos del mayor.
-Sólo agua. – La chica se alzó de hombros, fue sin duda una petición inusitada, toma nota y se aleja yendo por el pedido del rubio. Kuroro miró con desfachatez la llamativa retaguardia de la encantadora hembra. El Kurta rodó los ojos con exasperación.
Cuando Kuroro pudo ignorar aquellos atributos, regresó la atención a su "acompañante".
-¿A qué se debe tu visita? – desea saber por qué razón lo han seguido, aunque esto ya lo sabe y lo sabe muy bien.
-Estoy aquí para deshacerme de ti para siempre. - siseó mordaz.
-Me siento halagado. Viniste hasta acá sólo para verme. – fanfarroneó.
Los ojos del rubio se cierran en rendija. -Eso no es... - se muerde el labio inferior. -No te hagas el gracioso conmigo, sabes a lo que me refiero. – gruñó el rubio bastante agraviado.
La chica trae el agua, Kurapika la mira cuando ella pone el vaso sobre la mesa. Kuroro mueve su mano, un ademán elegantioso hace con ella cuando la menea, incitando al rubio para que beba. Kurapika no despega su mirada, está alerta, no bajará la guardia a menos que la araña haya dejado de respirar.
Un trago profundo del líquido cristalino inunda la garganta del rubio. Quita la humedad de sus labios usando el dorso de su mano sin cadenas, lame un poco y azota su vaso nuevamente en la mesa de madera. Kuroro silba en señal de admiración. No cabe duda, el rubio está echando humo.
-Sería un desperdicio no terminar con este trago. Si me permites. – dice Kuroro, meneando su vaso ancho y bajo con su mano derecha, los hielos de su bebida, 'un whisky blando en las rocas' , tintinean en los tímpanos del rubio, como campanadas de guerra.
El Kurta y la araña terminaron sus bebidas en un santiamén, Kurapika arroja hacia la mesa un billete, el pelinegro toma el efectivo con agrado, saca otro papel barnizado de su característico abrigo de piel negra, dejando ambos pliegos en el recibidor cuando los dos salen por las puertas mellizas de la taberna.
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Se han alejado lo suficiente de la "civilización" sólo entonces, Kuroro hace una pregunta.
-¿Puedo preguntar algo antes de que me mates? – hace su pregunta con profunda ironía, de hecho, hasta Kurapika sabe que de ellos dos, la desventaja se cierne sobre él. Están plenamente conscientes de esto.
Kuroro espera una respuesta, pero se rinde, pues el rubio simplemente calla, segundos después, él prosigue.
-¿Cómo me encontraste?
Kurapika jadea, esperaba una pregunta mucho más interesante, una cuestión amaestrada intelectualmente. Bufa y se ríe con diplomacia. -¿Esas serán tus últimas palabras? – pregunta invocando sus cadenas.
Kuroro sonríe y metiendo sus manos al abrigo, avanza con disposición directamente hacia el rubio. Kurapika se tensa, preguntándose internamente qué es lo que él planea hacer.
-No- él dice, pausando sus pasos. – Por qué no simplemente hacemos lo siguiente: Retira las condiciones de tu cadena de mi corazón, olvidemos que alguna vez tuvimos un encuentro, que cada uno siga con su vida. Olvida tu sed de venganza, no quieres hacer esto en realidad. ¿Sabes? puedo ver a través de ti. – él calla y hace una ligera pausa. -Cualquiera podría, de hecho.
Kurapika se enfurece, sus ojos por supuesto intercambiaron el marrón por rojo como sangre granate, pasa un latido y muestra su cadena de cárcel enmarañando el musculoso cuerpo del hombre.
Ligeramente Kuroro se doblega, las cadenas se adhieren a su cuerpo cuando se comprimen. El torrente de su flujo sanguíneo ralentiza su marea, las cadenas que aplastan su cuello le impiden respirar libremente. El Kurta aclama por fin el último paso de su venganza, fulmina a la araña con los ojos escarlata.
Como mínimo, Kurapika había esperado una oposición, sin embargo, la araña parece unánime hacia la muerte ¿sólo eso haría? Es como si el líder del genei ryodan hubiese estado esperando con imparcialidad este día.

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El infierno de tus ojos
FanficKurapika viaja en búsqueda del líder de las arañas. Con el tiempo ha decidido que es mejor acabar con su vida, un bandido libre siempre será un problema, además, él posee una eterna sed de venganza. Con su corazón todavía rodeado por la cadena de re...