Capítulo XI

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"Desnúdate." había dicho el hombre ojiazul de gran estatura, complexión voluminosa y de cabello cano.

Le costaba trabajo respirar, la ansiedad, el miedo y la conmiseración que sentía por sí mismo conmemorando especialmente a su yo del pasado, le incomodaba hasta los huesos. El joven de 17 quedó inmóvil cuando lo escuchó, la ronca voz del sujeto disparaba una sibilancia despreciable, su delicado cuerpo colapsó y sucumbió a la zozobra, corroído por un sentimiento de angustia pura, absolutamente sin adulterar.

El muchacho no reaccionó a la petición inicial, acentuando las siguientes palabras, el hombre canoso repitió la orden -Dije que te desnudaras ¿tienes los oídos sucios? ¿necesitas que alguien te meta en la cabeza que debes de obedecer?

La cabeza de Kurapika caía liviana al frente, de repente, se volvió hacia el hombre, mirándolo con desdén.

-Mierda, esos ojos que tienes, no imaginas cuánto los deseo.

El kurta insistió con los ojos escarlatas incendiados bien puestos sobre la puerta ¿en dónde carajo estaba Kuroro? se suponía que este viejo rancio se encontraría a solas con él por dos insignificantes minutos. Después de todo, la maldita araña había cumplido la amenaza de venderlo a algún potentado truhan de la mafia. Con este ramplón, la cuenta de los posibles prospectos para la adquisición del último kurta vivo, ascendía a tres, tres hombres malnacidos solicitaron agendar una cita para "evaluar la mercancía", probablemente, había otros cuantos en lista de espera.

De repente, la codiciada puerta se abrió. Cómo odiaba las puertas en este punto. Esas cavidades que, a simple vista son inofensivas, eran los portales favoritos del hombre de la cruz, a través de ellos aparece y desaparece a placer.

-Lo siento, pero, durante el periodo de promoción de mi mercancía, es imposible acceder a tu petitoria, él tampoco cuenta con mi consentimiento para quitarse alguna de las prendas que lleva encima – concluyó Kuroro dando tres pasos al interior de la habitación.

- ¿Cómo es eso que dices? ¿No has escuchado el antiguo dicho "De la vista nace el amor"? – el tipo creído sonrió, después de eso, soltó una risita socarrona, miró a Kuroro con un aire de suficiencia. Kurapika circuló instintivamente donde Kuroro, se colocó atrás del abrigo oscuro del hombre.

-Claro que lo he escuchado, probablemente, en una parte alguna vez. Sin embargo, mi postura no cambiará. – una pausa, el rabillo de su ojo disparó un vistazo fugaz hacia el rubio – Stenner, lamentablemente, debo decir que tu ofrecimiento no llena mis expectativas, traté de negociar al menos un 20 por cierto más de la oferta, pero, tu administradora admitió que no hay manera de cubrir el importe. Así que, si me disculpas, regresaré por donde mismo. Agradezco tu interés – el mayor gimió insatisfecho.

Kurapika afianzó su mano derecha al abrigo del hombre vestido de negro, por un milisegundo, Kuroro se sintió extrañado por la conducta del chico, no obstante, lo dejó pasar.


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La araña y Kurapika regresaron a un cuarto de hotel pocos minutos después de haber salido de con el cliente. El más alto tiró a Kurapika del brazo para que entrase al cuarto en primer lugar, lo inspeccionó, un escaneo veloz.

-Si demandan algo como quitarte la ropa o ser partícipe de algún acto vulgar, debes negarte – el rubio dirigió los ojos pardos al rostro de la araña, se entretuvo mirándolo sin expresión, por un par de segundos sostuvo la mirada, lo hizo sólo hasta que la araña volvió a tomar la palabra -Tal vez debas unirte a mí, como dije, estoy dispuesto a incorporarte a mi grupo de asesinos, nadie consigue cubrir tu valor.

El infierno de tus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora