Capítulo X

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"Finalmente, soy libre..." Kuroro sonrió.

Los ojos negros bordearon las profundidades de los destellos carmesíes que reverberaban en los orbes del kurta.

Sin dilatarse mínimamente, y, con la finalidad de localizar la técnica perfecta para la ocasión, Kuroro rebuscó entre las páginas de su libro de habilidades. Kurapika invocó su cadena carcelera, sin embargo, involuntariamente, su cuerpo recalcitró todo el espacio que le fue posible, su retrocesión culminó cuando su espalda se sintió acorralada contra la pared.

Kuroro sonreía en demasía, con cinismo, espectando la conducta desprotegida de su oponente, una vez más, registró con el filo de sus ojos obsidiana el rojo escarlata vibrante en el chico, pero, en esta ocasión, dedicó el tiempo necesario para admirar la desenfrenada aprensión emocional que evidentemente se había acumulado en él.

Kurapika amenazó con su cadena, ésta serpenteaba al frente de sí mismo. De repente, la araña cerró su libro. El rubio entreabrió ligeramente los labios, vociferó un par de sílabas, sonidos estrellándose en el ambiente sin un propósito real, pero, más rápido que eso, debido a la estridente estoica voz de la araña, se silenció.

-Deberías reprimir tu obstinación. – sonríe con burla - Como dije, podemos olvidar que alguna vez nuestros caminos se han cruzado.

El rubio siseó, poseía la desventaja frente al bandido, lo sabía, de todos modos, pese a su deducción, se aferró, probablemente, a su último deseo benevolente: no permitiría que la araña se fuese como si nada, ese bandido ha burlado las consecuencias del crimen, lo ha hecho una vez, de hecho, numerosas veces. La caída de su gente, ese recuerdo amargo taladra el interior de su alma.

Kurapika atacó con la cadena liberada, el pelinegro sonrió, sus expectativas no fueron erróneas, y, a decir verdad, este chico obstinado e intransigente, no lo decepcionó ¿Cuánto tiempo necesita para liquidar aquella lucha de voluntad?

Kuroro desenvainó de su libro el fun fun cloth, justo cuando la manta se dispersó en el aire, abriéndose en su totalidad, extendida y preparada para cobijar, el rubio utilizó una extraña jeringa, que, sin duda alguna, el líder no sabía que poseía. El pelinegro sintió la obligación de retroceder. Sus piernas se tensaron y rebotaron lo más lejos posible del oponente.

¿Una cadena desconocida? ¿Cómo era posible que ninguno de sus compañeros se lo hubiese mencionado antes?

Acaso, ¿no lo sabían?

-Veo que mantenías una especie de as bajo la manga. – recitó la araña, elogiando. Ahora bien, debía cambiar de táctica. Teletransportación para evadir el obstáculo. La cadena que atrapa estaba cerca, y, no lo notó tan rápido, porque claro, es un especialista, puede utilizar el engaño con ayuda de las múltiples categorías de nen.

¡Demonios!, la araña se sintió acorralada de pronto. Sin embargo, la confianza reverberó con más soltura que lo anterior. Esquivó con facilidad, sus ojos centellaron con alegría, surgió un logro, un obstáculo menos, por ahora. El líder de las arañas se paró en seco, revisó alrededor, ¿y las cadenas del enemigo? se desvanecieron en el aire.

Su vista enfocó al rubio, quien jadeaba arrodillado en el piso. Con curiosidad, el hombre de la marca en la frente afiló la vista. -¿qué haces? estamos en medio de un enfrentamiento - elevó una ceja - ¿estás consciente de eso también? – protesta, sin embargo, esto no lo dijo tan enserio.

-Te atrapé – hubo una pausa insignificante - otra vez... - murmuró el rubio. La araña observó la cadena de cárcel anclada en el borde de la pared, la estaca del juicio relució, los eslabones se alinearon y chirriaron. Kuroro entrecerró su par de ojos obsidiana, suspiró fuerte. Su mano jaló un poco la sucesión de eslabones e hizo que el rubio se tambaleara -condición... conmigo no más nen... – enfatizó a duras penas, exhaló un respiro caliente de aire contenido antes de que su cuerpo se desforzara, finalmente, cayó hacia el frente, lánguidamente y sin ceremonias.

El infierno de tus ojosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora