Capítulo 11

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POV Nathaniel

Lo sabía. Sabía que era una estupidez, que no valía la pena. Sabía perfectamente que era la oportunidad ideal para decirle adiós para siempre. Y aun así, me encontraba corriendo a su apartamento a pedirle explicaciones aunque estaba claro que no tenía ningún derecho a decirle nada, sobre todo porque eso éramos, nada.

Corriendo por las calles casi sin aliento, buscando el lugar donde vive el pelirrojo, el cual no debería saber dónde está y sin embargo, lo sé. Subiendo el ascensor mi corazón latía desbocado. No tenía claro lo que le diría, solo por un impulso llegué hasta allí.

Hace una semana

Todos estaban vueltos locos con la caída de la red que hubo a nivel nacional. Por mi parte, fue un alivio. Los sujetos no podían ir a verme siempre, tenían que "trabajar". Es por eso que ya no me podían obligar a ir con sus odiosos mensajes que eran más amenazas que palabras.

Ahora aprovecharía al máximo para pasar inadvertido. Estaba claro que aunque me tuvieran vigilado, no sería siempre. La mejor hora para pasar desapercibido, contrario a lo que normalmente se piensa, es por el día. Hacer cosas habituales, ir a hacer las compras, pasear por ahí en el parque, ir a la cafetería a tomarse un café, ese tipo de cosas hice todo el día.

Justo en aquel último lugar, un hombre aparentemente normal se sienta en la mesa detrás de mí y deduzco que es el sujeto con el que me puse en contacto por mensajes anónimos.

Sí, había por fin contactado con un policía.

Parecía astuto por mensajes, no dejando gran evidencia en el texto, usando palabras clave que ambos familiarizábamos pero el resto no entendería normalmente.

-Buenas. – Dijo inclinándose hacia atrás en su silla, espaldas a la mía, leyendo el periódico.

-Buenas... – Respondí, algo incómodo, susurrando por lo bajo.

El sujeto suspiró.

-¿Quién me asegura que esto no es una trampa para que puedan tú y tu banda "sacarme del camino"? – Por el rabillo del ojo pude seguir su mirada.

Dos sujetos con mala pinta estaban en una esquina prestando atención a mis movimientos.

-Si hubiera sido así, no estaríamos en un lugar tan público. – Refuté.

-Sí, pero en lugares así, "ustedes" tienen la ventaja. Mientras que ustedes ven a un montón de rehenes, nosotros vemos ciudadanos a los que es nuestro deber proteger. – Se explicó por lo bajo, poniendo su cigarrillo ya prendido en la boca para disimular el movimiento de labios.

-Pero vea a su alrededor. No hay casi nadie a esta hora. – El sujeto discretamente recorrió con su vista todo el sector.

Vacío.

Era por la tarde, después de almorzar. Una hora en la que nadie se paseaba por allí ya que la mayoría estaba trabajando o estudiando.

-Tienes razón. Tú ganas. – Exhaló el humo de su cigarrillo. Repentinamente se puso de pie apagando la colilla y dejando unos billetes en la mesa.

-¿Te vas? – No pude ocultar la sorpresa. No llevábamos ni cinco minutos charlando.

-Sí, es suficiente por hoy. Si nos quedamos mucho tiempo sospecharán. – Lentamente incliné mis ojos a los tipos que seguían mirando atentamente mis acciones. – Mañana nos veremos en otro lugar. Una pista, boxeo.

Sonreí y sin decir nada, luego de que el hombre saliera de forma casual, llamé al camarero para pedir una limonada con hielo.

Duramos unos días así, cada vez que lo veía llevaba una vestimenta radicalmente distinta. Todo a favor de que no nos descubrieran. Fue complicado al principio, los tipos que me seguían, que no era siempre, ya estaban sospechando de que fuera a lugares tan públicos a básicamente no hacer nada.

Aún te amoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora