Recuerdos

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Mirar el cielo nocturno era uno de los pocos placeres que Sano Manjiro aun podía permitirse. Mirar la luna lo hacia entender que muy probablemente podía haber un poco de luz en medio de la más profunda oscuridad. Sin embargo, en el profundo océano oscuro que lo rodeaba, no parecía haber ningún chaleco salvavidas que pudiera ayudarlo; Sano Manjiro estaba completamente solo.

—¡Mikey!—.Sin embargo, algunas veces, Kakucho se acercaba a él. 

Manjiro volteó a verlo, el pelinegro lo miraba desde la puerta que daba acceso a la azotea del edificio donde se estaban quedando. A Manjiro le gustaba ver el cielo en soledad desde lo alto.

—¿Cenaras o iras a tu habitación?

Cenar con los miembros de Bonten no era algo que le agradara, los miembros no se agradaban entre si y a veces había discusiones entre los Haitani y Sanzu; los únicos que se mantenían siempre tranquilos eran Kokonoi, Kakucho y Mochizuki; Takeomi siempre tenia cosas que hacer asi que no estaba tanto con ellos. A Manjiro no le gustaba pasar tanto tiempo con ellos, pero algunas veces buscaba la compañía de los demás, algunas veces le aterraba estar solo. 

Manjiro miró hacia la brillante ciudad ¿Cuántas personas había?¿Cuantas personas tenían una vida normal y sin problemas?¿Cuantas personas aun tenían ganas de vivir?

—Me quedare un rato más—. Dijo.

Kakucho lo miró y abrió la boca con la intención de decir algo más, pero no sabia que hacer o decir; Manjiro era un mundo aparte donde él no podía pertenecer. Había permanecido a su lado durante años; había visto la manera en la que poco a poco se iba perdiendo dentro de un oscuro abismo, y había intentado entenderlo de la misma manera en la que había intentado entender a Izana, pero Manjiro no era Izana, aunque ahora se pareciera un poco a él.

—No tardes, la cena se enfriará—. Dijo Kakucho antes de cerrar la puerta y dejar solo a Manjiro.

Las luces de la ciudad brillaban, las personas continuaban con su vida pues la vida siempre continua a pesar de todo, aunque lo perdamos todo.

Un viento frio sopló moviendo el cabello blanco de Manjiro.

—Deberías entrar, Mikey, enfermaras—.Emma estaba sentada al lado de Manjiro, veía los edificios imponentes frente a ellos y sostenía la mano de su hermano.

—Estaré bien—. Respondió Manjiro. Emma sonrió.

—Llevas diciendo eso desde la muerte de Shinichiro y no has estado bien desde entonces.

Manjiro suspiró.

—¿Recuerdas cuando llegaste a casa?

—Si—. Emma comenzó a reír al recordar aquellos días—. No me entendías, ni tu, ni Shinichiro, ni Baji.

—Al principio fue difícil asimilar que ahora eras parte de mi vida, incluso me molestó saber que tendría que compartir a mi hermano mayor contigo, pero luego entendí que debía protegerte, que eras mi hermanita y que siempre debía mantenerte segura... pero no lo logré—. Volteó a verla—. No pude asegurarte un futuro al lado de Kenchin, por mi culpa no pudiste casarte con él ni formar una familia, ni si quiera pudiste decirle que lo amabas.

El fantasma de Emma vio la culpa y el dolor en la mirada oscura de su hermano; sabia que su hermano siempre había cargado con cosas que no le pertenecían, pero nunca había podido demostrarlo, él se mantenía firme, fuerte, invencible por fuera, pero por dentro era una persona débil, frágil y con miedo.

—No era tu responsabilidad, Mikey, tuve la oportunidad de decirle a Ken-chan todo lo que sentía pero nunca tuve el valor de hacerlo. Y eso de protegerme... Mikey, tampoco era tu responsabilidad, solo eras mi hermano, tu también necesitabas que alguien te protegiera. Las circunstancias por las que pasamos nos llevaron a esto. Lo que ocurrió ese día no fue tu culpa.

Manjiro sintió que el peso que cargaba sobre sus hombros se aligeraba un poco, lo que Emma había dicho era algo que él había querido escuchar desde hacia tanto tiempo.

—Gracias, Emma.

—Deberías entrar.

—Realmente no quiero, estar con ellos no es algo que me guste.

—Tampoco algo que te haga bien.

El silencio apareció entre ellos. Manjiro se levantó de su lugar y caminó hacia la puerta.

—Solo dos veces me cargaste sobre tu espalda—. Habló Emma—. Siempre fuiste un buen hermano, Mikey, aunque eras como un niño algunas veces—. Rió—, me desesperabas, pero no podía imaginar mi vida sin ti.

Manjiro volteó a verla.

—Emma, ¿seguirás estando conmigo?

—¿Me extrañarías si no?

—Te extraño ahora.

Ella se acercó a él.

—Siempre estaré contigo, Mikey, soy parte de tus recuerdos después de todo.

Manjiro cerró los ojos al sentir el suave toque del abrazo de Emma, para cuando abrió los ojos, Emma había desaparecido. Sano Manjiro había vuelto a quedar solo en la azotea de aquel elegante edificio.



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