Reunión

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"Takemichi, ¿Alguna vez pensaste que nuestro reencuentro terminaría de esta forma?"

Los pasos resonaban en el lugar. Estaba oscuro, sucio y olvidado. Sanzu caminaba frente a Manjiro para guiarlo, sonreía con alegría, recién había tomado sus inseparables pastillas y le había dado dos a su líder, pero este las había rechazado. Al llegar al lugar donde anteriormente había sido un local de bolos, se detuvieron antes de entrar.

—Mikey, él esta ahí—. Anunció Sanzu. Manjiro dio un paso al frente, efectivamente, ahí estaba él.

Manjiro lo miró, estaba de espaldas, perdido en sus pensamientos, no podía asegurarlo pero se veía más alto. Entonces comenzó a sentir algo cálido, el latir de su corazón en su pecho; estaba tan cerca de él, a tan solo unos metros y se sentía como la primera vez.

—Takemichi—. Susurró el Mikey del pasado. 

Manjiro miró hacia la derecha, su otro yo estaba ahí, deseoso de ir con Takemichi; entonces, antes de que Manjiro siguiera caminando, Mikey corrió hacia él, con el uniforme de ToMan y el cabello rubio balanceándose. ¿Cuántas veces había corrido de esa manera hacia Takemichi cuándo buscaba refugio? 

—Vamos, Sanzu.

Se sentó tras él, con sigilo, y Sanzu le apuntó con su arma.

La primera vez que lo vio fue en una situación similar, pero la primera vez era Kiyomasa quien lo golpeaba, ahora Sanzu lo amenazaba con un arma; ninguno de los dos era igual ahora, habían cambiado y este Mikey era mucho más peligroso de lo que había sido el otro. Manjiro deseaba y al mismo tiempo temía que Takemichi lo mirara, si lo hacia, seria como reencontrarse con el pasado, con las cosas que no había podido evitar y con el monstruo que era ahora.

El anterior Mikey se presentó ante Takemichi, pero solo Manjiro podía verlo.

—¿Estas preparado? Te reencontraras con él y el pasado va a golpearte como nunca.

Manjiro no estaba listo, tenia... miedo, pero no podía evitarlo más, Takemichi lo había estado buscando y él, Sano Manjiro, había estado esperando a ser encontrado.

—Déjanos solos, Sanzu.

Por un momento, Sanzu dudó, pero al final los dejó solos.

—Vas a matarlo—. Aseguró el Mikey del pasado y sonrió de forma malévola, como si eso fuera algo que deseara más que nada.

—Voy a matarlo—. Aseguró Manjiro, tan bajo que Takemichi no pudo escuchar—. Voy a matarte, voy a acabar con todo—. Volvió a susurrar y el otro Mikey pareció convencido de ello.

Todo estaba bien ahora, ¿Por qué Takemichi lo había ido a buscar? ¿Por qué no podía dejarlo en paz? Simplemente podría casarse con Tachibana Hinata y ser feliz con los demás, sus caminos se volverían a separar otra vez, pero era tarde, demasiado tarde ahora, esta vez debía terminar con todo.

Manjiro tomó su arma. Takemichi, sin voltear a verlo, se puso de pie.

—Es mi turno para salvarte.

Y disparó cuando Takemichi volteó a verlo. Sus miradas se encontraron por un insignificante segundo antes de que Manjiro volviera a disparar dos veces más; disparándole al pasado, disparándole al único rayo de salvación que le quedaba y sobre todo, disparándole al antiguo Mikey que había estado frente a Takemichi en todo momento.

"Takemichi, ¿Me creerías si te dijera que al único que quería dispararle era a mí mismo?"

El cuerpo de Takemichi se desangraba frente a él, sin embargo, el rostro de Manjiro no reflejaba el más mínimo rastro de culpa, solo era un cascarón que no sentía nada, aunque, muy dentro de él, sintió ganas de vomitar.

—Lo haz hecho bien, Manjiro—. Dijo el otro Mikey—. Ahora podrás descansar.

Manjiro se dio la vuelta para dejar de ver el cuerpo sangrante de Takemichi.

—¿Quieres descansar conmigo, hermanito?—. Preguntó Emma—. Podríamos molestar a Shinichiro antes.

—Puedes pelear conmigo, Mikey, voy a vencerte—. Dijo Izana esta vez.

—Te salvaré.

Manjiro se detuvo al escuchar la voz agonizante de Takemichi, decía que lo salvaría, que esta vez lo haría, pero Manjiro ya no quería que alguien intentara ayudarlo, solo quería descansar, dormir, dejar de pensar en lo débil que era, lo débil que había sido siempre. Solo quería pertenecer al lugar al que sus fantasmas pertenecían. 

"Ven con nosotros", clamaban sus fantasmas y él, cansado de luchar contra algo que eventualmente pasaría, decidió seguirlos, ponerle fin a todo, buscar la mínima posibilidad de ser libre, de descansar, de ser feliz y alejar ese profundo sufrimiento con el que había tenido que luchar desde niño.

"Takemichi, la verdad es que siempre sentí que sufría pero no quería preocupar a nadie. ¿Me crees si te digo que soy el ser más débil que existe? Seguro te causará gracia, pero en verdad lo soy, es solo que como líder de la mejor pandilla, no podía mostrarme como alguien débil, debía ser fuerte para proteger a mis compañeros; pero mírame, no pude proteger nada, ni siquiera pude protegerme a mí".





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