—¡Jungkook, hay que surtir!
El castaño vio las incontables cajas en la bodega con una expresión sufrida en el rostro y suspiró.
Extrañaba el turno de la noche, no lo iba a negar. Sencillamente no llegaban pedidos para surtir las vitrinas.
Con cansancio, tomó la caja más próxima a la puerta después de revisar su contenido y la levantó con un gruñido.
También le gustaba porque era menos ruidoso y además, Min no estaba sobre él para decirle lo que hizo o no hizo.
Por suerte para él, la persona prometida ya estaba en la registradora, asintiendo diligentemente mientras Min le explicaba cómo funcionaba la vieja caja. Era otra chica, pero mucho más joven que Jennie. Tal vez tenía dieciocho años y su nombre era Mai. No quería ser cínico, pero comenzaba a notar que los clientes, en especial los hombres mayores, muchas veces llegaban al autoservicio para ver a una mujer en la caja. Muchos preguntaron por Jennie en su ausencia, de hecho, y a varios dejó de verlos mientras él estuvo en el cargo.
Y ahora su jefe arrojaba la chica de ojos de cordero a los lobos.
Los clientes de la noche eran mayoritariamente jóvenes; eso concluyó sacando los paquetes de gasas y algodón de la caja. La mayoría buscaba alcohol, comida chatarra o dulces, y otros —pensó, mientras veía la familiar caja negra de detalles neón en el fondo— condones. Algunos actuarían como si se tratara de un secreto de estado, harían el ridículo frente a él con tal de negar lo innegable, y otros simplemente llegarían como amos y señores del lugar a estampar la caja de preservativos frente a él, muy orgullosos de su hazaña.
Eso hizo que irremediablemente pensara en Taehyung por unos instantes.
No lo veía desde el domingo. No es como si tuviera algo que decirle, de todas formas. Tal vez el chico tenía demasiadas cosas en mente y una de ellas era su hermano. Algunos vecinos del pueblo seguían hablando del asunto, y de Jennie, como si fuera un tema trivial. Solo podía escuchar cómo pobreteaban a las familias, como si eso fuese a solucionar algo.
También había escuchado que se plantarían frente al ayuntamiento para protestar. Todo prometía convertirse en un desastre.
—Señor Min, hay que tirar esto —Se dio cuenta de que una de las cajas de preservativos tenía el sello de seguridad rasgado. Tal vez se había dañado en el trasteo, pero las posibilidades eran muchas así que solo la sacaría. Su jefe volteó a mirarlo a media explicación; Mai seguía asintiendo como un soldadito. Fue entonces cuando la campana de la puerta resonó bullosamente y esa conocida voz se hizo escuchar.
—Hay un puto ratón muerto junto a la puerta.
—Más respeto —siseó Yoongi, sin prestarle mucha atención al recién llegado y más a la caja que el chico le tendía; básicamente se la rapó de las manos, puesto que Jungkook se había congelado un segundo al ver a Taehyung. ¿Qué había pasado? Lucía sacado de un bote de basura. Ojeroso, despeinado, desarreglado. Ni siquiera llevaba su chaqueta de cuero o sus botas. Andaba en una sudadera gris que más parecía una pijama. Él también lo miró un instante. Y luego ambos estaban apartando la mirada.
—¡Bienvenido! —dijo apresuradamente Mai. Demasiado alegre para la vibra que Taehyung tenía encima. El pelinegro la miró de forma ácida, con los ojos rojos, como si quisiera saltarle a la yugular, y Jungkook decidió que eso era extraño: ¿Taehyung perdiéndose la oportunidad de sonreírle a una chica? Eso sí que era nuevo.
—¿Tienes que ser tan ruidosa, Mai? —preguntó él. Oh. Se conocían. Jungkook se sintió como un estúpido después de llegar a esa conclusión. En un pueblo de escasas quinientas personas, resultaba bastante obvio que todos se conocieran.

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The village - KookV
FanfictionAcabas de decir que te gusto. Francamente no te culpo. Y yo tengo curiosidad, así que, resuelve mi duda y todos estaremos satisfechos. Historia inspirada en la canción The village - Wrabel