𝟏.𝟏𝟏

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Me quedé sentada en un murete, viendo cómo Isabel y sus amigos cruzaron esa puerta. No sabía si la volvería a ver o no, pero mantengo la idea de que algún día la encontraré de nuevo.

Cuando todo terminó, regresé a casa; todo pasó tan rápido que parece irreal. Caminé en medio de la gente que vio y escuchó todo; algunos hacían comentarios a los que preferí no responder.

Caminé hasta llegar a casa, seguramente todos estaban muy preocupados de que aún seguía afuera a altas horas. No quería entrar, no quería responder a las mil preguntas que me harán en cuanto ponga pie en casa. Dudé en hacerlo, pero ya no había vuelta atrás. Ya está hecho, si pudiera regresar minutos antes de que todo se fuera a la mierda, lo haría, pero lamentablemente no tengo ese poder. Tendré que soportar el interrogatorio. Tomé el cerrojo de la puerta, le di una media vuelta y esta se abrió. Entré lentamente a casa y cerré la puerta. Fue justo como me lo imaginaba: mamá, papá, abuelo y abuela estaban esperando ansiosos por mi regreso a casa.

—Hola —dije mientras me quitaba los zapatos.

—_____________, ¿dónde has estado? ¿Por qué te demoraste tanto? Nos tenías preocupados, ¿sabes qué horas son? —preguntó mamá acercándose a mí molesta.

Me sentía impotente, débil, ya no aguantaba para retener las lágrimas que querían salir de una vez por todas. Eran tan fuertes que me ganaron. Empecé a llorar, mis ojos me ardían y mi garganta me quemaba.

—¿Qué pasó, Altea? —escuché la voz preocupada de mi abuelo, se acercó a mí, me abrazó y empecé a llorar más, desahogándome.

(...)

Año 845
—____________, hija despierta, ya casi llegamos —escuché la dulce voz de mamá tratando de despertarme.

Abrí poco a poco mis ojos y de inmediato tuve que cerrarlos por la intensidad de la luz que había. Los abrí nuevamente tratando de acostumbrarme a la luz, y sí, esa era luz solar.

Aquella luz que siempre quise ver desde que sé que existe, ahora mismo la puedo ver, aunque me cueste muchísimo adaptarme a su fuerte brillo.

—¿Mamá, dónde estamos? —pregunté acercándome al borde del carruaje que estaba en movimiento.

—Estamos cerca del distrito de Shiganshina —respondió esta vez mi padre, mirando el hermoso paisaje verde que teníamos enfrente.

Ha pasado un año desde lo sucedido con Isabel y sus amigos. Mi familia ya sabe lo que pasó y al igual que yo, se entristecieron; para ellos, Isabel era como una segunda hija.

Les conté casi todo, excepto aquel pequeño detalle, que yo también sé utilizar el equipo de maniobras tridimensional. Si lo descubrieran, estaría en problemas. Aunque sinceramente no sé qué me pasaría si algún día descubren que yo también sé utilizarlo, pero prefiero que no lo sepan por precaución.

Después de estar encerrados en ese infierno, por fin hemos podido salir de ahí.

Era el 14 de marzo de 845 y mi padre entró a casa apurado, pidiéndonos que metiéramos sólo lo esencial en una bolsa. Ni mamá ni yo sabíamos lo que estaba pasando, pero hicimos como papá nos dijo y en menos de pocos minutos salimos todos de casa. Había un carruaje delante nuestro con un soldado de las Tropas Estacionarias sentado al frente. Subimos y este dio la orden a los caballos de partir, en pocos minutos estábamos delante de la escalera n°11, bajamos, y junto aquel soldado con el rostro cubierto nos acompañó hasta llegar al final de la escalera. Me sorprendí de que ningún soldado de la Policía Militar estuviese vigilando la puerta.

Salimos de la ciudad subterránea, uno de los sueños que más deseaba cumplir. Nos encontrábamos en el interior de la muralla Sina, lugar donde vive el rey y solo los más adinerados pueden vivir en tal sitio. Como todo era demasiado caro para nosotros, tuvimos que ir al distrito de Shiganshina, donde tendríamos un poco más de suerte.

𝐒𝐭𝐫𝐚𝐧𝐠𝐞 𝐟𝐞𝐞𝐥𝐢𝐧𝐠𝐬 || 𝐋𝐞𝐯𝐢 𝐀𝐜𝐤𝐞𝐫𝐦𝐚𝐧 𝐲 𝐭𝐮Donde viven las historias. Descúbrelo ahora