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—Sonríe—Hyunjin giró la cabeza hacia la voz, sonriendo de forma inevitable al verlo con una cámara en la mano—Ahora mira al mar y pone una expresión de "no me doy cuenta"—chilló exagerado, sonriendo detrás del aparato.

—Suelta eso y ven aquí—a Hyunjin le gustaban las fotografías, pero prefería tener a Seungmin a su lado y mirándolo directamente, no a través de una pantalla.

El castaño guardó la cámara en su bolso, sujetándose con fuerza el gorro cuando una corriente de viento pasó. Hyunjin aprovechó la oportunidad y lo atajó de la cintura, abrazándolo.

—Quiero que la pases bien—le susurró correspondiendo al abrazo, frotándose en sus brazos para generar calor.

Hyunjin vio la increíble vista, habían ido a una cafetería y se la pasaron paseando por algunas tiendas locales, también habían bajado a la playa para jugar un rato con la arena. El pelinegro estaba dentro de un trance infinito y perfecto, porque tener a Seungmin riendo y besándole la mejilla con cariño a su lado le convertía en la persona más dichosa del mundo, en un Hyunjin feliz que nunca antes conoció esa chispa de explosiones en su estómago.

Era tranquilo, olía a miel y sentía el agua bajo sus pies como si una tormenta hubiera pasado. 

—La estoy pasando bien—Seungmin descansó el rostro en su pecho, sus largas pestañas cubriendo el meloso iris que de vez en cuando se teñía de amarillo, especialmente cuando le besaba.

Cuando le besaba. Hyunjin lo veía irreal, no sé imaginó estar besando a un hombre, y disfrutar el proceso. Kim Seungmin le besaba, le susurraba que era suyo, le abrazaba con fuerza cuando estaba triste o cuando simplemente le daba la gana.

—Ponte bien el gorro, pulguita—se alejó para arreglarlo, se había empeñado en esparcir el bloqueador solar por toda su cara y brazos para que no quedara como tomate a la noche, quejándose e impidiendo que hicieran ciertas cosas—No queremos que te quemes. 

—Esta vez lo hice bien—dijo amargado, haciendo un puchero—Todavía me duele la espalda. 

Hyunjin se mordió el interior de la mejilla aguantando la risa. 

—No te rías—Seungmin fingió enojarse, pero la expresión divertida le delataba. Se apoyaron en la baranda para mirar al pintoresco pueblo, que se extendía por debajo en bonitos colores frescos y veraniegos, el mar brillaba mientras las gaviotas cantaban, también se escuchaban risas provenir de los restaurantes de cerca—¿Qué hora es?

—Mmh, cerca de las seis—miró al reloj confundido, el día había pasado muy rápido. 

—¿Dónde quieres cenar? vi que vendían pasta muy buena en la esquina, el lugar es bonito—Hyunjin dejó de prestarle atención, concentrado en mirar un edificio en especifico—¿Qué dices?

—La verdad prefiero cenar en el hotel, estoy cansado—mintió enredando sus dedos para caminar calle arriba—Lo siento

—Ah, está bien, no te preocupes—se encogió de hombros sonriendo—Mañana podremos almorzar allí antes de subirnos al barco—le sonrió tierno, subiendo y bajando las manos unidas a modo de columpio. Hyunjin soltó un suspiro relajado, fingiendo que el corazón no le iba a mil por segundo—Oh, mira, allí está Minho.

Caminaron despacio hasta llegar a un local que vendía regalos para turistas, Hyunjin incluso compró unos cuantos para llevárselos a sus sobrinos, que cada día que hablaba por teléfono con ellos le gritaban que trajera algo, por más pequeño que fuera. Así que les compró unas figuras de paisajes y de el coliseo romano. 

—¿Qué tal?—le preguntaron al encontrarse. Minho estaba usando una sudadera, con el calor que hacía era imposible andar con traje. 

—Bien, me enamoré de Porto Ercole—respondió un acento que hizo a Seungmin sonreír.

𝐛𝐢𝐭𝐞/ʰʸᵘⁿᵐⁱⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora