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Hyunjin supo de inmediato quién era quién en cuanto los vio parados frente a la casona, todos vestidos de un impecable negro de pies a cabeza.

—No es tarde para regresar a la habitación de hotel—el susurro de Seungmin le hizo sonreír, aunque estaba nervioso y tenía ganas de decirle que sí, ya era muy tarde para arrepentirse.

—Tranquilo—le alzó la mano y besó su dorso, estaba frío—No dudarán de nosotros.

Sería imposible que lo hicieran, la conexión que había generado con Seungmin era genuina, sus sentimientos lo eran. Hyunjin tragó fingiendo que no estaba nervioso y volvió a mirar por la ventana, la familia Kim era tan magestuosa como el muchacho que tenía a su lado: piel como porcelana, ojos brillantes y suaves que se contradecían con la imponente figura. La mayoría era asiático a excepción de un hombre adulto que colgaba del brazo de otro, y por la manera en que el resto de la familia le daba espacio, Hyunjin comprendió que se trataban de los abuelos de Seungmin. También habían dos jóvenes castaño y una mujer sonriendo gentil mientras miraba a dos niños a su costado, pero estos eran mestizos.

—¿Listo?—el auto se detuvo, junto a ello llegaron los otros dos en los que venía la escolta.

Hyunjin asintió y le dejó otro beso en la frente, Seungmin se rio tiernamente por el gesto. ¿En qué me convertí?

Se bajaron del auto tomados de la mano y se giraron a la entrada de la casona, Hyunjin tardó un segundo en caer en cuenta que Seungmin era la persona más amada de esa familia cuando los ojos de todos se dirigieron hacia su pareja. La hostilidad que provenía de los abuelos de Seungmin se apagó y se reemplazó por nostalgia, hasta las pequeñas arrugas y marcas de expresión bajo sus ojos se suavizaron. Hyunjin respiró más hondo, durante el viaje entero pensó que estar en la casa de la familia de Seungmin sería una pesadilla, pero ahora creía que sería como estar rodeado de personas que amaban tan intensamente que provocaban daño, justo como lo hicieron con Seungmin.

Observó a Seungmin brillar, pretendía que no estaba emocionado de verlos, pero allí estaba: la sonrisa a medias, el apretón en sus dedos para que se apurara, el olor dulce que apestaba a felicidad.

—Ve—le dio un empujón, sabía que Seungmin quería—Te seguiré.

Le pasó el dedo por el cuello para dejarle una marca de olor, no permitiría que pensaran que ese hombre no era suyo.  Seungmin reprimió el gemido ante la intensidad y caminó alrededor del auto para llegar a abrazar al primer sujeto. Hyunjin caminó más lento por detrás sonriendo, ver al castaño feliz le provocaba el mismo sentimiento.

—¡Seungmin!—dedujo que era el tío, Seungmin le había hablado de él. Era alto y pelinegro, sus rasgos no eran tan marcados, parecía más italiano que coreano.

Hyunjin despegó la vista para llevarla a los abuelos de Seungmin. Antes de llegar le había contado la historia de cómo comenzó todo, y es que el abuelo de Seungmin se fue a Italia siendo muy joven, allí conoció a Valentino Freggo, el otro abuelo de Seungmin, este último perteneciente a una pequeña empresa de préstamos. En resumidas cuentas se enamoraron y se casaron, tuvieron dos hijos: Mark y el padre de Seungmin. Los criaron en Corea hasta los quince y catorce respectivamente, luego volvieron a Italia para continuar con el negocio de los padres de Valentino, época en la que se volvieron una de las familias más importantes en el negocio, desde allí nadie los pudo parar.

Lo que pareció una eternidad, Seungmin terminó de abrazar a cada persona de la entrada, incluído a sus abuelos. Ahora venía la peor parte: él. Y es que recibir un apretón tenso del tío de Seungmin en el que le amenazó con muerte si es que alguna vez le hacía daño a su tierno sobrino lo dejó helado, peor aún fue cuando fue el turno de los hombres mayores en la punta, ambos serios e intimidantes cuando Seungmin volvió a su lado y le tomó de la mano para tranquilizarlo.

𝐛𝐢𝐭𝐞/ʰʸᵘⁿᵐⁱⁿDonde viven las historias. Descúbrelo ahora