Capítulo 8.

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Oye. Oye, hombre, ¿te estás despertando?

Conozco esa voz. No me gusta esa voz. Abro los ojos y ahí está su cara, inclinada sobre mí.

ㅡNos tenías preocupados. Tal vez no deberíamos haberte dejado dormir tanto tiempo. Y probablemente deberíamos haberte llevado al hospital, pero no se nos ocurría ninguna explicación.

ㅡEstoy bien, Namjoon ㅡlevanto las manos y me restriego los ojos, luego reúno todas mis fuerzas y me siento, descubriendo que mi mundo es a está a punto de empezar a dar vueltas con suficiente intensidad como para hacerme vomitar. De algún modo, consigo girar las piernas y posar los pies en el suelo-. ¿Qué pasó?

ㅡDímelo tú ㅡNamjoon enciende un cigarrillo. No me importaría que lo apagara. Debajo de su pelo revuelto y sus lentes, parece un niño de doce años que ha robado un paquete de cigarros del bolso de su madreㅡ. ¿Qué estabas haciendo en la casa de los Jeon?

ㅡ¿Y qué hacías tú siguiéndome? ㅡrespondo yo, aceptando el vaso de agua que me ofrece.

ㅡLo que te dije que haría ㅡreplicaㅡ. Solo que nunca imaginé que necesitarías tanta ayuda. Nadie entra a esa jodida casa ㅡsus ojos oscuros me miran como si fuera una especie de novato idiota.

ㅡBueno, no es que entrara y me cayera.

ㅡEso pensaba yo. Aunque no puedo creer que te tiraran dentro de la casa e intentaran matarte.

Miro a mi alrededor. No tengo idea de qué hora es, pero el sol ha salido ya y estoy en una especie de anticuario, en un sofá próximo a la parte trasera. La tienda está abarrotada, pero de cosas bonitas, no las pilas de trastos viejos que se encuentran en los lugares más sórdidos. Aun así, huele como los ancianos.

Estoy sentado en un viejo sofá polvoriento en la parte trasera de la tienda sobre una almohada cubierta con mi sangre seca. Al menos espero que sea mi sangre. Confío en no haber estado durmiendo sobre un harapo infectado con la hepatitis de otra persona.

Miro a Namjoon. Parece un loco. Odia al ejército troyano, ya que sin duda se han estado metiendo con él desde la guardería. Un muchacho delgaducho y raro como él, alguien que asegura ser telépata y que frecuenta tiendas de antigüedades polvorientas, sería probablemente el objetivo favorito de sus bromas e inocentadas. Por son bromistas inofensivos. No creo que trataran realmente de matarme. Simplemente no se tomaron enserio a Jungkook. No se creyeron sus historias y ahora uno de ellos está muerto.

ㅡMierda ㅡdigo en alto. Es imposible saber qué le sucederá ahora a Jungkook. Cho Sanggu no es uno de sus habituales huéspedes de paso o fugitivos, sino uno de los deportistas de la escuela, un chico habitual en las fiestas, y Jaesu lo vio todo. Solo espero que no estuviera tan asustado como para acudir a la policía.

No es que los polis puedan detener a Anna. Además, si entraran en esa casa, solo habría más muertos. Aunque, tal vez ni siquiera querrían hacerlo. Y sobre todo, Jungkook es mío. Mi mente evoca su imagen durante un segundo, amenazante, pálido y goteando sangre, pero mi dolorido cerebro no puede soportarlo.

Miro a Namjoon, que sigue fumando con nerviosismo.

ㅡGracias por sacarme de allí ㅡsigo, y él asiente con la cabeza.

ㅡNo quería hacerlo ㅡme explicaㅡ. Quiero decir que quería hacerlo, pero ver a Sanggu allí tirado en un montón de vísceras no me animaba exactamente a ello ㅡle da una fumada al cigarroㅡ. Por Dios. No puedo creer que esté muerto. No puedo creer que él lo haya matado.

ㅡ¿Por qué no? Tú creías en ella.

ㅡLo sé, pero nunca lo había visto. Nadie ve a Jungkook. Porque si la ves

El Chico vestido en sangre <libro ¹> Adaptación Taekook. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora