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No por favor.

Nunca en la vida Renjun se había sonrojado, no podía estarle pasando esto ahora.

¿Porqué?

No le quedó más que apartar la vista y regresar su mano a su posición anterior.

—Te pusiste rojo.

—Qué.

—Tus pómulos están rojos—Dijo con una pequeña risa.

—Mentira.

—Oh pero es verdad—Utilizó un tono burlón.

—Ya basta de eso.—Tomó el pozuelo en sus manos y se lo entregó—Toma, come.

—Dijiste que lo calentarías para mi.

—No soy tu esclavo oíste.

—¡Ni siquiera te mandé! Te ofreciste tu solo.—Respondió con esa risa estúpida que ponía a Renjun más nervioso.

Se levantó, caminó hasta la nevera y lo metió ahí dentro de nuevo.

—Bromita.

—¿No vas a comer?

—No tengo hambre.

—Hace un momento tenías.

—Pero ya no, Renjun.

—¿Y que piensas hacer? No comer nada.

—Exactamente.

—¿Te parecerá gracioso?—Se levantó y fue hasta él.

—Otra vez sermón no.

—Eres un imbécil, y un estúpido irresponsable.

—¿Que más?

Dijo mientras sacaba un cigarrillo y el mechero.

Renjun cerro sus puños con rabia y soltó aire por su naríz seguido de un risita.

—No me hagas perder la paciencia.

—¿O qué?

—Mierda, te encanta provocarme no?

—¿La verdad? Sí.

No lo podía creer.

—Jamás conocí a nadie tan molesto.—Dijo el chino mirándolo de arriba a abajo.

—De repente pensamos igual.

—Por Dios, puedes abrirme, me voy, cuando cambies esa actitud regresaré.

Volteó para caminar hasta la puerta pero Jisung fue más rápido y lo sostuvo por la muñeca, aplastando el cigarro contra esta.

—No. No te vayas.—Se apresuró a decir.

Renjun tragó nervioso, haciendo su nuez de Adán temblar un poco. Entre abrió los labios para decir algo pero pensó que era mejor quedarse callado antes que decir algo que seguramente le haría sentir vergüenza luego.

—Quédate.

El chino asintió con un poco de inseguridad, incluso estando seguro de que se quería quedar. Jisung dejó ir su mano y miró el cigarrillo aplastado.

—Demonios..—Murmuró—Era el último.

—Mejor. Eso te va a matar, tus pulmones se llenarán de humo y calor, podrías desarrollar un cáncer.

Suspiró el pelinegro y asintió, caminó hasta la cama y se acostó observando el techo. Renjun fue tras él, y se sentó al lado de los pies de este para poderlo observar.

Runaway | 𝐒𝐮𝐧𝐠𝐫𝐞𝐧Donde viven las historias. Descúbrelo ahora