La fiesta

29 2 3
                                    

Bueno  gente, hemos vuelto de vacaciones, espero que se hayan divertido y hayan recibido muchos regalos.

Sin más preambulos el capítulo. *Redoble de tambores*

*********

—Hoy el Señor nos observa y nos invita a perdonar a los demás y a nosotros mismos. Ya que del perdón parte la curación del espíritu. Así lo dijo...

El sacerdote siguió arengando tranquilo a los feligreses, mientras que Jones consideraba su discurso como un murmullo sordo que se evaporaba y se depositaba en la parte alta de la estancia.

Sin embargo, captó la palabra «perdonar».

Contempló la iglesia sencilla, pequeña y pobre en la que se encontraba, luego dirigió su vista a la persona sentada al lado suyo, Teodoro, y recordó la idea de este de ir a la misa del domingo para que el Padre, que también fungiría como árbitro en el partido, conociera a los nuevos fichajes. El argumento que esgrimió para ello es que si bien el clérigo no se tragaría que de la noche a la mañana tantos jóvenes se hubieran convertido al cristianismo más ortodoxo, si resultaba una demostración de respeto y aprecio hacia él.

Ningún ser humano es totalmente imparcial. Si tenían el agrado del cura quizás se inclinaría a su favor en las faltas durante el partido. Para que su táctica surtiera efecto debían visitar, de vez en cuando, al futuro arbitro. Posiblemente el equipo contrario hiciera lo mismo, así que ¿Por qué no hacerlo con sutileza y elegancia?

El catire sonrió orgulloso de su amigo. Tan astuto y brillante. Una movida tan de él.

De pronto atestiguó que se levantaba y lo imitó.

—Dense la paz —pronunció el clérigo para sorpresa de norteamericano que había olvidado su presencia, así que estrechó la mano a algunos lugareños, se volteó y vio como Palacios se giraba hacia él con los brazos cruzados y se le quedaba mirando entre enojado y expectante.

La palabra «perdonar» resonó en su cerebro nuevamente, tendió su mano hacia el moreno mientras le sonreía; mas Venezuela no realizaba otro gesto que quemarlo con su mirada. La mano de Jones comenzó a temblar e hizo un amago de bajarla, empero su voluntad de mejorar la situación pudo más. Sintió como su boca se secaba, se abría y empezaba a balbucear no sabía qué.

Venezuela suspiró al tiempo que se relajaba, acercó su mano a la del gringo y se la estrechó. E.E.U.U se complació mucho del acto, pues significaba que el otro había perdonado su mal obrar. Y en aquella silenciosa conexión, Alfred lució una aliviada expresión que conjugaba con sus brillantes ojos. Teodoro únicamente lo correspondió una mueca que no llegaba ni a media sonrisa mientras se preguntaba cuánto duraría este nuevo tratado de paz.

Al terminar la misa, el equipo se enfiló hacia el cura y le presentó a sus dos nuevos miembros. Palacios desplegó su labia envolviendo al clérigo en su canto de sirena, Jones lo siguió y el cura complacido de sus buenos modales los invitó expresamente a otra misa.

Una vez terminado el protocolo, el equipo inició su retirada en conjunto con el resto de los presentes. El norteamericano, que cerraba la comitiva, volteó el rostro y buscó con la mirada al párroco. Sentía unas imperiosas ganas de contarle su angustioso dilema, necesitaba ventilar su consciencia; mas cuando logró hacer contacto visual y leyó la expresión interrogativa del hombre, desechó su idea.

Después de almorzar, dado que debían esperar a que la digestión avanzara antes de retomar cualquier actividad, se quedaron en la playa a la sombra de unas palmeras. Algunos intentaron olvidarse del tiempo a base de una charla insulsa y jocosa, otros satisficieron su piel con la brisa fresca, hubo quien se echó a dormir y quien navego con su mente más allá del horizonte.

Cosa de dosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora