Noche cerrada. La luz de los postes era la única iluminación en las solitarias calles.
María caminaba con paso ligero, atenta a cualquier ruido. De repente, el sonido de unos pasos que se acercaban a su encuentro la preocupó. Fijó su vista en la sombra que tenía en frente: sin duda se trataba de un hombre de espalda ancha.
Sin embargo, su intuición le dijo que no tenía nada que temer, por lo que permaneció en el sitio a la espera de que el hombre fuera descubierto por la luz artificial.
—¿María? ¿Qué haces en la calle tan tarde? ¿Y Teodoro? Te acompaño a tu casa —dijo Alfred ajustándose los lentes bastante extrañado.
No obstante, la chica, que ya había pasado por el asombro, ahora la rabia le recorría el torrente sanguíneo. Apretó los dientes antes de mirar directamente al estadounidense— ¿Cómo te atreves, cómo pudiste...?
—¿Disculpa?
—¡Cómo pudiste acostarte con Yulimar sabiendo lo mucho que te ama Teodoro!
—E-eso no...
—¡No intentes confundirme porque lo sé todo. Teodoro me lo contó. Y después lo todo que hizo para que lo perdonaras, te tiras a Yulimar!
—¿Cómo...?
—Era más que obvio que no entrabas a su casa con ella para pedirle un vaso de agua. —Sonrió con desprecio
El norteamericano se quedó mudo. No podía creer que detrás de esa dulce fachada se escondiera semejante demonio.
—Por cierto, ¿sabes lo destruido que estaba Teodoro después de ver cómo le hacías una exploración bucal digna de un espeleólogo a Yulimar? —habló escupiendo las palabras—. Ni te cuento cuando supo el resto.
—Tú...
—Oh, claro que se lo conté ¿Cómo no? ¿Te imaginas la pena que iba a pasar mañana? Me gusta demasiado como para evitarle tal mal ¡No como otros! —gritó lo último con los ojos anegados en lagrimas, se dio media vuelta y desapareció en la oscuridad, dejando a un gringo completamente aturdido.
...
Despertó con los primeros rayos de Sol.
Se sentó sobre la cama dirigiendo su vista a todos lados, recordando mental y emocionalmente como había arribado a su habitación.
Ah, allí estaba otra vez el vacío. En su pecho latía rítmicamente un corazón al que la belleza no alcanzaba a llenar. Su hueco era tan grande y estaba tan repleto de tristeza, frustración e impotencia que no importaba la emoción positiva que cayera, acababa pereciendo.
Como un autómata salió del hotel y se sentó en un restaurante a orilla de playa a comer el típico desayuno margariteño*, deseando no conseguirse con nadie conocido, sobre todo cierto rubio que representaba a E.E.U.U.
Se fue a la playa, pidió una sombrilla con tumbonas y se sentó con la vista perdida en el horizonte.
...
Aún con el estomago revuelto de emociones, desayunó.
Lo buscó durante toda su estancia en el comedor y después a la vuelta a su cuarto. Le incomodaba acercarse demasiado a la habitación él, pero como más insistente resultaban sus ganas de verlo, desde una cierta distancia, intentó adivinar si el venezolano se encontraba en su recamara.
Nada, las cortinas le impedían la visión.
El único sitio le quedaba por ver era la playa, si no contaba la casa de María. Una parte de esas emociones escalaron a su garganta al recordar la reprimenda que la chica le había dado. Se había sentido como un niño al cual le habían enjabonado la boca por su mal obrar.
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Cosa de dos
Fiksi PenggemarDe buenos amigos a enemigos declarados. Estados Unidos y Venezuela tienen una de las peores relaciones existentes. Pero, ¿cuántó de esto es cierto? Sobre todo cuando la vida del país caribeño pende de un hilo.