¿Hogar, dulce hogar?

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Hoy tendremos más variedad de personajes. ¿Se imaginan quién o quiénes aparecerán? Díganme en los comentarios si lo adivinaron o fue una total sorpresa

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Las nubes algodonadas flotaban alegres mientras acompañaban al avión, que realizaba las típicas maniobras para descender, o eso me pareció a mí. Me refiero a las nubes que volaban como si quisieran ser admiradas, contempladas. Más yo no podía apartar la mente de la despedida ocurrida horas atrás: Yo me iba, tenía que regresar forzosamente a mi casa por dos semanas, por trabajo.

Y allí estábamos en la puerta, diciéndonos adiós en un ambiente teñido por la pena que transpirábamos, o eso quiero creer yo. Quiero creer que la sonrisa de Teodoro reflejaba desconsuelo por mi partida, que añorara mi presencia en los sucesivos días y que me pensara de manera compulsiva y me extrañara obsesivamente. Ansío comprender lo que piensa, lo que siente. Anhelo saber que soy yo para él, yo...

Las ruedas del aeroplano tocaron con brusquedad el suelo de la pista de aterrizaje, solo para despertarme y descubrir cuan tapados tenía los oídos. Poco escuché que habíamos arribado a Washington.

Accedí a con desgana a levantarme y bajar del avión. Cabizbajo, crucé el aeropuerto: era la primera vez que me sentía incómodo en mi propia casa. ¡Pero yo era Estados Unidos! ¡Alegre y vivaz! ¡No dejo que nada me desanime! Y con esa actitud, intenté sobreponerme. Miré al cielo, buscando su aprobación, mas no me respondió: en realidad me pareció triste, apagado. No brillaba con la misma intensidad que en el sur.

Eso no ayudó.

...

Es extraña la soledad de la casa. Sin Yusmelis ni Alfred, está todo tan silencioso y sin vida. Se siente tan raro. Oigo el viento afuera acariciar las hojas del bucare, mientras el sol las calienta. La última vez que estuve tan solo fue el fin de semana anterior a la venida de Al, hace seis meses y lo siento como si fuera hace siglos que ocurrió. Quizás se deba a que somos países jóvenes y para nosotros los meses pesan más que para España o Inglaterra, que llevan más tiempo viviendo y unos meses no significa lo mismo.

Ellos no van a volver, no por lo menos en dos semanas: Al, por cuestiones de trabajo y Yusmelis, porque está acompañando a su hijo en Europa. Sergio es un joven muy talentoso, disciplinado y trabajador. Es el orgullo de esa pequeña familia y su esfuerzo de años ha sido recompensado: la Orquesta Juvenil tenía una gira por Europa y lo convocó. Yusmelis se hallaba en un dilema, quería ir con su hijo. ¿Quién sabe si en esas tierras ignotas su hijito estaría seguro? ¡Oh, dios mío! (Nótese el sarcasmo que uso). Mas, no tenía dinero y no se atrevía a dejarme solo. A fin de cuentas, no me encuentro del todo recuperado y tengo la ligera impresión de que desconfía de mí, después de ocultarle mis dolencias por un par de meses y no hacerle caso cuando me invitaba a ir al médico, hasta que apareció Alfred.

Yo, al saber los deseos que albergaba sobre acompañar a Sergio, decidí regalarle, o más bien, obligarle a aceptar un pasaje con todos los gastos pagados por dos semanas y sin derecho a devolución de ningún tipo, pues creo que darle la oportunidad de salir del país, algo que nunca ha hecho, y ver mundo es una cosa que enriquece el alma y una experiencia que jamás olvidará. Eso sí, me volvió loco durante toda la semana anterior con preguntas como "Señor Teodoro, ¿en Alemania hace frío?", "Pero, señor Teodoro, ¿en esta época no cae nieve? ¿Está seguro?", "Y, ¿qué comen allá?", "¿Y qué beben?" "Y, ¿cree que sepan hablar español?", "Y ¿es verdad que son fríos y bruscos?", "Y ¿son todos catires?" "¿Y qué se puede hacer en Berlín?", "Un momento... ¿No es el país de los nazis?", "Y ¿de verdad cree que estaremos seguros?"...

Cosa de dosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora