Epilogo

46 3 0
                                    

Señoras y señores ha llegado el final. Si en medio de la alegría sienten desazón no se preocupen porque yo estoy peor: me siento como la madre orgullosa que ve a su hijo desplegar sus alas lejos del nido.

Si no te gusta el lemon, no pasa nada también hay momentos de ternura pero puede que te pierdas por no leer lo anterior. Espero que les guste

Cuando sus terminaciones nerviosas registraron la calidez y la presión en sus labios, su cerebro se apagó: aunque resultaba una de las cosas que más había deseado, el hecho en sí le parecía tan extraordinario que lo había dejado paralizado.

Empero, con el pasar de los segundos, la prueba física de que aquello realmente estaba ocurriendo lo trajo de vuelta a la par que una emoción de euforia se extendía por todo su cuerpo.

Respondió al beso con ímpetu mientras se acercaba al venezolano.

Instintivamente comenzaron a mover sus cabezas, descubriendo nuevos ángulos en sus labios. Jones pensaba que se iba a morir de la emoción.

Muchas ideas nacieron en la cabeza del norteamericano: quería estrujarlo, quería reír, quería gritar su alegría al mundo, decirles a todos que él era suyo y de nadie más, quería dar vueltas con él hasta que el mareo los venciera y quería tocarlo y besarlo en los sitios más inesperados y recónditos. Al final por impulso, rompió el beso e, inmediatamente lo abrazó con mucha fuerza.

Teodoro rió con estruendo, liberando así todas las emociones que chocaban en su pecho. Alfred lo siguió, lo elevó y dieron vueltas a su alrededor. Para ambos resultaba extraño cargar y ser cagado por alguien de casi tu misma altura, así que el gringo atrapó las piernas morenas entre sus brazos y lo levantó a la altura de su pecho. Por su parte, Palacios se encorvó para reducir la distancia entre ellos.

Estados Unidos levantó la cabeza y obtuvo una paradisiaca visión: el Mar Caribe y el Océano Atlántico refulgían con una luz especial.

—Me gustas muchísimo —susurró Venezuela poniendo las manos en sendas mejillas blancas, se inclinó le dio un beso en los labios. Un gesto dulce, cargado de afecto. Cuando terminaron, juntaron sus frentes.

—Y tú a mí.

Se dieron un último largo pero inocente beso antes que los pies más oscuros sintieran el frío del suelo, tomó la mano blanca más cercana, la acarició haciendo que el catire cerrara los ojos, se sonrojara ligeramente y sonriera de forma estúpida y caminaron en silencio hacia el patio. La grama cedió a sus pisadas y se dirigieron hasta la hamaca. Una vez allí, Teodoro se sentó y Alfred lo imitó.

—No puedo creer que esto esté pasando. —Todavía con las manos agarradas, E.E.U.U posicionó la que tenía libre en la mejilla de Venezuela.

—Lo sé. —Tocó la mano que estaba en su cara con una de las suyas, apoyó su cabeza en esta y cerró los ojos por un momento. Cuando los volvió a abrir una mirada tímida escapo de ellos— ¡Soy tan feliz! —susurró exultante

Jones, sorprendido por esta nueva faceta, se enterneció y unió sus labios, logrando que el gemido de asombró de su pareja se extinguiera en el acto. Se acercó al latino y puso sus manos en las caderas de este mientas Palacios estrechaba su cuello. Se besaron con un poco más de pasión.

—Me gusta tu sabor —dijo el caribeño con una media sonrisa y un ligero rubor en su cara.

«¿Y ese brillo?» Esa mirada que su novio le estaba echando sí que era nueva y aunque su razón no la había podido interpretar, su intuición sí.

Y sin mediar palabra, la nación latina lo obligó a acostarse junto a él. Una vez sus cuerpos tocaron la tela, el caribeño liberó su cuello y sus ojos relucieron con burla al percatarse de que dicha acción había paralizado al gringo—. Dime ¿qué se siente ser conquistado por una mirada?—sonrío malicioso y le guiñó el ojo

Cosa de dosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora