Era como si el tiempo se hubiese detenido delante de mis ojos o mejor dicho, como si todo avanzara en cámara lenta y mi cuerpo estuviese congelado. Una cosa era imaginar un suceso y otra era vivirlo en carne y hueso.
Conteniendo todo el aire que me fue posible acumular en mis pulmones, desabroché con manos temblorosas el cinturón de seguridad y abrí la puerta. Comencé a caminar detrás de Alexander, quien llevaba mi maleta en mano, su paso era ligero, despreocupado. No pude evitar envidiar aquellos sentimientos por completo.
—Ezra —dijo Alexander con una ligera inclinación de cabeza al tiempo que pasaba de él y se adentraba en la lujosa casa, dejándonos a mi padre y a mí completamente solos.
Mis ojos se toparon con una mirada azul grisácea que me perforaba con intensidad. Mi corazón se detuvo de golpe. Conocía esos ojos, los veía cada mañana y cada noche antes de ir a dormir. Eran mis ojos.
Los cabellos castaños como el caramelo rozaban con pequeños bucles su nuca, a diferencia de mi lacio cabello rojo. No lo podía negar, era un hombre muy bien parecido con facciones bien definidas, a diferencia de mi finas semblante, y de no ser por las canas que se comenzaban a formar en las raíces de sus patillas, podría pasar por un hombre de treinta y pocos años.
—Katherine —pronunció con su grave voz y una sonrisa cálida.
—Hola —respondí, mi voz temblando en mis cuerdas vocales. Rápidamente aclaré mi garganta.
Había soñado innumerables veces con este momento, y lo cierto era que en mi imaginación yo era muchísimo más segura de mí misma de lo que estaba demostrando ser en aquellos instantes, ¿Qué seguía ahora? Torpemente di un paso hacia atrás tratando de estabilizar mi equilibrio, pero de inmediato mi confundido cerebro dio ordenes a mis piernas para dar un paso adelante y extender mi mano derecha.
Ezra tenía esa clase de apretón de manos que nunca olvidas. Fuerte, firme y sin perder contacto visual. Instantáneamente me abofeteé mentalmente, ¿por qué no simplemente le había dado un abrazo?
—Pasa —dijo finalmente al tiempo que se hacía a un lado para dejarme entrar.
Sabía que esto debía de estar resultando igual de difícil para él, sin embargo, la situación estaba resultando ser un poco más incómoda de lo que había imaginado. Tenía tantas preguntas que hacerle... Sin embargo, antes de que pudiera decir algo más, mis ojos se encontraron con la figura de una mujer alta y esbelta con cabellos tan negros como los de Alexander, ojos pardos y una piel perfectamente bronceada, la cual enmarcaba a un rostro delgado con una sonrisa radiante.
—Tú debes ser Kate —dijo aquella mujer con voz ronca pero seductora— Encantada de conocerte —se apresuró a agregar— En las últimas dos semanas eres de lo único que se habla en esta casa.
No pude evitar enarcar una ceja. Sabía que papá se había vuelto a casar, pero me esperaba que fuera una mujer menos superficial, o al menos esa primera impresión me había dado.
—Katherine —la voz de mi padre inundó el breve silencio de la habitación —Quiero que conozcas a Regina, mi esposa —dijo al tiempo que se colocaba a su lado y envolvía su diminuta cintura con un brazo.
Y justo en las enormes escaleras de caracol que se elevaban con esplendor por encima de aquella pareja, mis ojos se encontraron con la figura de Alexander, quien se encontraba recargado en el barandal de brazos cruzados observando el espectáculo.
Mis ojos enfocaron el cuadro completo que ofrecían. La familia perfecta. Ricos, guapos, poderosos. Por un instante me sentí completamente fuera de lugar.
***
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Good Girls love Bad Boys
Teen FictionAsentí con la cabeza, consiente de que tal vez no vería mi gesto, y como una nena pequeña que asustada corre a resguardarse dentro de las cobijas, me adentré en la cama. Podía sentir un cálido y electrizante calor irradiando de Alexander, quien se e...