Acostada en la inmensa cama, las suaves sábanas de lino se adherían a mi cuerpo con total facilidad, dándome la sensación de estar flotando en nubes, y el fresco viento que se colaba por entré las cortinas no me sacaban del constante duermevela en el que me encontraba.
Tal vez lo más sensato sería levantarme y hacer algo productivo por el día de hoy, pero estaba tan cómoda que no quería romper el hechizo en el que me encontraba. Justamente pensaba eso un tanto adormilada, cuando el repentino ruido de las puertas de madera azotando contra la pared me despertaron por completo haciéndome quedar completamente sentada.
—¿Pero qué...? —fue lo primero que salió de mis labios al encontrarme con la figura de Alexander, la cual se iba acercando lentamente a mí con una perfecta media sonrisa.
Llevaba una camiseta blanca la cual se ceñía perfectamente a su esbelto torso y unos jeans deslavados rotos por las rodillas. No pude evitar temblar levemente bajo las cobijas que me servían como escudo.
—¿Q..qué haces aquí? —tembló mi voz una vez que lo tuve frente a frente con una rodilla en la cama, inclinándose lentamente hacia mí.
La suave risa de Alexander inundó mis tímpanos.
—Tu padre y mi madre salieron —dijo mientras colocaba un mechón suelto detrás de mi oreja— y pensé que te daría miedo estar sola.
—¿Pero qué dices? —dije tratando de alejarme de él, al tiempo que mis ojos notaban repentinamente que era de noche, y no estaba amaneciendo como había creído en un principio.
—Vamos, Kate —dijo al tiempo que se subía por completo a la cama y comenzaba a acortar de nuevo la corta distancia que había puesto entre nosotros— ¿A caso los hermanos mayores no duermen con sus hermanitas cuando tienen miedo?
—Tú no eres mi hermano —dije tratando de sonar lo más firme posible, pero lo cierto era que a cada centímetro que sus labios se acercaban a mi rostro, mi determinación iba flanqueando— Los hermanos no hacen esto —dije con un hilo de voz.
—¿Qué no hacen? —susurró, su cálido aliento golpeando mis temblorosos labios.
—Esto...
—¿Esto? —preguntó.
Y antes de que pudiera ser consciente de nada más, mis ojos se cerraron en anticipación, esperando sentir el suave roce de sus carnosos labios contra los míos.
—¡Buenos días! —resonó una voz tan aguda que me hizo abrir los ojos de golpe.
Los potentes rayos del sol penetraron en mis ojos con tal fuerza, que un tremendo ardor me hizo cerrarlos de inmediato y refugiarme debajo de las cientos de almohadas a mi alrededor.
—Vaya, vaya, veo que alguien no es una persona muy mañanera —escuché que decía la misma voz.
¿Qué demonios acababa de suceder? Aturdida y desorientada, volví a tratar de entreabrir los ojos, colocando una mano encima de ellos para poder enfocar mejor, a una señora delgada de una bonita piel negra, quien llevaba el cabello del mismo color atado a un estirado chongo, y me miraba con una amplia sonrisa a través de unos brillantes ojos miel.
—Mi nombre es Tara —dijo al tiempo que se sacudía las manos en el uniforme que llevaba puesto— y soy la ama de llaves.
Habiéndome acostumbrado por completo a la luz, pude esbozar una pequeña sonrisa.
—Mucho gusto, soy Katherine, pero todos me dicen Kate.
—Muy bien linda, tu padre me ha pedido que bajes a desayunar —dijo mientras se acercaba a la puerta— Espero que no te haya molestado que te despertara así.
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Good Girls love Bad Boys
Teen FictionAsentí con la cabeza, consiente de que tal vez no vería mi gesto, y como una nena pequeña que asustada corre a resguardarse dentro de las cobijas, me adentré en la cama. Podía sentir un cálido y electrizante calor irradiando de Alexander, quien se e...