Por más que hubiese querido retractar mis palabras, Alexander tenía razón en una cosa: ¿Por qué me estaba haciendo sentir tan mal que me tratara de esa forma? Aunque, por otro lado, en esta ocasión yo había tenido la culpa. Que Alexander fuera el claro ejemplo de la insolencia, no quería decir que yo tenía que actuar como él e ir agrediendo a toda persona que se cruzara a mi paso. No estaba bien. Tal vez lo mejor sería disculparme con él por la mañana, ya que contaría con la ventaja de que su enfado se disiparía por lo menos un poco...
Había tomado asiento en uno de los bancos giratorios de la cocina, cuando una voz tan gélida como la que había escuchado hacía unos momentos, me hizo pegar un repentino brinco que casi sacaba mi corazón de mi pecho.
—Buenas noches, Katherine.
Antes de que pudiese siquiera reaccionar, mi mirada se encontró con los llameantes ojos de Regina, quién se encontraba enfundada en una fina bata de color rosa pálido, que no dejaba nada a la imaginación, y un par de pantuflas del mismo color, observándome con total desaprobación.
Por unos escalofriantes momentos, imaginé lo peor, pero Alexander no aparentaba ser el chico que corría y acusaba con su mamá, y menos a la edad de 20 años, así que imaginé que aquella mujer había escuchado absolutamente todo. Tragué un apretado nudo en mi garganta y lentamente comencé a ponerme de pie.
—Hola Regina —dije dubitativa.
—Se puede saber ¿qué haces llegando a casa a estas horas de la mañana? —dijo acercándose a mí de brazos cruzados y el ceño tan fruncido que por un momento creí que su frente se había transformado en un mapa de ríos.
—Yo... —comencé a decir.
—¿Dónde estabas? —me interrumpió bruscamente.
Sinceramente su actitud me estaba pareciendo de lo más extraña, ya que tan solo el día de ayer, delante de mi padre me había tratado perfectamente bien.
—Estaba con Alexander —la miré confundida— Creí que él les había dicho...
—Es muy diferente que él nos pida permiso para salir y qué tú lo hagas —me dijo al tiempo que me barría con la mirada.
—Lo siento —fue lo único que logró salir de mis apretados labios.
—Quiero que sepas que aquí hay diferencias, así como reglas —dijo al tiempo que recargaba ambas manos sobre la barra de mármol — Mi hijo está ocupado con la universidad y no tiene tiempo para estar haciendo de niñear, así que no me importa a dónde te haya llevado hoy o qué fue lo que hicieron. Qué sea la última vez.
Antes de que pudiera decir nada, Regina salió de la cocina mirándome con aire de suficiencia, como si hubiese ganado una batalla.
¿Qué acababa de pasar? ¿Ser mi niñera? ¿Cuántos años creía aquella mujer que tenía? Además, ¿Qué no habían mandado a Alexander a recogerme del aeropuerto? Y ¿No me podía acercar a él? ¡Era él quien todo el tiempo iba a buscarme! Esto era una verdadera estupidez.
No pude evitar pensar que tal vez las cosas serían mejor si papá viviera solo.
***
Al llegar a mi habitación, encendí mi laptop, y colocándola sobre mis piernas inicié sesión, e ingresé a mi cuenta de Facebook.
—Ojalá, que esté en línea —murmuré.
Sin esperar dos veces di doble click en el nombre de Cameron, quien en su foto de perfil tenía una foto de nosotros dos con sombreros y lentes graciosos, la cual habíamos tomado en un día de feria en la ciudad.
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Good Girls love Bad Boys
Novela JuvenilAsentí con la cabeza, consiente de que tal vez no vería mi gesto, y como una nena pequeña que asustada corre a resguardarse dentro de las cobijas, me adentré en la cama. Podía sentir un cálido y electrizante calor irradiando de Alexander, quien se e...