Capítulo 9: Aliado inesperado

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Selene, la tercera luna brillaba en el cielo con un tono verdoso que extrañamente inundaba la noche. Los groris flotaban en el aire, dando tumbos de un lado a otro , mezclando sus colores, creando un pequeño arco iris de motas en movimiento. Algunos de ellos incluso cambiaban de color. Ni Taer ni cualquiera de la aldea sabía a que se debía.

Taer no podía dormir. Durante las ultimas 24 horas no había parado de pensar en sus padres, en un posible plan para sacarlos de la aldea. Pero todas las posibilidades se le antojaban peligrosas y con poco margen de éxito. A pesar de todo, tenía que hacer algo. Debía de hacer algo. ¿Quizá colaborar con Tamatu? Pero no, no estaba seguro de poder confiar en él, al menos todavía. Muchas incógnitas. Pocas respuestas.

Taer se encontraba en el mural. Había actualizado el dibujo de aquellas caras talladas en el piedra con un par de anotaciones que trataban de dar una explicación sobre su origen o significado. Taer tenía dos teorías al respecto. La primera, implicaba a una especie ya extinta, cuyo origen y desaparición eran tan remotos que ni siquiera su tribu tenía conocimientos sobre ella. La segunda, por otro lado menos probable a los ojos de Taer, implicaba a su tribu y un pasado desconocido o borrado por el tiempo de parte de su historia. Ambas hipótesis fascinaban a Taer, pero reconocía que deseaba que la segunda se hiciera realidad. Su tribu se había estancado, como si en la linea del tiempo alguien hubiese puesto un muro inexpugnable que les impidiera avanzar. Era algo que Taer detestaba y por eso mismo ansiaba más que nadie que su tribu no se quedará solo en aquella aldea. Tenía que haber algo mas, siempre lo había, ¿no?

- ¡Taer! - recorrió el cielo la voz de Tamatu, que sonaba des de cierta lejanía.

Taer salió de su ensimismamiento y se sentó en el suelo a esperar. El principal problema de haber tenido que "escapar" de la aldea era que no había tenido tiempo de coger muchas cosas, por lo tanto Taer no tenía otra opción que dormir en el suelo, sin nada que le abrigara por las noches. Aunque Taer agradeció que fuera verano. A pesar de eso, las noches veraniegas en el planeta Sabik eran frías, debido a su lejanía de la estrella del sistema planetario en el que se encontraba. A los pocos minutos apareció Tamatu, el cual cargaba al hombro un pequeño macuto. 

-¿Cómo estás? - preguntó Tamatu, mientras dejaba el macuto y se sentaba cerca de Taer.

- Adelante, ponte cómodo - bromeó Taer con un sarcasmo mordaz que Tamatu no pudo evitar responder con una sonrisa nerviosa.

- Ya... - dijo Tamatu bajando la mirada, intentando esconder el rubor que sentía. Un silencio empezó a gobernar en el ambiente, como si los entendiesen que era mejor no hablar. Pero para Taer le resultaba imposible.

-Tenemos que sacarlos de la aldea - dijo de pronto Taer, evitando mirar a Tamatu.

-No - respondió tajante Tamatu.

-Por favor, Tamatu, ayúdame a sacarlos de allí.

-Imposible. Con la cantidad de guardias que hay es imposible, nos atraparían. A ti seguramente te convertirían en esclavo, y a mi seguramente me matarían, y eso siendo optimistas - confesó Tamatu sin vacilación.

-¿Los han convertido en esclavos? - preguntó Taer mientras un miedo se apoderaba de su corazón.

-Sí. La mayor parte del día, los hombres de negro los envían a trabajar. A todos. Mujeres y niños incluidos.

-¿Por que? ¿Qué es lo que buscan? - preguntó ansioso Taer.

-No lo sé, pero sospecho que tiene que estar relacionado con La Terminal, ya que han trasladado la aldea justo debajo y obligado a excavar en esa zona. Por suerte, los mantienen bien alimentados con dos raciones al día - dijo Tamatu tratando de consolar no solo a Taer si no a si mismo.

-No me sirve - sentenció Taer.

- Lo sé -dijo Tamatu mientras se acercaba el macuto y lo abría-. Te he traído ropa y un par de mantas para que puedas soportar el frío. Y comida.

-Gr... gracias

- Taer, se que esto que esta pasando es muy difícil para ti y se que ahora mismo me odias por no querer ayudarte, pero por favor mantente al margen. Intentaré buscar ayuda para que puedas huir del planeta, pero por favor, no te metas en problemas y no hagas nada estúpido.

- No es tu familia a la que han esclavizado Tamatu -dijo Taer apretando la mandíbula a causa de la rabia.

- Taer, no tienes ni idea de quienes son esos hombres de negro y el alcance de su poder. ¿De verdad crees que sois los primeros en sufrir su "visita?

Taer hizo una mueca de disgusto. Se sentía tan inútil que su mente y su cuerpo le empujaban actuar. Pero por desgracia, Tamatu tenía razón. Era una idea descabellada intentar algo y como decía Tamatu, seguramente les cogerían. 

En ese momento, Tamatu se levantó con la intención de marcharse, pero antes de hacerlo se volvió hacía Taer.

-Intentaré conseguirte ayuda o alguna forma de salir del planeta, pero no prometo nada - dijo Tamatu.

-Mmm - masculló Taer, que no era capaz de decir nada. Acto seguido, Tamatu se marchó, dejando a Taer solo enfrentándose a sus demonios internos. ¿Cómo conseguiría ayuda? ¿Quizá los Infieles se podrían revelar contra los hombres de negro? No lo creía posible, pero no tubo más remedio que reconocer que le gustaría que así fuera, a pesar de que los Infieles no eran de su agrado. Se quedó el resto de la noche pensando y el resultado fue como montar un puzzle al que le faltaban piezas. Mientras se inundaba más y más en sus cavilaciones, otra voz volvió a sacarle de su ensimismamiento. En esta ocasión era una voz más sintética, más artificial. La esfera.

- Parece que la cosa está complicada - dijo la esfera des de una dirección que Taer no pudo determinar.

Al final resultaba que lo había seguido y Taer dedujo que se había mantenido escondida por los alrededores.

- ¿Otra vez tú? ¿Qué haces aquí? - preguntó molesto Taer.

- Eres el centine...

-No, no vuelvas a sacar ese tema - le cortó Taer

- Pues en ese caso, ¿ qué esperabas que hiciera? ¿Quedarme en la cueva del monolito? - rebatió la esfera.

- Pues siéndote sincero, sí - respondió con franqueza Taer.

- Bueno, pues olvídate - replicó la esfera.

-Déjame en paz. Búscate a otro - sugirió Taer, que ya empezaba a estar cansado de la esfera.

-No, mi programación no me lo permite. Además, creo que podría serte de ayuda.

-¿Tú? ¿De ayuda? ¿Cómo? - preguntó Taer con tono mordaz, quizá demasiado, pensó.

- No lo sé. Pero es la sensación que tengo, y por extraño que te parezca, creo que estábamos destinados a encontrarnos.

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