Capítulo 22

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— Me sentía protegida / me sentía querida.

Cinco minutos exactos pasaron para que Aina reaccionara y repitiera las últimas palabras, cinco minutos procesando e internalizando, escuchando el tic toc pasar una y otra vez hasta cumplirse cinco minutos.

Explicar como se sentía en esos momentos era la acción más complicada en efectuar, ni siquiera dentro de ella podía ordenar palabras para crear un pequeño espacio dentro de sí con sus sentimientos ordenados.

Más de una semana sin haber tocado, leído, olido o sentido algo con respecto a la extraña carpeta, la misma extraña carpeta que aún seguía sin saber de quién era. Tenía que admitir que en todo ese tiempo que estuvo lejos pensó muy poco en ello y no fue hasta éste instante que se dio cuenta de lo mucho que le hacía falta tomarlo y tenerlo entre sus manos.

Su respiración se agitó y su corazón comenzó a clamar por más, mientras que el mundo a su alrededor parecía haberse detenido por completo, para solo encontrarse ella y la extraña carpeta que llegó un día de la nada y que de un momento para el otro tomó todo su ser y lo encadenó hacia sí misma.

En los momentos que se encontraba junto a la carpeta y a sus palabras, todo el océano de su interior —que la estaba llevando hacia el fondo, jugando a que el que lograra llegar a la superficie y consiguiera estar al flote por un poco más de tiempo ganaba la oportunidad de tener un corto periodo de paz— se estabilizaba por completo, calmando la marea y dejándola respirar.

Escapaba de la realidad, al menos por unos instantes y eso la hacía sentir en paz, especialmente la hacía sentir, sentir un montón de emociones que muchas veces no comprendía, pero que sin embargo, la llenaban logrando que todo el caos que habitaba dentro de ella se apaciguara lentamente y como si se tratase del animal más grande y feroz del mundo siendo domado por el mejor y más preparado ser en la tierra teniendo bajo sus mangas grandes secretos que lograban transformar el universo completo.

Aún deseaba encontrar a la persona que había escrito y le había dejado estratégicamente la carpeta para que ella lo encontrara. Aún ansiaba conocer el porqué la había elegido a ella. Pero sobre todo anhelaba sentir lo mismo que cada una de las palabras ya leídas le había transmitido.

Había muchas preguntas que debían ser respondidas, sin embargo, no sabía hacia donde dirigirse para poder encontrarlos — o encontrarla —

Por todo el tiempo que había estado fuera y que no había leído ni un poco, ni siquiera pensado en la carpeta, decidió leer un poco más, pensando que de esa manera tal vez podría encontrar alguna pequeña y mínima pista que lograse acercarla de alguna u otra forma a su dueño, la persona que tanto le hacía sentir.

Pero antes de pasar la página, sus pensamientos se desviaron por un instante llegando hacia la mismísima persona que llevaba semanas colocando su mundo de cabeza, empezado con invadir su mesa, conocer que llevaba tiempo acosándola y que al parecer y sin saber estaba logrando que dentro de ella surgiera algunos y extraños sentimientos.

Si se comparaba las palabras de la carpeta y la carpeta misma con Lucas Loftman todo el control que dentro de Aina Harlem existía se deshabilitaba por completo, logrando que el desastroso océano de emociones que habitaba en su interior comenzara a colisionar.

Ambos de alguna u otra forma estaban cambiando su mundo, su aburrido y extremadamente ordinario mundo.

Volvió su concentración hacia el objeto que tenía frente a ella y hacia la magnitud de sentimientos que flotaba a su alrededor, miró por un momento hacía los lados percatándose de lo sola que se encontraba la biblioteca, a excepción de una joven a unos veinte pasos lejos de ella sentada cerca del ventanal con un libro enorme y grueso entre sus manos, tan concentrada, tan perdida, tan feliz. Por otra parte logró ver de lejos a Assa elevada por una enorme escalera mientras le quitaba el polvo a algunos libros.

Noches Efímeras ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora