Capítulo 36

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No importaba cuantas veces se escondiera, ni que tan rápido corriera, el pasado siempre estaba ahí, detrás de ella, pisándole los talones.

Ya había pasado una semana, una semana que pensó que jamás terminaría, fue larga, atosigante y abrumadora, aunque había que admitir que no todo el tiempo se sintió ahogada, habían pequeños momentos al día, momentos en los que un chico bastante hablado, pelinegro e invasor de mesas con nombre de propietarios tachados en letra mayúscula de forma imaginaria aparecía y dejaba extractos de paz en su andar. También se hallaba la carpeta, la increíble y misteriosa carpeta que llegó un día decidida a cambiar el mundo de la chica y ser en general.

Ella no era ciega, con solo dos ojos de frente lograba notar que las personas a su alrededor aunque riesen, hablasen o gritasen tan fuerte se encontraban en momentos frágiles en su vida.

Assa había roto en definitiva con Josh y su mente parecía estar fuera de su cuerpo, el brillo de sus ojos se habían apagado casi que por completo y la gracia en su andar se notaba lento y distante.

Lucas, el gracioso, irritable e invasor de mesas y vidas llamado Lucas, desaparecía y venía de forma fugaz y constante, bajo sus ocurrencias y su risa tan cautivadora se notaba una sombra enorme de cansancio y preocupación, muchas veces sin darse cuenta se perdía en sus pensamientos y su rostro era la definición completa del miedo.

Pol, estaba emprendiendo un nuevo viaje en su vida, se encontraba en su luna de miel y sin darse cuenta su mundo cambiaba a su pasar. Había brillo en sus ojos, suspiraba alegría y añoraba con euforia permanecer así por el resto de su vida.

Leno había mejorado de sobremanera, cada día su cuerpo se recuperaba y su corazón retumbaba de emoción, especialmente cuando Hella, su vecina se quedaba con él. Sin embargo, en su interior crecía sin cesar el miedo constante de ver a su nieta apagada, atormentada y hasta un poco cansada. Deseaba acabar con cualquier rastro de dolor que en ella habitara, necesitaba verla en paz y en calma, no obstante, sabía a la perfección que solo era decisión de ella que todo acabase y algo nuevo comenzase. Tan solo ella y nadie mas que ella.

Aina por su parte trataba de ocultar las pesadillas que la atormentaban constantemente, acallaba con desespero las noches largas sin dormir y odiaba por completo las constantes lagunas mentales que recientemente yacían en ella de forma constante. Por otro lado se encontraba ella y los sentimientos encontrados hacia la carpeta, a veces se frustraba, otras simplemente se dejaba llevar.

Era de noche, la biblioteca había cerrado, Assa se encontraba en su cama llena de mantas y comida chatarra mientras veía alguna que otra película romántica dispuesta con todo a pasar la noche llorando. Su abuelo estaba en casa de Hella que habían quedado para cenar y ver la colección de vino que durante años ha estado llenando. Lucas recibió una vez más uno de esos mensajes que lo hacen ponerse pálido y desaparecer de la nada dejando a una Aina consternada y decidida a hablar con él la próxima vez que viera al chico, pero mientras sus ojos y corazón giraba en dirección a un solo punto en el lugar, su cuerpo sin tiempo que perder se movió con agilidad y quedó plantado en el lugar exacto donde había decido dejarse llevar.

Se sentó y como rutina sagrada repitió los pasos que ya se sabía de memoria. Cerró los ojos, suspiró, abrió nuevamente los ojos, movió su mano hacia la gaveta donde se encontraba la carpeta, sus dedos reaccionaron al roce de esta y de inmediato su corazón comenzó a latir con fuerza, la energía del lugar cambió de repente y los olores que caracterizaban las finas hojas de estas impregnaron el enorme lugar sobre ella, mezclándose con los libros viejos, nuevos y la combinación perfecta de dulces y cafés que quedaba de un día largo de trabajo.

Abrió la carpeta, lo acercó a ella e inspiró todo lo que en ella pudiese haber, paseó sus dedos por todas las hojas ya leídas y se plantó en la última que había quedado.

Y así, buscando con el tiempo,

Escarbando con todas sus fuerzas,

Prohibiendo a su ser perderse,

Vio una llama de fuego encendiendo muy levemente su corazón,

Y con lágrimas en los ojos,

La noche profunda y estrellada,

Las primeras palabras salieron a la luz.

Como si lo hubiese tenido siempre frente a sus ojos, lo comprendió. Su cabeza comenzó a martillear, no podía escuchar el latir intenso de su corazón, pero sentía lo rápido que este iba, tan rápido que en algún momento llegó a penar que se detendría de un tirón. Sus manos sin darse cuenta estaban temblando y sus ojos desprendían lágrimas fugaces que con rabia e histeria se arrancaba.

Se levantó con fuerza y con rabia lanzó uno de los libros que tenia junto a ella con fuerza hacia el suelo, le dio una patada al escritorio junto a ella y sin querer aceptarlo se tiró al suelo atrapando sus piernas entre sus brazos y volviendo una vez más a ser la niña de seis años encerrada en su aramio perdida en su interior.

«Tú, siempre fuiste tú» —susurró con desprecio hacia la nada —«¿Qué más quieres de mi? ¿Por qué me haces esto?»

Pasó sus manos con furia por su rostro y como si quisiera arrancarse la piel jaló un poco de si y volvió a hablarle a la nada con amargura

«¿No es suficiente para ti ya tener una parte de mi ser? ¿También tenias que jugar conmigo? y yo de idiota que caí y creí...» —Volvió a lanzar un golpe, solo que esta vez fue contra el suelo y con impotencia lazó un grito de rabia hacia la nada una vez más —«Te conocí, recuerdo la primera vez que te reconocí, en definitiva fuiste la que mejor me cayó, pero era imposible que un monstruo como tu pudiese hacer algo bueno como salir de mi, ¿por qué no te vas? ya estas cómoda, ¿no?»

»Tantos años, tantos momentos y vienes a aparecer ahora ¿Qué es lo que quieres? ¡¿Qué quieres de mi?! estoy agotada, estoy cansada de ustedes, pero sobretodo estoy cansada de mi y de ser así, ¿tan difícil era ser una persona normal?

Aina dejó de gritarle a la nada, sin embargo, las lagrimas seguían bajando por sus mejillas solo que esta vez no intentaba quitarlas de su rostro, sus brazos estaban presionados sobre sus piernas tratando de cubrir cada parte de ella mientras rogaba desaparecer cualquier rastro de dolor, conciencia o pasado de vida, deseando dejar de ser humana y volverse tan solo un rastro de polvo que vuela sin rumbo alguno sobre la tierra.

Pasaron muchos segundos que se convirtieron en cantidades inagotables de minutos hasta que por fin el caos que había dentro de ella menguó. Suspiró con resignación y como si fuese una marioneta se levantó del suelo, recogió la carpeta, se guio a su asiento y decidida a terminar lo que había comenzado decidió leer todo lo que quedaba.

Si había encontrado la carpeta, si había abierto y leído sus palabras, si había llegado a ella era porque debía haber algo tras de ello. Sabía que seguía sin saber nada, pero sabía que sentía y muchas veces el sentir es más poderoso que el saber y sin saber que estaba llegando al final del océano, se dejó llevar por sus sentimientos y decidió caer al fondo y conocer sus más oscuras e inimaginables misterios.

Noches Efímeras ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora