Capítulo 38

7 3 3
                                    

El camino se encontraba alumbrado tan solo por los faros del auto que iba flotando en la vía al son del sonido lejano de la radio junto a la sincronía de las respiraciones del par de chicos sentados uno junto al otro.

Era de noche, lo suficientemente de noche como para ya no escuchar los gritos de los niños corriendo por las calles o las parejas cansadas de un trabajo que los explotan y una casa escasa de amor.

Luego de salir por la enorme y blanca puerta dejando atrás las sillas llenas de marcas y el suelo repleto de recuerdos, el par de chicos se encaminaron a algún lugar donde nadie los pudiera encontrar, algún lugar lo suficientemente lejos de la humanidad, pero lo suficientemente cerca de lo humano, lugar donde el silencio sea la primera compañía y donde los sueños puedan desatarse.

En un momento del camino la menor comenzó a recordar todas las veces que el pelinegro había recibido un mensaje que lo terminaba dejando pálido y hacia que huyese a toda velocidad de donde se encontrase. Quería preguntarle, quería saber.

—Lucas —lo llamó casi en susurro.

Él giró su rostro hacia el de ella y de su cuerpo recorrió una extraña sensación, sensación que había experimentado todas las veces anteriores cuando la chica estuvo apunto de hacer la pregunta, pregunta que él conocía a la perfección su respuesta, pero que sencillamente no quería responder, no podía responder.

—Dime —respondió él tratando de sonar en calma y despreocupado.

—¿Confías en mi?

—Confío en ti...

Respondió cerrando los ojos por un momento y dejando escapar un pequeño suspiro que si la noche no hubiese estado para ellos pudo haber pasado desapercibido.

Trató de cambiar el rumbo de la conversación y salió con una de las suyas.

—A excepción de cuando tienes el periodo, allí procuro ni respirar cerca de ti.

Ella rompió en pequeñas risas que trató de ocultar mirando hacia la ventana a su lado. Él a pesar de estar absorto en sus pensamientos buscando desenfrenadamente no mostrarse vulnerable no pudo evitar extender una sonrisa por su rostro, una sonrisa genuina.

—Llevamos más de quince minutos rodando, ¿A dónde vamos?

—Ya veras, creo que te va a gustar.

—Recuérdame el porque sigo saliendo contigo, a veces pienso de que aún quieres cortarme en pedacito y vender mis órganos al mercado negro.

—Sigues saliendo conmigo porque soy encantador y no puedes resistirte a mi y para lo otro no voy a negar ni aceptar absolutamente nada.

Ella rodó los ojos y rio, rio a carcajadas, sin temor, sin pena, sin miedo. Sabía que de nada servía insistir, él no le diría nada, ni de a donde se dirigían, ni lo que sucedía, conocía a ese tipo de persona y lo que único que podía hacer era esperar y permanecer.

***

—Cierra los ojos —le pidió Lucas bajando la velocidad del auto.

—Oh no, no, no ¿Qué tienes con vendarme con los ojos? ya estoy aquí, vine por voluntad propia, mátame si quieres, pero no me dejes con la intriga.

—Que dramática eres, ciérralos, colócate esto y te juro que responderé a todas tus preguntas.

—¿Todas?

—Absolutamente todas.

Sin darse cuenta en donde se estaba metiendo tragó saliva y como si el mundo se fuera a acabar pronto se mostró vulnerable por primera vez en muchos años.

Noches Efímeras ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora