Una pequeña niña de unos seis años se encontraba en un automóvil como de un gris, plateado, dorado, un tanto desconchado por el sol, tanto así que no se distinguía a la perfección su color. Estaba en el asiento de pasajeros con el cinturón puesto, en el asiento del piloto se encontraba un hombre y en el de copiloto una mujer, al fijarse mejor se dio cuenta de que eran sus papás y la pequeña niña, era en realidad, una pequeña Aina.
Se giró hacia la ventana más cercana, es decir, su lado derecho y sus ojos lo único que lograban distinguir era una cantidad inmensa de montañas llenas de árboles y arbustos a su alrededor. Verde, mucho verde es lo que encontrarías en ese lugar. Sin embargo, se volvió a girar, solo que esta vez se acercó a la otra punta del auto, a la otra ventana y de inmediato se retractó echándose hacia atrás, lo que sus ojos veían la dejó aterrorizada, era un acantilado, mejor dicho, era un gran acantilado y estaban muy cerca de este.
Al mirar nuevamente al frente, vio a sus padres tomados de la mano y riendo mientras cantaban una canción que no entendía en absoluto, pero que sin embargo, le gustaba el ritmo. Su mamá contemplaba a su papá con tanto amor que era imposible describirlo, los ojos le brillaban y el corazón le latía con fuerza, era feliz, eran muy felices.
Iban subiendo una montaña y todo lo que podía encontrar eran curvas y más curvas. Procuró no ver por la ventana, al menos no por el de la izquierda, no se quería asustar más. Cuando bajó la mirada vio que se le había caído su pequeño peluche de elefante, trató de agacharse para tomarlo, pero le era imposible, es muy pequeña y estaba sujetada por el cinturón de seguridad, así que rápidamente lo desabrochó y se agachó para cogerlo, al tomarlo lo abrazó muy fuerte y cuando iba a volver a sentarse escuchó un grito y sin darle tiempo de reaccionar sintió un fuerte golpe en el carro llevándolos por el acantilado.
Decir que la pesadilla había alterado a Aina era quedarse muy corto. Se levantó de un golpe de la cama y al hacerlo se dio cuenta de que fue una mala idea, la cabeza comenzó a dolerle, cada vez con más fuerza, tanto así que empezó a darse pequeños golpecitos a su alrededor.
Cuando por fin pudo calmarse un poco logró notar que en su mesa de noche había un vaso con agua y una pastilla junto a una nota. Ajustó la vista para que así no le molestara tanto con el dolor y la luz del sol y lo tomó para leerlo.
Saldré un momento a comprar algo para poder cocinar, revisé toda la alacena y no tienes nada que no se haya vencido ya. Te dejo una pastilla para el dolor de cabeza, tómatelo y vístete que debemos ir a trabajar.
Assa
Al terminar de leer la nota, lo bajó y lo volvió a colocar encima de la mesa de noche, agarró el vaso con agua y la pastilla, se lo metió a la boca decidiendo levantarse de la cama. Como pudo se encaminó al baño para echarse una ducha, se quitó el pijama y se metió bajo la regadera para que así el agua hiciera su trabajo. No se acordaba en qué momento se había colocado ese pijama, mucho menos como había llegado a su cama, de igual manera no le dio importancia, supuso que Assa lo había hecho, sin embargo, había algo que le preocupaba, no se acordaba de nada de lo que había sucedido anoche. El último recuerdo que tenía en su mente fue cuando ambas chicas alzaron la bebida para brindar y se lo tomaron de un trago, el resto es una completa laguna.
En ese momento sus pensamientos cambiaron de dirección a su sueño, no entendía nada de lo que estaba sucediendo y le preocupaba, eso nunca pasó, ese momento no es real. Si existió un pequeño peluche de elefante, aún lo tenía guardado entre cajones al fondo del armario, también recordaba la canción, era una de las favoritas de sus padres, siempre que salían lo colocaban, al igual que el brillo y el amor en la mirada de su mamá cuando se encontraba viendo a su papá. Al menos así fue durante un tiempo, antes de que llegaran esos seis meses de agobio y soledad.
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Noches Efímeras ©
Teen FictionAina Harlem vivía su vida de libro tras libro, de mundo tras mundo, suspiro tras suspiro, viviendo aventuras extraordinarias por cada página que pasaba. Durante toda su vida su mundo se fue envolviendo en ese pequeño, pero mágico lugar. Una chica ce...