Los rayos de sol entraban por la ventana de la habitación 143 del hospital, el lugar dentro de esas pequeñas cuatro paredes se encontraba absorto de la respiración de un bulto en el pequeño sofá y del sonido tan característico de la máquina gritando suavemente que aún hay vida abundante en ese lugar, mostrando tras de sí a un segundo bulto que con dolor y sacrificio seguía luchando por permanecer un segundo más.
Tres toques seguidos sonaron en la puerta de la habitación causando que el bulto que se encontraba en el pequeño sofá despertara. Mientras sus ojos se iban abriendo y adaptándose a la luz del sol, la puerta de la habitación se abrió dando paso a un par de enfermeras que se disponían a hacer el chequeo diario.
Aina se levantó a toda prisa y dobló una pequeña cobija que anteriormente la estaba cubriendo preguntándose internamente como había llegado eso ahí y quien la había cubierto, mientras que a la vez saludaba al par de enfermeras y viceversa.
—Buen día —. Saluda mientras pasaba ambas manos por su cabello en modo de alisarlo.
—Buen día, señorita —. Repitieron las dos enfermeras al unísono amablemente.
—¿Cómo se encuentra? ¿Cuándo podrá volver a casa? —preguntó Aina mientras dirigía la mirada hacia su abuelo quien se notaba agotado.
—Su cuerpo y su corazón han respondido bien en estas veinticuatro horas, sin embargo, deberá quedarse una semana para estar al tanto de como va respondiendo con los medicamentos que se le irán suministrando —dijo una de las dos mientras la otra sacaba una jeringa y preparaba los demás insumos necesarios —. Luego de eso deberá estar al cuidado y no hacer actividades de fuerza física y mucho menos que lo agobie.
Aina iba escuchando y asintiendo por sus palabras mientras se decía internamente que luego tendrían que ir a la casa de sus abuelos para recoger algunas cosas e irse a su casa. Sería complicado explicarle todo eso, especialmente en estos momentos y más sabiendo que no dejará que le hagan todo y mucho menos que lo saquen de su casa.
La menor dirigió su mirada hacia el bulto que se encontraba descansando en la camilla y mientras lo observaba sus ojos comenzaron a abrirse lentamente enfocando su vista hacia su nieta que al mirarlo elevó un poco sus labios dedicándole una pequeña sonrisa.
—Abu, ¿Cómo te sientes?
Él le dedica una sonrisa al igual que a las enfermeras diciendo tras de sí para las tres personas frente a él.
—Buen día, estoy mejor, me siento cansado y con sueño, pero mejor —dijo tratando de hablar un poco más, pero fallando en el intento.
La cirugía lo había agotado y los medicamentos no se quedaban atrás. Mientras una de las enfermeras media su tensión la otra comenzó a pasarle algo líquido con la jeringa respondiendo a su vez.
—Es normal que se sienta agotado, cierre los ojos y descanse un poco más mientras se le pasa el medicamento, dentro de una hora vendremos nuevamente a revisarlo y a traerle la comida.
Él asintió y dándole una última mirada a su nieta cerró los ojos. Aina aprovechó ese momento para dirigirse al baño de la habitación y así poder refrescarse la cara, tardó unos minutos más ahí adentro mientras se miraba en el pequeño espejo y se daba cuenta de lo desastrosa que se veía. Hace unas horas estaba tan preocupada por su abuelo que se olvidó por completo de ella. Volvió a pasarse las manos por su rostro y sacó su teléfono celular de su bolsillo para mandarle un mensaje a Assa.
—Hey Assa, buen día, ¿Cómo estás? Mi abuelo estará una semana hospitalizado, sé que esto no se debe hacer, pero... ¿Podrías hablar con tus abuelos para tomar mis quince días de vacaciones para así poder estar por estos lares y estar al pendiente de él? Sé que yo debería llamarles, pero ahorita no tengo cabeza para nada. Avísame cualquier cosa, por favor.
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Noches Efímeras ©
Teen FictionAina Harlem vivía su vida de libro tras libro, de mundo tras mundo, suspiro tras suspiro, viviendo aventuras extraordinarias por cada página que pasaba. Durante toda su vida su mundo se fue envolviendo en ese pequeño, pero mágico lugar. Una chica ce...