Capítulo 19

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Pasado una semana entera dentro de las cuatro paredes del hospital viendo venir e ir a las enfermeras y a los doctores, seguir escuchando a personas con dolor y otras con esperanza dentro de sí, agradecer la continua mejora de su abuelo, hablar con Assa todos los días por mensajes y ver diariamente al mismo chico que en definitiva le ha colocado el mundo patas arriba, sin mencionar que le ha estado llevando comida exquisita y eso hace que su arrogancia sea mucho más pasable.

Ya se ha estado acostumbrado a verlo cada mañana y cada noche, tanto así que cuando eso no sucedía se sentía extraña, algo así como un vacío dentro de sí, sin embargo, no mencionaba nada al respecto y tampoco pretendía hacerlo.

El trato entre ambos había mejorado una barbaridad, por supuesto que seguían discutiendo y llevándose la contraria por cualquier tontería y obviamente que las rodaderas de ojos y las sonrisas y risas irritantes no podrían faltar, pero omitiendo todo eso la relación entre el par ha ido cuesta arriba.

El abuelo de Aina se la lleva de maravilla con Lucas, ambos juntos logran irritar de un modo extraordinario a la menor que al final genera cantidades industriales de risas y más risas, logrando que el pasado quede en el pasado por un tiempo.

Eran las nueve y cuarenta y cinco de la mañana, Aina y Lucas se encontraban terminando de recoger las cosas de la habitación para poder por fin regresar a casa. Lucas se había ofrecido a llevarlos a ambos de vuelta a su antigua casa, la casa de sus abuelos.

A la diez de la mañana entraría el doctor a dar el alta. Ya por fin Aina había terminado de llenar todo los papeles necesarios y solo quedaba esperar a que se hiciera la hora.

La Aina de hace unas semanas, la Aina cuerda, la Aina razonable jamás habría aceptado nada de lo que el extraño invasor de mesas con nombres de propietarios tachado en letra mayúscula de forma imaginaria le hubiese ofrecido, sin embargo, aquí se encontraba, siendo ayudada por el mismo invasor ya no tan extraño.

Lucas hablaba mucho, hasta por los codos y reía el doble, sin embargo, en ningún momento hacía mención de él o de su vida, decía tanto que al final no decía nada y Aina se dio cuenta de eso, pero no mencionaba nada al respecto. Lo comprendía, lo comprendía a la perfección y si él quería en algún momento hablar ella estaría ahí para escucharlo, al igual que ya sabía que él haría lo mismo por ella.

Aún seguía sin saber porque a ella, no entendía exactamente en que se había fijado, era una chica completamente ordinaria viviendo una vida excesivamente rutinaria, sin mucho para dar, sin mucho que decir y sin embargo, aquí estaban, aquí estaba.

—Creo que se te iba a quedar algo —dijo Lucas con una sonrisa burlona saliendo del baño.

—¿Qué haces con eso? ¡Suéltalo! —exclamó una Aina enojada corriendo hacia él.

—Tienes buen gusto, pantis amarillas con Minions, me gusta, creo que me mandaré a hacer una igual para que combinemos.

Aina rodó los ojos y con la cara roja hecha una furia trató de alzarse para tomarlo, sin embargo, Lucas es una cabeza, casi que dos más alto que ella y levantó el brazo impidiendo que lo tomara.

—¡Suéltalo de una vez! ¡Basta! — Se quedó de pie a tan solo un par de distancia de él, cruzó los brazos y lo miró con seriedad —Lucas Loftman, suelta mi maldita pantaleta.

En el rostro del pelinegro se extendió una sonrisa de oreja a oreja y le respondió.

—Me gusta como dices mi nombre, deberías hacerlo más a menudo —. Bajó la mano y se lo tendió de vuelta.

Aina rodó los ojos y se giró para terminar lo que estaba haciendo hace unos instantes atrás, su rostro no perdió ese color rojo de enojo, al menos no por un rato. Lucas por su parte se volvió a girar hacia el baño mientras tarareaba una canción con alegría.

Noches Efímeras ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora