Capítulo IX

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Después de que me llevaron a la Baticueva para que Alfred curara la herida de bala terminé por escaparme.

Los días pasaron y no hubo más contacto entre el clan de Batman y yo. Me había quedado con el traje y las armas, manteniéndolas en el escondite entre las paredes, como un recuerdo.

Recibí un sermón por parte del Comisonado Dean cuando desaparecí sin avisarle pero cuando pude volver a trabajar las cosas se calmaron.

Pasaron unos pocos meses y todo iba normal hasta que el diablo apareció, de nuevo.

–¿Enserio creíste que no tendría sistemas?– dije alzando una ceja y cruzandome de brazos.

Damian, vestido de Robin, había irrumpido en mi departamento y actualmente se encontraba colgando boca abajo gracias a que cayó en mi sistema de trampas.

–Ya bájame– dijo mientras se retorcía.

–¿Qué haces aquí?– pregunté agarrando la pantalla digital y desactivando los sistemas de seguridad para soltarlo.

El enano logró aterrizar parado, evitando caer de cara, y sacudió el traje para luego voltear a verme con el ceño fruncido.

–¿Por qué tienes tanto sistema?

–¿Todavía lo preguntas?– dije alzando la ceja y él, al darse cuenta de lo que dijo, apartó la mirada –¿Qué te pasó? No es normal en ti estar distraído.

Después de que se quedará en silencio por unos segundos, decidí no cuestionarlo y dejar los sistemas con normalidad antes de poner la pantalla digital en su lugar.

Caminé a la habitación, sabiendo que me seguía, y busqué entre mis cosas una pijama vieja de Tim.

–Cámbiate dónde quieras, iré a preparar algo de cenar.

Sin decirme nada, agarró la ropa, fingiendo observarla pero sé que estaba pensando en otra cosa.

Salí de la habitación para ir a la cocina y preparar la cena de ambos lo cual no tarde en hacerlo, y mientras servía comida en dos platos Damian salió ya cambiado y arrastrando el pantalón pijama.

–¿Quieres ver una película?– pregunté sirviendo café y jugo de naranja.

Él asintió agarrando su plato y su vaso de jugo caminando al sofá. Alcé una ceja y agarrando lo mío, me fui a sentar a su lado.

Mientras comíamos y veíamos una película de acción, ninguno de los dos dijo nada haciendo un silencio un tanto incómodo.

–Por lo visto es un tema delicado– dije mirándolo de reojo –y realmente no me interesa si no lo quieres hablar, pero soy chismosa por naturaleza así que, empieza a cantar cariño.

–Él no confía en mí– susurró apartandome la mirada.

–¿Quién? ¿Bruce? Él no confía en nadie, incluso al pobre Alfred le oculta las cosas, sinceramente no es como que me importe su vida pero... Tú vives con él y al ser tu padre, te duele– dije mirándolo.

–¡No me deja ser Damian y tampoco me deja ser Robin!– dijo enojado mientras se levantaba del sofá –¡En frente de las personas me trata como sí fuera otra de sus malditas caridades! ¡Soy su hijo de sangre no uno de sus estúpidos huérfanos!

Genial, tendré que ser psicóloga

Suspiré mientras dejaba que el chico se desahogara y no fue hasta después de varios minutos que terminó de hablar, o mejor dicho, de quejarse y gritar.

Damian respiraba con dificultad y apretaba los puños con enojo pero podía ver la tristeza en su mirada.

–Te diré algo– dije mientras me sentaba mejor sobre el sofá –esto es nuevo para ambos, y no por el hecho de tener a los demás como sus protegidos significa que haya aprendido algo de paternidad, y aunque cometa sus errores sé que lo hace pensando en tu protección, no lo justifico pero lo entiendo en cierto punto.

The Wayne FamilyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora