༄ Capítulo 20

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La envidia nunca había sido buena amiga si se lo preguntasen a Jimin o Jungkook.

Las horas siguientes a la confirmación de la muerte de Taehyung habían sido duras, pero debían afrontarlo cuanto antes para poder seguir emprendiendo el camino. Jungkook parecía ausente en todo momento, su mirada perdida y su corazón destrozado. Jimin le seguía los pasos todo el tiempo como un pequeño pollito detrás de su madre, temeroso de perderlo de vista. Yoonji tomó asiento en una de las sillas de la sala de espera y miró a un punto fijo por mucho tiempo sin saber cómo salir del mundo de ensoñación en el que le había metido su propia mente para no asimilar la muerte de ese chico al que tanto quiso alguna vez.

El doctor llegó poco tiempo después con los informes y Jungkook los rellenó tomándose su tiempo para estar centrado y sereno, adjudicando la muerte de Taehyung como asesinato por parte del hombre encapuchado de nombre Kang, según el único testigo vivo, Jimin.

Habían estado más horas de las que se preveían desde un principio arreglando papeles y muchos más informes, pudiendo terminar casi de madrugada. Cuando los señores Park se enteraron sobre aquella noticia, Jungsoo dejó atrás el regaño hacia Jimin y Yoonji por salir apresuradamente de casa y perderse por las calles. Se acercó solemne a Jungkook y, en un tono bajo, pidió disculpas a Jungkook y le dio el pésame por la muerte de su amigo, su confidente.

Lo aceptó sin miramientos, desviando la mirada y dejándose llevar por las alentadoras palabras de la señora Park y el matrimonio Min. Le seguía doliendo el alma y sabía que no pararía el dolor, le habían arrancado a su otra mitad, a su alma gemela, mientras aún sostenía su mano y le prometía que no era un adiós, que todo saldría bien y volverían a bromear juntos.

Fue la señora Park quién, en forma de disculpa por los hechos sucedidos con su esposo horas antes, se rehusó a preparar un pequeño homenaje a Taehyung y le rogó a Jungkook un último adiós del chico en la iglesia para poder descansar en el cielo divino.

Taehyung lo merecía.

Así que Jungkook no fue quién para negarse ante ello.

Es por eso que, los próximos días a su muerte, habían estado preparando una pequeña velada de despedida y, posteriormente, su entierro. La capilla de la iglesia se llenó de gente conocida para la familia Park, dando el pésame a un aturdido Jungkook mientras la familia Min sostenía entre sus brazos a su hija, decaída y con la mirada perdida en el ataúd rodeado de flores que albergaba el cuerpo de Taehyung.

Jimin se desvió de su camino, aprovechando que la misa de despedida para el féretro había comenzado para poder mirar a su alrededor y caminar por la iglesia, observando cada una de las figuras que se alzaban gloriosas desde su posición. Su mente comenzó a divagar entonces, su uso de razón se fue y decayó sus ojos en la estatua de mármol frente a él, hincándose de rodillas y comenzando a llorar silenciosamente.

- Él no debió ser un castigo. -Sollozó-. Pero lo fue. Taehyung fue mi castigo.

Un castigo divino por el cual lloraba y se desahogaba frente aquella imagen. Un castigo que sabía que vendría en algún momento por ser cómo era y ser quién era.

- Sé que lo hice mal, pero no puedo evitarlo. -Sollozó consternado-. ¿Qué hizo él para cumplir mi penitencia? Amar está bien, independientemente de a quién, entonces... ¿por qué la culpa recae sobre mí al pensar que te llevaste a Taehyung en condena por amar a un hombre?

Se echó en el suelo, sacudiéndose en sollozos mal contenidos y golpeando el suelo con rabia, su puño cerrado recayendo una y otra vez sobre el suelo de mármol y piedra.

- Devuélveme a Taehyung. -Rogó-. Devuélveme a ese chico que me llamaba príncipe porque no sabía mi nombre. -Sollozó-. Tráeme de vuelta al hombre que me hizo feliz y me protegió sobre su vida. Él no tiene culpa.

Sintió pasos detrás de él, pero no le dio importancia. Se centró en seguir aferrado a sí mismo y llorar desconsolado en el suelo, removiéndose en pequeños temblores por los sollozos acumulados.

- Taehyung me dijo que te cuidara. -Habló Jungkook llegando a su lado, tomando asiento en el suelo junto a él-. Que eras un diamante y no podría dejarte solo. -Le miró con ojos llorosos-. También me dijo que seguía amando a Yoonji y que no le olvidara nunca.

Jimin alzó la mirada, conteniendo las lágrimas y mirando a Jungkook, asintiendo en silencio y suspirando entrecortado.

- El doctor lo dijo, murió con una sonrisa en el rostro, no deberíamos estar tristes por él. -Suspiró-. La policía tomará cartas en el asunto respecto a lo de Kang y, estoy seguro, de que contarán con tu testimonio para hacerlo pudrirse en la cárcel.

- Lo haré. -Asintió, apartando las lágrimas que caían por sus mejillas con sutileza-. Tomaremos venganza por Taehyung. -Desvió la mirada al suelo-. Yo... no puedo llegar a imaginar lo que ese chico podría haber sido capaz de hacerme si Taehyung no hubiese llegado a tiempo. Me salvó la vida.

Jungkook asintió, inflando sus mejillas.

- Lo hizo. -Asintió de acuerdo-. Yoonji vino a buscarme cuando fue a hablar contigo a tu habitación y habías desaparecido. Taehyung y yo íbamos a esperarlos en nuestro lugar de siempre, pero recordó que se le había olvidado su bastón en tu casa y me ofrecí a recogerlo, encontrándome con Yoonji por el camino. -Tragó saliva-. Kang siempre ha tratado de molestarnos, pero nunca llegué a pensar que pudiese portar un arma, estoy seguro de que se unió a una mafia con tal de tener algo que llevarse a la boca.

El rubio escuchaba atento sus palabras, dejándose caer en el suelo.

- La primera disputa que tuvimos fue porque destrozó mi libreta llena de apuntes y vivencias del día a día como el adolescente desolado que era. Destrozó mis sueños y objetivos al momento de arrancar y pisotear las hojas de ese cuaderno. -Se levantó despacio, suspirando y tendiéndole la mano a Jimin-. Vamos, hay que despedirnos de Taehyung. Nos queda toda una vida por delante para volverle a ver, pero volveremos a estar juntos.

Jimin asintió en silencio, tomando su mano y dejándose levantar y guiar. Jungkook lo envolvió en sus brazos y besó su frente cálidamente, acariciando su espalda.

- Ni se te ocurra pensar que todo esto ha sido tu culpa. -Le regañó-. Dios no puede juzgarte y quitarte a personas de tu alrededor con tal de que cambies tu perspectiva de vida. Aléjate de todas esas personas que piensan lo mismo, emprende tus alas. -Le miró-. Hazlo por Taehyung y por mí, no tenemos las capacidades que tú tienes para poder hacerlo.

Daba lástima el cómo Jungkook se refería a Taehyung como una persona viva a día de hoy, cuando estaba claro que ese presente comenzaría a ser un pasado poco a poco en la vida de todos.

Se acercaron al ataúd y Jungkook rozó sus dedos por la madera de éste, cortesía de los padres de Jimin también, junto al velo y entierro. Los tres más jóvenes se mantuvieron cerca cuando transportaron el féretro desde la iglesia al tanatorio y, posteriormente, al cementerio. Estaban serenos y con expresión imperturbable.

Cuando los trabajadores alzaron el ataúd para adentrarlo en el agujero, Jungkook llevó su mano al corazón, luego a sus labios y, más tarde, al cielo.

- Sigue brillando allí arriba tanto como lo hacías aquí abajo, idiota.

Jimin y Yoonji lloraban en silencio entre los mayores, abrazándose el uno al otro y observando como veían y se despedían de Taehyung por última vez en mucho tiempo, el féretro adentrándose por completo en el agujero para ser cerrado posteriormente.

Entonces, el rubio sacó de su bolsillo la pequeña libreta que Taehyung solía llevar a todos lados y que la había tomado de último momento de aquel sucio callejón, limpiándola de un par de gotas de sangre que aún conservaba. Suspiró y reunió el valor suficiente para echarla junto al ataúd, pero Yoonji le detuvo a tiempo.

- No. -Negó con la cabeza, tomando el cuaderno y quedándoselo ella.

Jimin asintió comprendiendo y Jungkook volvió a su lugar con la mirada perdida y los ojos llorosos de nuevo, relamiendo sus labios resecos mientras se situaba entre ambos primos.

Taehyung antes solía pintar estrellas en su cuaderno, ahora pintaría sobre ellas.

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