—Oye, ¿qué estás haciendo? Chico... ¡no lo hagas! —grite pero no hubo una respuesta—. ¡Oyeee!... Me precipité hacia el chico que estaba parado sobre la baranda del puente. Él me vio, nuestras miradas se encontraron, —Dentro de mí, algo me dijo que después de cruzar nuestras miradas ese día nada sería igual. Él giró su cabeza y su cabello negro azabache cubrió su rostro. Sin decir nada, se precipitó al vacío. No alcance a sostenerlo, sucedió, cayó y su cuerpo desapareció con la corriente en medio de la oscuridad. Quede inerte, atónita. Jamás había visto suicidarse a alguien. No sé si existe un manual para saber qué hacer en este momento. En mi desesperación, solo grité:
— ¡Ayuda! ¡Ayudaaa! ¡Alguien acaba de lanzarse del puente! —mi voz temblaba ante el horror mientras mis manos se aferraban a mi cabeza. Sentí mi cara desfigurarse de angustia. Una chica que cruzaba el puente se acercó a mí. Estaba llamando a emergencias; ella había visto todo desde lejos. Intentamos ir por la orilla del río para buscar algún rastro del chico, pero era de noche y aunque alumbrábamos con nuestros celulares, sabía muy en el fondo que ese chico había muerto. La chica del puente lloraba mientras hablaba con la policía, prestando declaración. Yo, por mi parte, seguía atónita, no podía llorar, no podía gritar. Estaba impactada. Me sentía un tanto culpable: no alcance a sostenerlo, pero sabía que él no quería mi ayuda. Sabía que Amaro Salgado quería morir. Su nombre estaba en la carta que encontré pegada en la baranda del puente. Creo que ha sido lo mas extraño, raro y espeluznante que he leído en mi vida. Un mensaje simple, pero demasiado inquietante:
- No me conoces, pero ahora me recordarás.
Amaro Salgado.
—¿Que mierda acabo de leer? —me pregunté en voz alta—. ¿Quién es Amaro Salgado...? ¿Solo fue una coincidencia que yo leyera este mensaje, o simplemente era un loco depresivo que quiso inquietar a otros antes de morir? Preguntas que no pude responder. Apenas leí la carta, me fui a casa como si hubiera visto un fantasma. El suicidio del chico era suficiente para alterar todos mis sentidos. Ya había prestado declaración, las lanchas buscaban en él rió el cuerpo del chico, era de noche y yo estaba exhausta luego de correr por la costanera. Solo había salido hacer deporte y me arrepentía tanto de haber escogido ese día para dejar de ser una sedentaria—Menudo día para dármelas de deportista de alto rendimiento. A pesar de estar cansada no pude dormir esa noche. Pensaba en ese chico, repasaba una y otra vez la terrible escena. Su figura invadía mi mente, un chico alto, muy alto. Delgado, de ojos tristes, me imagino como su alma, pero de un verde profundo. Parecía tener mi edad, unos 17 años. Llevaba uniforme, así que quizás estaba en el último año de colegio, como yo. Tal vez no sabía que estudiar, tal vez sufría bullying. No podía dejar de recordar sus ojos y esa mirada que parecía expresar un tanto de asombro al verme cerca de él, pero a la vez su rostro no expresaba nada. Pensé tantas cosas, pero solo sabía con certeza que se llamaba Amaro, que ese día lo vi morir y que, como decía su maldita carta, lo estaba recordando una y otra vez.
—Anie, despierta hoy tienes prueba y no puedes llegar tarde, como de costumbre —la voz de mi madre, levantándome a las 6:30 hrs para ir a clases, a pesar de que entro a clases a las 8:30 hrs. Refunfuñe con los ojos cerrados. —¿Por que no me dejas dormir un ratito más?, pensé para mi. Vuelve a hablarme;
—Anoche llegaste tarde de correr, señorita. No comiste nada y estabas en completo silencio, lo cual no es normal en ti... ¿Tienes algo que contarme? —La verdad siempre le he tenido confianza a mamá. Obviamente hay algunos temas tabú, pero no sabía como contarle todo lo raro que pasó anoche, por que ni si quiera yo sabía si lo que había pasado era real.
—Nada, Jacque —sonreí nerviosa, sin ganas de hablar. Sabía que lo notaba—. Solo estoy preocupada por las pruebas finales. Tu sabes que me he preparado mucho para esto. Siempre le he dicho Jacque a mamá. Creo que nuestra confianza me ha hecho verla más como una amiga que en su rol de autoridad, aunque cuando se enoja no hay confianza que aguante. —Está bien, Anie —su cara no se ve tan convencida—. De más está decirte que, si estás conociendo a alguien... —hizo una pausa y mi cara seria, cambio a una mezcla de risa y nervios. La mire fijamente—. Ya vas a cumplir 18 años, debes tener cuidado hija... Se que no puedo obligarte, pero me gustaría que... no hicieras nada indebido con algún chico. Tu sabes, solo ten cuidado... —solté una risa que exploto en su cara, no pude contenerla—.
—¡Mamá! ¿De qué estás hablando? ¡Qué vergüenza! No me digas qué hacer. Además, las dos sabemos muy bien tus anécdotas de preparatoria. —Anie Paz si te conté esas cosas fue para prevenirte, para que tu no cometieras mis mismos errores, no para que me las sacaras en cara —levantó la ceja en señal de mando—. Además, todo eso fue antes de conocer a tu padre... Jacque me miro fijamente como si quisiera descubrir algo más. Me adelante antes de que pudiera continuar con su vergonzosa conversación sobre sexo.
—No Jacque, no te preocupes. No estoy conociendo a nadie sabes que después de voldemort no me he interesado en nadie más. —Menudo nombre. Voldemort es como le llamábamos a mi ex amor con mamá. Un amor breve de 6 meses, un amor infantil de adolescentes tóxicos. La verdad no es que me haya faltado oportunidad de estar con otros chicos, solo estaba muy preocupada de mis estudios. Se los digo para que no vayan a pensar que aún sigo profesando amor a Felipe alias Voldemort. Ambas terminamos riendo luego de mencionar el sobrenombre de mi ex y la incómoda conversación se dio por acabada. Creo que por un momento olvide todo lo que había pasado anoche, aunque sabía que estaba lejos de dejar de ser un tema importante para mi.

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El chico del puente
Novela JuvenilAnie es una chica normal, que pasa sus días entre su casa y el colegio, vive junto a su madre y hermana, le encanta estudiar y se prepara para dar la prueba más importante de su vida para entrar a la universidad, todo era monótono en su vida hasta...