Capítulo 27. Al unísono

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Bakugou

Ni siquiera me atreví a mirarlo mientras ensayábamos, o al menos así fue hasta que los demás comenzaron a llamarlo con audible preocupación. Su sollozo me paralizó y de verdad deseé que fuera pura actuación.

Estaba en medio del escenario, apretando sus brazos a sus costados como si temiera que se fueran a desprender por su agitación. Rápidamente, Deku y el cuatro ojos se acercaron a su auxilio y, pese a que intentaban volverlo en sí, no reaccionaba, por lo que me parecieron insufribles horas.

Comenzó a hiperventilarse, con evidente dificultad; estaba teniendo un ataque de pánico. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que lo había visto así.

Quería abrazarlo y acomodarlo contra mi pecho para que igualara sus latidos con los míos, como hice esa noche en su habitación cuando lo vi tan frágil.

Y, pese a la alteración, solo podía verlo a él; solo podía pensar en él.

Mis músculos se movieron en lo que me pareció un tumultuoso esfuerzo por acercarme a él, generándome escalofríos que ralentizaron mis movimientos, aunque no pasaron desapercibidos por el idiota de Kirishima.

– ¿Bakugou? – Ni siquiera habló en voz alta, pero fue suficiente para que los ojos de Sho... él, se encontraran con los míos, y la poca estabilidad mental que había podido simular se derrumbara en cuestión de milisegundos.

Ahora era yo quien respiraba con dificultad, con mi mano irracionalmente extendida hacia el frente.

No pude sostener la mirada con él por mucho. Contraje mi mano contra mi pecho, y desvié mi vista a un punto tan muerto como me sentía.

– L–lo s–siento. – Lo escuché, antes de que sus pasos se desvanecieran a la salida.

Me volteé dándole la espalda a los demás, sosteniéndome de una silla para no caer de rodillas allí mismo, que, de no haber estado hecha de metal, la habría roto con la presión con la que la estaba aguantándome para no salir tras de él y abrazarlo contra mí.

¡Maldita obra!

Para colmo, mi humor solo declinaba con los días.

La mañana en la que, por los intrusivos y escandalosos del chicle rosa con cuernos y el dispensador de cinta, todos fuimos partícipes de la "ceremonia" en la que se festejaba el noviazgo del mochi viviente y el maldito Deku.

Como si no estuviera lo suficientemente irritado como para tener que tolerar todo esto.

Y todo no hizo más que empeorar a partir de ahí.

El maldito papel que interpretaría en la estúpida obra "Al unísono" (cuyo nombre no podía ser peor), además de que debía exponer gran parte de mi torso, me obligaba a usar una estúpida y pesada capa.

También, como ocurría ya en la infernal cotidianidad, debía ser perseguido por el cuarteto de idiotas que me ayudarían a conseguir el orbe para mi reino y hacerme de poder, aunque esa no era la verdadera razón; sí, una trama tan ridícula como quien la ideó.

Como sea. Solo debía soportarlo hasta la noche de la presentación para olvidarme de mi propia existencia y de los demás en los tres días de descanso que dispondríamos luego de este insufrible Festival Cultural.

Para mi desgracia, a menos de una semana para la puesta en escena, ocurrió un incidente del cual hubiera deseado no ser testigo. No sé qué diablos ocurrió, pero, sin oportunidad de ser indiferente al bullicio de los extras en el patio trasero, los vi y deseé arrancarme los ojos.

Eres Importante Para MíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora