"El poder no nace de un individuo, nace del Pueblo."
Disfruten.
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Andrés aliso su largo traje, reviso por quinta vez su túnica de color ciruela oscuro, en un intento de remover alguna mancha o polvo inexistente en su impoluta vestimenta, se encontraba nervioso y aun el viento frio de la madrugada en Freya no lograba mitigar el sudor en las palmas de sus manos y cuello. Era su primer día como ministro del interior, el cargo administrativo más importante justo después del del Emperador y al mismo nivel que el de la ministra de Justicia.
Su carruaje avanzaba en silencio por las calles aun vacías de la capital, pues aún era muy temprano, en su paranoia Andrés casi no había dormido nada, por lo cual salió muy temprano de la residencia de los Servant que se encontraba dentro de Serei Den, en los terrenos dispuestos para las familias fundadoras. El cielo permanecía prácticamente oscuro, pero ya se podían ver los primeros rayos del sol, dando un tono purpureo al cielo casi negro y estrellado.
-Excelencia, disculpe que lo moleste, pero nos acercamos al acceso de la tercera muralla, ¿desea proceder de alguna manera? - La voz amortiguada del chofer lo sacó de sus pensamientos nerviosos, regresándolo a la realidad. - No te preocupes, déjame en la entrada de la muralla, tengo algunas cosas que pensar antes de que inicie mi primer día de trabajo, muchas gracias por todo. - Respondió con educación, alisando por última vez su atuendo.
Fiel a su orden, el chofer de su familia aparco en la entrada de la tercera muralla, un enorme arco de piedra de cantera, bellamente adornado con metales y formas elegantes, gusto del primer emperador Consorte, sus diseños intrincados recordaban la magnificencia del imperio que habían creado. - Aquí está su excelencia, por favor tenga cuidado al descender, le deseo mucho éxito, sé que el Emperador Aristóteles y su Excelencia el Trono de las Almas no se equivocaron con su elección y por favor, disculpe el atrevimiento de mis palabras. - Dijo el conductor de su carruaje sin darle oportunidad a responder, al ser rápidamente interceptado por los guardias de la muralla.
-Buen día, bienvenido a la tercera muralla de Freya, aquella que resguarda al palacio imperial Serei Den, ¿podría por favor identificarse? - Preguntó uno de los guardias dispuestos en el portal que separaba el complejo palaciego de la segunda muralla, con un tono serio pero educado, dejando momentáneamente a Andrés paralizado. - Buen día, mi nombre es Andrés Servant, Primer hijo de la Casa Servant, al servicio de su Sagrada Majestad Imperial, Aristóteles Córcega del Tule, nombrado primer ministro. - Respondió con delicadeza ante el guardia estoico de la entrada.
-Recibido; fuimos informados de su nombramiento, lamentamos el protocolo, ¿que desea hacer su excelencia? ¿Pasar por el portal e ir a la segunda muralla o subir a la tercera muralla? - Preguntó el guardia con esa voz estoica tan característica, que lo hizo sentir tan diminuto. - Me gustaría acceder a lo más alto de la segunda muralla, sé que desde ahí se puede apreciar toda la ciudad, en especial el ministerio de interior y sus anexos. - Dijo educadamente al guardia, sin perder el porte que caracterizaba a su cargo, aunque temblando por dentro.
-Por supuesto, pase por aquí por favor. - El guardia le señaló un anexo, donde había una habitación con un portal a la cima de la muralla a la que quería ir, donde no hubo más platica, solo el asentimiento del militar cuando pasó a la habitación y el cerrar de la puerta cuando accedió al interior. Pronto se vio transportado a otra habitación, un poco más elegante, con tonos cálidos en las paredes y una puerta de piedra pulida. - Bienvenido su excelencia, está es la cúspide de la muralla intermedia, esperamos su visita sea de su agrado. - Con un tono plano, desprovisto de emoción lo recibió un militar, abriéndole la puerta.
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Consorte.
FanfictionLas puertas de su despacho se abrieron de golpe; dejando ver enseguida, la figura cansada y angustiada de un mensajero del imperio. Francisco López D'von, dejo lo que estaba haciendo para poner atención, indudablemente eran malas noticias. - ¿Que pa...